POST: John M. Greer –"Retrotopía (VII): Una cuestión de subsidios"

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POST: John M. Greer –"Retrotopía (VII): Una cuestión de subsidios"

Demóstenes Logógrafo
Esta es la sexta entrega de una exploración de alguno de los posibles futuros discutidos en este blog, utilizando la caja de herramientas de la ficción narrativa. Nuestro narrador visita una fábrica de tranvías, hace algunas preguntas duras sobre el uso de mano de obra humana en lugar de máquinas, y obtiene algunas respuestas que no se esperaba…

****************

El teléfono sonó a las 8 a.m. en punto, un sonido estridente y mecánico que me hizo preguntarme si había de verdad una campanilla dentro de esa cosa. Tiré el Toledo Blade y finalmente lo descolgué al segundo ring. “¿Hola?”

“¿Sr. Carr? Soy Melanie Berger. Tengo, bueno, no exactamente buenas noticias, pero podrían ser peores”

Reí “De acuerdo, morderé el anzuelo ¿Qué sucede?”

“Nos las hemos arreglado para que todo el mundo se siente a trabajar en un compromiso, pero el presidente ha tenido que involucrarse en ello. Con algo de suerte todo el asunto habrá concluido para la tarde, y se podrá reunir con usted hacia la noche, si le parece aceptable”

“Está bien así”, dije

“Bien. Mientras tanto hemos pensado que usted podría querer hacer alguna de las visitas que hablamos con su jefe. Si le va bien”

“Me va bien.”

“¿Podrá aceptar ser guiado por un becario? Tiene la apariencia de un corderito, pero está bien informado”. Indiqué que estaría bien y continuó. “Su nombre es Michael Finch. Le diré que se reúna con usted cuando le parezca bien”

“¿Dentro de media hora sería demasiado pronto?”

“En absoluto. Se lo haré saber”

Intercambiamos las habituales fórmulas de cortesía y colgué el teléfono. Veinticinco minutos más tarde estaba en la recepción, y puntualmente un joven con gabardina y fedora entró por la puerta. Entendí por qué Berger lo había calificado de corderito; tenía el pelo rubio y rizado, y la expresión de asombro que es fácil encontrar a menudo en los becarios, gente ingenua o asesinos con hacha. Miró alrededor, con la mirada vacía, aún cuando yo estaba obviamente esperándole.

“¿Sr. Finch?” Dije, cruzando la recepción. “Soy Peter Carr”

Su expresión mostró más asombro del habitual durante un momento, y después sonrió. “Encantado de conocerle, Sr. Carr. Me ha sorprendido usted - Esperaba encontrar a alguien vistiendo un traje de plástico”

“No me gusta sentirme observado” Contesté, encogiéndome de hombros

Asintió, como si eso lo explicara todo. “La Sra. Berger me dijo que quería usted visitar alguna de nuestras industrias y la bolsa de valores de Toledo. Salvo que tenga otra idea, podemos dirigirnos hacia la fábrica Mikkelson en primer lugar, y continuar desde allí. Podríamos tomar un taxi si quiere, o bien tomar el tranvía - la línea verde llega a una manzana de la fábrica. Como prefiera”

Lo pensé un momento y decidí que una mirada más cercana al sistema de transporte público de Lakeland estaría bien. “Tomemos el tranvía”

“Eso está hecho”

Abandonamos la recepción, y seguí a Finch por la acera hacia la derecha. La mañana era fresca y luminosa, con restos de escarcha, y mucha gente iba a trabajar. Un buen número de coches de caballos circulaba junto a unos cuantos automóviles. Pensé en ello mientras caminábamos. El nivel de Toledo tenía como fecha de base 1950, o eso me había dicho el barbero el día antes, pero no pensaba que los coches fueran tan escasos en las calles americanas por entonces.

Giramos a la derecha y llegamos a la parada del tranvía, donde una docena de personas estaba esperando. Me giré hacia Finch. “La fábrica Mikkelson ¿Qué fabrica?”

