Esta es la décima entrega de la exploración de uno de los posibles futuros expuestos en este blog, utilizando la caja de herramientas de la ficción narrativa. Nuestro narrador toma un tren hacia las áreas de economía agrícola de la República de Lakeland, y comprende algunas de las razones por las que la República resulta tan difícil de invadir.
**************************** El teléfono sonó a las ocho en punto de la siguiente mañana. Estaba en el baño, intentando conseguir de mi máquina de afeitar eléctrica un afeitado la mitad de bueno que el de la barbería, sin conseguirlo. La apagué, la solté y llegué al teléfono al tercer tono. “¿Diga?” “¿Sr. Carr? Melanie Berger. Ya lo tenemos todo listo para su viaje de hoy. ¿Podrá estar en la estación a las nueve?” “Claro” contesté “Bien. Su billete le estará esperando, y el Coronel Tom Pappas se encontrará con usted allí. No tendrá problemas para reconocerle: busque una silla de ruedas y un bigote con las puntas curvadas” La silla de ruedas no sonaba como algo demasiado prometedor - no tenía idea de qué tipo de facilidades tenían los condados de niveles bajos de la República de Lakeland para las personas con discapacidad - pero me figuraba que la gente de Meeker sabía lo que hacía. “Así lo haré” “Estará de vuelta el sábado por la noche”, dijo Berger. “Al presidente le gustaría verle el lunes por la tarde, si está libre” “Lo pondré en la agenda”, le aseguré; el resto de la conversación según lo habitual y colgué Sólo me costó unos minutos hacer las maletas para el viaje, y en seguida estuve fuera, bajando las escaleras y saliendo a la calle a llamar un taxi. Al salir a la acera, un chico con una bolsa de periódicos enrollados colgando de su hombro se giró hacia mí expectante y dijo “¿El Morning Blade? El satélite Nother ha sido destruido” La noticia parecía valer el precio del periódico; le entregué un billete y un par de monedas, me entregó el periódico, le di las gracias y me paré al borde de la calzada. Un par de minutos más tarde ya estaba sentado en un carruaje de dos ruedas que se dirigía a la estación, escuchando el clip-clop de los cascos del caballo y leyendo la historia de la portada. El chico que me vendió el periódico no había exagerado. Un pedazo de chatarra del satélite Progresso IV que había sido sacado de órbita por la basura espacial la semana anterior, se había estrellado durante la noche contra un gran satélite ruso de telecomunicaciones, dispersando fragmentos entre algún número de órbitas de medio rango a treinta y dos mil kilómetros por hora. No se habían registrado más impactos todavía, pero las probabilidades de un síndrome Kessler completo habían aumentado en un factor que no quería imaginarme. Aparte del hecho en sí mismo, sólo una cosa me llamó la atención en el artículo: un comentario de un profesor de astronomía de la Universidad de Toledo, diciendo que su departamento estaba calculando las órbitas de tantos fragmentos como habían sido capaces de detectar. Yo no sabía mucho sobre astronomía, pero había aprendido lo suficiente como para que la idea de intentar averiguar una órbita usando lápiz y papel me provocara dolor de cabeza. Me pregunté si se habrían rascado el bolsillo para comprar un ordenador de contrabando de algún círculo de contrabandistas de Chicago o algo así. Estaba a punto de terminar la primera sección del periódico cuando el taxi se detuvo en la acera de enfrente de la estación. Pagué al cochero, embutí el periódico en el bolsillo de mi abrigo y me dirigí adentro. El gran reloj encima de las taquillas marcaba las ocho y media; no había mucha gente en la cola, así que para las nueve menos veinte tenía el billete en el bolsillo y me dirigía hacia el andén cuatro. Casi había terminado de orientarme cuando divisé a un hombre fuerte sentado en una silla de ruedas en mitad del andén. Miró alrededor y me vió al momento, hizo un medio saludo distraído con una mano y giró la rueda hacia mí. Berger no había bromeado sobre el bigote; era grande, negro y curvado en las puntas. Eso y unas pobladas cejas eran el único pelo visible en su cabeza. Llevaba una chaqueta que le llegaba a la cadera, la primera de esa longitud que había visto en Lakeland, encima de un uniforme militar de color verde oliva. “¿Peter Carr?”, dijo. “Soy Tom Pappas. Llámame Tom; todo el mundo lo hace” “Encantado de conocerle”, dije, estrechando su mano. El tío tenía unas manos del tamaño de jamones, y su presa habría puesto en apuros a un gorila. “Melanie me dice que asustaste al jefe ayer”, dijo con una risita. ”Probablemente sabes que hemos tenido un montón de visitantes semi-oficiales desde que se abrieron las fronteras. Por supuesto, todos ellos querían saber cosas de nuestro ejército. Trata de adivinar cuántos de ellos hicieron esa pregunta cara a cara con el presidente” “No puedo ser el único”, protesté “No, no el único. ¿Alguna vez has visto a Bayard Batchley?” Estallé en una carcajada. “Sí, alguna vez me he encontrado con él. No me