Cada paso que damos, cada movimiento que hacemos, por pequeño que nos parezca, tiene una repercusión en el entorno.
Desde que abrimos los ojos después del descanso nocturno hasta que los volvemos a cerrar agotados por las actividades del día componemos una melodía única, intransferible e irrepetible. El ritmo de la vida, de la nuestra, la que sólo se escribe una vez, a veces de manera espontánea y otras más calculada, a veces desde el dolor y otras desde la esperanza, nos lleva sin remedio al final de la gran obra de nuestros días. Lo importante es cada nota musical que lanzamos al aire mientras tanto. Esa melodía es la que resolverá que nuestra música se vea acompañada por oídos atentos o que por el contrario sean movimientos que rompan la armonía que nos envuelve y aleje de nosotros a otras personas u otros seres vivos. La energía del petróleo nos ha permitido aumentar el ritmo a niveles frenéticos. De hecho los coches de carreras son uno de los símbolos de nuestra sociedad industrial, como ya se ha dicho en algunos post del foro. Si viésemos el símil desde el corazón, ese músculo que todos tenemos en el pecho y que se adapta con sus latidos al ritmo que le imprimimos a la vida, no es de extrañar que las enfermedades cardiovasculares sean la principal causa de muerte en nuestra sociedad (con los cánceres de todo tipo a la zaga). La vida puede ser melodía o puede ser tormenta, pero a esta sociedad industrial le falta poco para que le dé un paro cardíaco. La sangre del sistema no llega a todos los órganos. Como actualmente para esta sociedad la vida es tormenta, así vivimos atormentados por las diferentes crisis que van golpeándonos y debilitando nuestro sistema. Declaramos hace tiempo una lucha frente a la naturaleza, frente a la vida. Y en ese combate, imaginemos de boxeo, nosotros somos un peso pluma que se sostuvo en pie sólo gracias a los constantes chutes de petróleo metido directamente en vena. Así pensamos que podíamos vencer a nuestro contrincante, un peso pesado mucho más grande y experimentado que nosotros. Y a pesar de la lucha mantenida y de la inevitable pérdida en la pelea, lo que nos queda por comprender es que ese enemigo que nos creamos en el ring no era sólo el oponente frente a nosotros, sino que ese oponente nunca estuvo en lucha con nosotros porque ese oponente era el propio ring, las cuerdas, el suelo, el techo, el espejo frente a nosotros y los guantes que llevamos puestos en las manos y con los que nos golpeamos a nosotros mismos. Como un enfermo terminal de Alzhéimer olvidamos quiénes éramos y nos golpeamos a nosotros mismos sin sentir dolor porque estábamos chutados, creyendo que el oponente del espejo caía y éso nos hacía sentir más fuertes a nosotros. Ahora ya no hay suficientes dosis del líquido negro y acusamos la paliza que nos hemos dado a nosotros mismos. Y mientras tanto, en cada golpe, seguimos componiendo la melodía de nuestra vida. Espero que entre un atisbo de lucidez suficiente para evitar que nos demos el k.o. a nosotros mismos. Parar y escuchar el breve silencio necesario para volver a componer una canción más melodiosa y acorde con el ritmo de la vida, con el ritmo que permite que la vida se manifieste en nosotros. https://www.youtube.com/watch?v=lVPLIuBy9CY (Un abrazo afectuoso para Alberto, grande y redondo como este planeta que nos acoge). |
Usuario Bloqueado
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dos cosillas...
los infartos los sufren cada vez mas las mujeres, sobre todo porque les hacen creer que son iguales que los hombres... ( ahora veras tu el ataque masivo ) y hablando de tormentas rayos y truenos... hay 3 clases de personas en este mundo ( si es que tendrían que pagarme por estas clases magistrales ) 1 clase los que la tormenta les pasa por encima... 2 clase los que resisten a la tormenta... 3 clase los que se transforman en la tormenta... ya veo a mas de uno que le sale humo de las orejas... ja ¡¡ |
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