A modo de respuesta, señaló la calle. Dos manzanas más allá aparecía la parte de delante del tranvía tras girar una esquina. “Vagones para las líneas de tranvía. Tenemos tres grandes fabricantes de tranvías en la república, pero Mikkelson es el más grande. El sistema de transporte público de Toledo sólo usa sus coches.”

El tranvía terminó de girar la esquina, aceleró y se detuvo en la parada de enfrente de nosotros. Técnicamente hablando supongo que debería decir “tranvías”, dado que había cuatro vagones unidos, todos pintados de verde y amarillo con adornos de latón. Hicimos la cola con el resto de pasajeros, subimos a bordo cuando nos llegó el turno, y Finch metió un par de billetes en la caja de cobro y el conductor le alargó un par de tiras de papel - “pases diarios”, explicó. Todavía quedaban asientos libres, y me acomodé en un asiento de ventanilla mientras el conductor hacía sonar la campanilla y el tranvía se ponía en marcha.

Era un viaje interesante, de alguna extraña manera. Viajo mucho, como mucha gente en mi campo de trabajo, y había montado en los ferrocarriles ligeros de alta gama de Nueva Beijing y Brasilia. Podría decir al primer vistazo que el tranvía en el que viajaba costaba una pequeña fracción del dinero que costaban aquellos sistemas de alta gama, pero el viaje era igual de cómodo y casi igual de rápido. Había dos empleados del tranvía a bordo, el conductor y el revisor, y me preguntaba cuánto del coste de mano de obra quedaba compensado por el abaratamiento de la maquinaria.

El paisaje urbano discurría. Salimos del distrito comercial cercano a mi hotel y entramos en un distrito residencial, con una mezcla de edificios de apartamentos y casas bajas, y algunos otros edificios dispersos: una escuela primaria con su patio, una biblioteca pública, dos iglesias, un par de edificios religiosos de distinto tipo, y un gran edificio cuadrado con un símbolo sobre la puerta que reconocí al momento. Me giré hacia Finch. “Me preguntaba si había asambleas ateas aquí”

“Oh, sí ¿Es usted ateo, Sr. Carr?”

No ví ninguna razón para eludir la pregunta “Sí”.

“¡Fantástico! Yo también. Si está libre el domingo, será más que bienvenido a la Asamblea del Capitolio - Esa de ahí” Señaló al edificio por el que pasábamos

“Puede estar seguro de que lo pensaré”, dije, y él sonrió.

Para cuando llegamos a la fábrica el tranvía estaba de bote en bote, principalmente de gente que parecía personal de oficina, y las aceras estaban llenas de hombres y mujeres dirigiéndose hacia las entradas de la fábrica para el turno de día. Bajamos prácticamente todos, y seguí a Finch por otra acera a la entrada principal de las oficinas, una robusta estructura de dos plantas con “MIKKELSON MANUFACTURING” en legras grandes sobre las ventanas del segundo piso y en letras doradas sobre el cristal de la puerta de entrada.

El recepcionista ya estaba en su puesto, y descolgó el teléfono para anunciarnos. Unos minutos más tarde, una mujer de mediana edad con traje oscuro acudió y nos estrechó la mano. “Sr. Carr, encantada de conocerle. Soy Elaine Chu ¿De modo que le gustaría ver nuestra fábrica?”