digas que él es la otra persona” “Lo has pillado a la primera. Por supuesto, fanfarroneó todo el tiempo, al estilo tejano, y más o menos insinuó que al ejército de Texas se le hacía la boca agua ante la perspectiva de invadirnos” Sacudí la cabeza, todavía riendo. “Apuesto a que sí. Estuve en una misión de comercio en Austin hace un tiempo, y asistimos a una conferencia de Batchley, que quería dar la impresión de que todo el mundo en Philadelphia iba a morir de hambre si no se encargaban envíos de ternera de Texas esa misma semana. “Sí, suena bastante probable” El tren llegó al andén en ese momento, y el rugido de la locomotora borró cualquier posibilidad de posterior conversación por el momento. El revisor tomó nuestros billetes y nos dirigió a uno de los coches. Me pregunté cómo iba Pappas a subir los más de treinta centímetros entre el andén y la puert, pero antes de terminar de formularme la pregunta, uno de los asistentes del tren extrajo una rampa de acero de debajo del escalón y la deslizó hasta el suelo. Pappas rodó por encima hasta el vagón, el asistente devolvió la rampa a su lugar, se dijeron unas pocas palabras, y Pappas hizo rodar su silla hacia un sitio al fondo del vagón, plegó uno de los dos asientos y aseguró su silla con un par de bandas de sujeción antes de que yo le hubiera seguido. Tomé asiento a su lado. “¿Tienen este tipo de cosas en todos sus trenes?” “¿Espacios para sillas de ruedas? Puede apostar a que sí. Tenemos muchos veteranos discapacitados de la Segunda Guerra Civil, por supuesto, y algunos más del ‘49. Así es como acabé yo en esta cosa - hice el estúpido durante el sitio de Paducah, y acabé con algo de metralla en la base de la columna” El tren se llenaba a nuestro alrededor. “Lamento oír eso”, dije “Oh, no es que esto me frene mucho. La única queja que tengo es que estoy pegado a una mesa de trabajo en Toledo, en lugar de estar ahí fuera en el campo”. Agitó su cabeza. “¿Qué te han contado de nuestro ejército?” “¿Aquí o allá en casa?” “Donde sea” “Aquí nada. Allá en casa” - recordé los resúmenes que me habían dado, sin contar las partes clasificadas. “Están bastante desconcertados. Sabemos que tienen un servicio militar universal a la manera de Suiza, pero no tecnologías militares modernas - mucha infantería ligera y artillería de campo, pero ni blindados, ni drones, ni fuerzas aéreas dignas de mención, y un guardacostas glorificado en los Grandes Lagos” Él asintió mientras el tren se ponía en marcha. “Es bastante correcto. Y se preguntan cómo podemos tirar con eso” “Es una preocupación”, dije. “Como le dije al presidente Meeker, no queremos un estado fallido o una zona de guerra en nuestra frontera occidental” Papas se rió como si hubiera hecho un chiste. “Apuesto a que sí. ¿Qué tal si te dijera que tenemos menos pinta de acabar así que cualquier otro país en este continente?” Le dirigí una mirada torva. “Tendría que decirme bastante más y más rápido para convencerme. Con ese tipo de armamento, no veo cómo esperan derrotar a un país con un ejército moderno” “No tenemos que derrotarles”, dijo. “Lo único que tenemos que hacer es quebrarles” Le miré con detenimiento. “La guerra no es barata” continuó. “El material de guerra moderno de alta tecnología eleva al cuadrado o al cubo los costes. La mitad de lo que causó el colapso de los viejos Estados Unidos fue la cantidad de dinero gastado en tratar de mantenerse por delante de la tecnología militar de cualquier otro. No le voy a preguntar cuánto tiene que pagar la República Atlántica cada año por sus drones, tanques robóticos, helicópteros cañoneros, misiles de crucero y todos los sistemas de información que necesitan para hacer funcionar todo eso; sabes tan bien como yo que es un buen pedazo del presupuesto nacional, gustoso apostaré a que tenéis que escatimar del resto de vuestro presupuesto militar para conseguirlo, lo que significa que vuestros soldados rasos no tienen ni el entrenamiento ni la moral que deberían tener” No contesté. Al otro lado de la ventana los edificios comerciales dejaban paso a un vecindario residencial salpicado de jardines y parques. “De modo que se os va un montón de dinero en material militar. Vamos a suponer que decidís invadirnos” “No es algo que vaya a ocurrir”, le dije “Sólo como ejemplo”. Descartó la objeción con su enorme mano. “Mandais vuestros drones y tanques robóticos, y vuestros helicópteros cañoneros, cercáis Toledo y cualquier otro lugar que vuestros generales piensen que es lo suficientemente estratégico como para merecerlo, y desplegáis un montón de infantería para tomar esos lugares. Habéis ganado ¿cierto? Excepto porque entonces es cuando empieza la diversión Toda esa infantería ligera y artillería de campo que has mencionado sigue ahí, distribuída por todo el país, y no depende de ningún tipo de mando centralizado. Tiene un entrenamiento de primera clase, y la mayor parte de ese entrenamiento está orientado a una cosa y sólo una: operaciones de insurgencia. Así