Una flor no hace primavera. Una entrada de Natalia, sí. Y si además tenemos a Laura, entonces esto se convierte en un Jardín Florecido
Es un placer que estéis por aquí. Más nos vendrían de perlas.
Mi padre tenía un terrenito de unos 4000 m2. Cuando se jubiló, empezó a hacer eso que había hecho hasta los 20: sembrar y cultivar. Las fresas que he cogido yo sólo (mi padre era daltónico, era incapaz de ver una, así que me dejaba suelto, con 4 añitos, para que le hiciese la faena, un lujazo) en ese terreno. Y las naranjas que tenía, buenísimas.
Hace ya tiempo que los vecinos me decía que esto era su vida. Como la de tantos jubilados que conozco. 'El día que ya no pueda venir, será el último', decía mucha gente.
Efectivamente, el último día que pudo trabajar allí, se sentó en una silla de la que apenas se podía levantar. Aguantó un año más, un año malo.
Sé de bastantes que llevan el mismo camino.
Siempre he respetado el trabajo de los abueletes en el campo. A fecha de hoy, en esos lares, mucha gente no tiene problemas para comer gracias a eso. Lo mejor, que muchos jóvenes, como mis amigos de la infancia, están aprendiendo y tomando el relevo. La resiliencia, forzada, en marcha. Sin saber siquiera qué es el pico de Hubbert.
Una visita al pueblo, y veo nuestro futuro.
Es más, cada vez veo más atractivo volver allí (aún tengo el terreno, cedido a un aparcero), sólo que el banco, la jefa, los impuestos, mandan: el capital sabe cómo convertirnos en esclavos.
Hay un dicho por ahí que me gusta repetir: 'La sabiduría casi siempre viene con la edad, pero generalmente, la edad viene sola'.
Reivindico la sabiduría de los mayores. Nos hace falta, mucha falta.