Pocos minutos después cambiábamos nuestros sombreros, abrigos y chaquetas, por cascos de seguridad y monos de trabajo de áspera tela gris. “Más o menos la mitad de los tranvías fabricados en la república de Lakeland se fabrican aquí”, explicó Chu mientras caminábamos por un largo pasillo. “También tenemos fábricas en Louisville y Rockford, pero aquellas proveen para la industria de los ferrocarriles - Rockford hace locomotoras y Louisville es nuestra fábrica de vagones. Todos los tranvías de Mikkelson salen de esta fábrica”

Atravesamos las puertas dobles de la planta baja. esperaba un rugido de maquinaria, pero no había demasiadas máquinas, sólo trabajadores con el mismo tipo de prenda gris que llevábamos nosotros, recogiendo lo que parecían herramientas de mano y entrando a trabajar. Había raíles de tranvía recorriendo el suelo, y miré cómo el equipo de trabajo ensamblaba dos ruedas, un eje y su maquinaria y lo enviaba rodando por los raíles al siguiente equipo. Las piezas metálicas repicaban y traqueteaban, las voces resonaban contra las vigas que sostenían el tejado, y de tanto en tanto, alguna pieza era sacada de la línea de montaje y arrojada en un gran carro que rodaba sobre sus propios raíles.
“Control de calidad”, dijo Chu. “Cada equipo revisa cada pieza, o la ensambla tal y como llega por la línea, y todo lo que no es acorde a las especificaciones es apartado y desmontado o reciclado. Esa es una de las razones por las que tenemos una parte tan importante del mercado. Nuestros tranvías tienen de media un 20% menos de tiempo de inactividad debido a reparaciones que los de los demás.”

Seguimos la línea de ensamblaje desde el equipo que ensamblaba las ruedas en armazones de cuatro ruedas, a través de los equipos que construyen el chasis con motor eléctrico y lo colocan encima del armazón, hasta el punto en el que la cabina se colocaba encima y se soldaba al chasis. De allí volvimos por otro largo pasillo a la línea de montaje que construía las cabinas. Por todas partes se oía un murmullo de actividad, con docenas de herramientas que no reconocía en absoluto, pero cada parte alimentada por el músculo humano y trabajado por manos humanas.

Creo que habíamos estado allí alrededor de dos horas cuando llegamos al final de la línea, y vimos un tranvía nuevo de la marca Mikkelson conectado a las líneas eléctricas que se veían por encima de nuestras cabezas, probado una última vez, y conducido fuera sobre raíles, a la vía muerta donde sería enganchado a un tren y conducido a su destino. Sault Ste. Marie, según explicó Chu, que estaba extendiendo su sistema de tranvías ahora que las fronteras estaban abiertas y el comerció con el Alto Canadá había llevado la economía local a un boom. “Y esta es la línea de montaje de principio a fin”, dijo, “si es tan amable de acompañarme por aquí”

Volvimos a las oficinas, nos quitamos los cascos y los monos de trabajo, y pasamos a su oficina. “Estoy segura de que tiene muchas preguntas” dijo.

“Una en particular”, repliqué. “La falta de automatización. Casi todo lo que hacen con trabajo humano, se hace en otros países industrializados con máquinas. Siento curiosidad por saber qué tal funciona su sistema -desde el punto de vista económico y práctico- y si se trata de mandato gubernamental o de otra cosa”

De su expresión deduje que estaba acostumbrada a esa pregunta. “¿Tiene usted conocimientos de negocios, Sr. Carr?”

Asentí y ella continuó. “En la República Atlántica, si lo he entendido correctamente - y por favor, corríjame si me equivoco- cuando una compañía gasta dinero para comprar maquinaria, eso cuenta como inversión en activos; así es como aparece en los libros, y hay beneficios fiscales por su amortización etc. Cuando una compañía gasta el mismo dinero para hacer el mismo trabajo con trabajadores contratados, no lo cuentan como activos, y no tienen ninguno de esos beneficios ¿correcto?”

Asentí de nuevo

“Por otro lado, si una compañía contrata trabajadores, tiene que gastar mucho más que el coste de los salarios. Tiene que pagar al sistema de seguridad social, sanidad pública, desempleo, y así una y otra vez por cada persona contratada. Si en lugar de eso la compañía compra máquinas, no tiene que pagar ninguna de esas cosas por cada máquina. Ni hay ningún tipo de impuesto para cubrir el coste social de los trabajos eliminados por la automatización, o para pagar el incremento necesario de la capacidad de la red eléctrica para alimentar a las máquinas ¿correcto?”

