Brasil tiene que estar muy pero muy harta como para que esten protestanto tanto por el mundial de fútbol a celebrarse en ese país. A eso hay que llamarle despertar. Ojalá así como han tomado conciencia los brasileros de barbaridad de gastos por dotar a su país de las infraestructuras necesarias para celebrar unos juegos que como mucho sólo durarían una 3 o 4 semanas, se tome al fin conciencia de la finitud de los recursos del planeta, la dantesca escala de la depredación humana y como hemos atravesado el mismo umbral de la insostenibilidad.
Basta de la droga futbolística.
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