“En lo esencial, es así”, dije

“Así que, en otras palabras, la legislación tributaria subsidia la automatización y penaliza el empleo. Probablemente se le enseñó en la escuela de negocios que la automatización es más económica que la contratación de personal. ¿Mencionó alguien de qué manera las políticas públicas contribuyen a hacer más económica una opción que la otra?”

“No”, admití, “Supongo que aquí hacen las cosas de un modo distinto”.

“Muy distinto” dijo con un vigoroso asentimiento, “para empezar, si nosotros contratamos a alguien para hacer un trabajo, el único coste para Mikkelson Manufacturing es el de los salarios, y el dinero que se invierte en formación cuenta como crédito contra otros impuestos, dado que ayuda a la sociedad en general tener una fuerza de trabajo mejor formada. La seguridad social, sanidad, y el resto de cosas, todo procede de nuestros otros impuestos, y no sufraga penalizando a los empleadores por contratar gente”

“¿Y si automatizaran?”

“Entonces los costes empezarían a aumentar de verdad. En primer lugar, existe un impuesto a la automatización para cubrir el coste social de enfrentarse al aumento del desempleo. Luego está el precio de la maquinaria, que es considerable, y después los impuestos sobre los recursos naturales - si viene del suelo o va al aire o al agua, tiene un impuesto y tampoco es barato. Aparte está el precio de la energía. La electricidad no es barata aquí; la República de Lakeland sólo tiene una modesta cantidad de energías renovables, y no tiene ningún combustible fósil digno de mención, así que la única fuente de energía barata es la que procede de los músculos.” Sacudió la cabeza. “Si tratáramos  de automatizar nuestra línea de montaje, los costes adicionales nos arruinarían. Esto es un negocio muy competitivo, y las otras dos grandes firmas se nos comerían vivos”

“Supongo que no pueden importar productos manufacturados del extranjero”

“No, los impuestos sobre recursos naturales se aplican sin importar el punto de origen. Debe haber notado que no hay demasiados coches en nuestras calles”

“Lo había notado”, dije

“Los combustibles fósiles no tienen aquí los subsidios que tienen en casi cualquier otro sitio, y además de eso hay un impuesto a los recursos naturales, por el petróleo quemado y por el aire contaminado. Puede usted tener un coche si lo desea, pero pagará completamente el privilegio, y pagará aún más por el combustible si lo quiere conducir”

Asentí; todo aquello tenía sentido de alguna manera extraña, especialmente cuando pensaba en alguna de las cosas que ya había oído anteriormente. “Así que ninguna tecnología, sea de quien sea, puede ser subsidiada”, dije

“Exacto. Aquí en la República de Lakeland andamos escasos de bastantes cosas, pero algo de lo que no andamos escasos es de gente deseando cambiar una jornada de trabajo honrado por un salario honrado. Así que empleamos el recurso que tenemos en abundancia, en lugar de depender de cosas que no tenemos”

“Y que tendrían que importar de fuera”

“Exacto. Como estoy segura de que ya está al corriente, Sr. Carr, es algo que tiene un riesgo considerable”

Me pregunté si tenía ni la menor idea de lo muy al corriente que estaba de ello. Puse rostro amable y asentí. “Algo he oído”, dije.
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Re: POST: John M. Greer –"Retrotopía (VII): Una cuestión de subsidios"

Dario Ruarte
El modelo de Lakeland parece bonito por lo del "pleno empleo" pero quizás se le haya pasado por alto al Druida un detalle -ya veremos en la zona de comentarios de su blog o en algún artículo posterior-.

Empecemos por decir que lo más importante de todos modos es que deja expuesto el delirio actual: la mano de obra penaliza como "costo" (más SS y huelgas y despidos y...) en tanto que lo que se invierte en máquinas y automatización es un "activo" y, no sólo "premia" los balances -y aumenta los "bonus" de los gerentes- sino que ahorra costos.

Esto es claro.

Pero, si en paralelo la República de Lakeland no tiene algún tipo de política demográfica y, un modo de compensarla con automatización en algún punto, termina generando un bonito incentivo a tener hijos. O por lo menos una gran cantidad de ancianos "sanos", que viven muchos años mientras demandan atención médica de alto costo y un importante presupuesto de Seguridad Social (jubilaciones).

Por otro lado, es un modelo que encarece la comida -no estoy seguro si el Druida lo tiene en cuenta-.

Si tienes la posibilidad de trabajar en un fábrica -por duro que parezca-, con amigos, con horarios fijos, conversando, con pausas de café, con techo sobre tu cabeza los días de lluvia o frío, cobrando un sueldo conocido a fin de mes, con vacaciones y algunas otras ventajas... ¿ Quién es el tarado que se queda en el campo ?

El único modo de que alguien acepte las DURISIMAS condiciones del trabajo rural (sin techo, sin horarios, sin seguridades) es a cambio de ganar lo mismo o algo más que en el empleo industrial.

Y, en un país -utópico- donde la industria demanda mano de obra sin límite... ¿ quién y por qué se queda en el campo ?

Les recuerdo que el actual fenómeno de concentración urbana responde, más o menos, a este modelo. En la década del 30-40-50 del S XX, las fábricas, con altísima demanda y poca robotización demandaban mano de obra a gran escala. La gente dejaba pueblos, villas, huertos y corrales y se mudaba en manada a las ciudades a vivir "la dolce vita" del empleo industrial !! (y los servicios vinculados)

Esto, o bien lo compensas con comercio (yo fabrico tractores y compro comida barata de algún país rural) o, tengo que empezar a pagar más caro el costo de la mano de obra rural y eso encarece la comida.

Salvo que use un modelo de "mano de obra extensiva" para la industria pero permita una alta automatización en las tareas rurales !!

Los modelos utópicos a veces arreglan una "injusticia" pero, generan "problemas" adicionales. Hay que tener cuidado siempre de entender por qué y cómo ocurren las cosas... y muchas veces tienen una razón de ser.

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Re: POST: John M. Greer –"Retrotopía (VII): Una cuestión de subsidios"

Demóstenes Logógrafo
Hola Darío,

Al margen de las limitaciones que el sistema imaginado por Greer pueda tener (que seguro que las tendría de ser llevado a la práctica), hay que tener en cuenta algunas cosas sobre lo que comentas:

-El Druida hasta el momento de este post sólo se ha ocupado de la estructura industrial de Lakeland. En los siguientes posts va desgranando también la cuestión energética, la financiera/mercantil y algunas cuestiones políticas. Más tarde, el protagonista sale de Toledo y viaja por otros lugares de Lakeland, incluso a condados rurales. Todavía no he leído en profundidad esa parte, así que no sé si da respuesta a lo que comentas, pero veamos qué nos trae ;-)

-En el sistema económico de Lakeland los bienes de consumo manufacturado tienen algunos gravámenes que no resultan económicos. Entiendo que el gobierno puede adaptar los impuestos para cubrir el total de los costes derivados de la producción (acabando así con la "externalización" de los costes de que habla en el otro artículo que hemos comentado recientemente), y seguramente eso limita su demanda

-Por otra parte, como se verá en el siguiente post (supongo que tú ya lo leíste en su momento), la cantidad de energía disponible en Lakeland es bastante limitada, lo que no permite un crecimiento desaforado de la industria porque tampoco podrían sostenerlo con sus recursos energéticos

Yo particularmente esperaré a tener la saga más o menos completa antes de lanzarme a hacer una defensa o una crítica del sistema descrito... de momento lo veo bastante en la línea del movimiento por la simplicidad voluntaria, así que no pinta mal...