que a la media hora de que vuestros drones cruzaran la frontera tendríais que lidiar con una completa insurgencia con buen armamento, con posiciones preparadas y una gran potencia de fuego en cada uno de los condados de Lakeland. Sin embargo, nosotros podremos continuar tanto tiempo como queráis continuar vosotros, y aún más, y cada día de la guerra os costará a vosotros mucho más de lo que nos costará a nosotros. Ah, y mucho del entrenamiento de nuestras tropas se centra en tomar vuestros útiles de alta tecnología con munición barata. Así que es el mismo tipo de agujero negro en el que los viejos Estados Unidos se metieron- no hay forma de ganar y las facturas simplemente crecerán hasta que volváis a casa.” “Estoy algo sorprendido de que me esté contando todo esto”, dije al cabo de unos momentos “No lo estés. Queremos que la gente de fuera sepa exactamente a lo que se van a enfrentar si nos invaden” hizo un gesto hacia fuera de la ventana. “Mira eso de ahí” Aún estábamos en la parte residencial de Toledo, el mismo parcheado de casas, jardines y pequeños distritos comerciales que había visto en todo el camino desde Pittsburgh, pero algo nuevo cortaba el paisaje: un canal. Todavía no tenía agua, por ello pude ver que los laterales estaban plagados de bloques de hormigón que debían de haber sido rescatados de alguna autovía de antes de la guerra. “Estamos construyendo de esos en todas partes en que el terreno lo permite”, dijo Pappas. “En parte es económico - los canales son más baratos de recorrer que ningún otro transporte- pero también tiene interés militar. Trata de cruzar uno de esos con un tanque, adelante. Hay muchas defensas de ese tipo. Cada condado tiene sus propias unidades militares y construye búnkeres, posiciones preparadas, trampas antitanque, cualquier cosa que imagines. Dado que no estamos interesados en invadir a nadie, podemos invertir un montón de recursos en ello” Decidí correr el riesgo. “Si no están interesados en invadir a nadie ¿Por qué su gente se tomó tanto trabajo en conseguir mapas topográficos detallados de nuestro territorio, antes de la apertura de fronteras?” Levantó las cejas. “¡Lo saben!” Asentí. “Tuvimos suerte” “Muy bien”, dijo Pappas. “¿Has oído hablar de nuestra escaramuza con la Confederación en el ‘49?”, le indiqué que siguiera, y sonrió. “Enviamos equipos al otro lado de la frontera, a su territorio, para sabotear su infraestructura. Puentes, líneas eléctricas, diques, todo lo que se te ocurra - cualquier cosa que hiciera aumentar el precio marcado en la etiqueta. Incluso teníamos un par de equipos en territorio brasileño haciendo lo mismo; y lo habríamos hecho aún más si la guerra no hubiera acabado cuando acabó.” “Así que es todo un tema económico”, dije “Por supuesto. ¿Sabes que Clausewitz dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios? Tenía razón a medias. Es también la continuación de la economía - Y el último tipo que permanezca en pie es el único que puede permitirse seguir luchando por más tiempo” Asentí. Al otro lado de la ventana, las primeras granjas y campos aparecían a la vista, marrones y con rastrojos o verdes con cultivos de invierno. “Por todo este país”, continuó Pappas, “tenemos hombres y mujeres jóvenes que prestan su servicio de dos años en el ejército, y un recordatorio posterior de dos semanas cada año mientras puedan sostener un arma - hay buenas razones para ello. A este país le tocó bailar con la más fea durante décadas antes de la Segunda Guerra Civil, luego tuvo que aguantar toda esa mierda durante los combates, y después - bueno, podría seguir. Nos dimos cuenta de la peor forma posible de lo que ocurre cuando dejas a algún imbécil en una preciosa casa blanca a miles de kilómetros que decida por ti cómo debes regir tu vida. Es por eso por lo que el presidente Meeker no es mucho más que un árbitro para organizar una manada con los partidos de la asamblea; es por eso por lo que cada condado decide tantos de sus asuntos mediante el voto directo - y es por eso por lo que la gente a la que verás mañana va a pasarse un bonito fin de semana de otoño disparando a drones.” “¿Eso es lo que tenemos en la agenda para mañana?” Levantó de nuevo sus hirsutas cejas. “¿Melanie no te contó nada?”, de repente se echó a reír con malicia y se frotó las manazas. “Oh tío, vas a recibir una buena educación” |
Muy buena traducción, gracias.
Si no he entendido mal, el ejército de Lakeland se basa en el sabotaje del enemigo y hacer una guerra de desgaste que será más cara cuanto más complejo y tecnológico sea el ejército invasor, provocando la retirada del ejército por el aumento de las facturas.
El mundo está gobernado por personajes que no pueden ni imaginar aquellos cuyos ojos no penetran entre los bastidores.
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Muchas gracias por la traducción.
Según las palabras del militar, la impresión que me ha dado a mí es más una guerra que tiene sus orígenes en la historia, y se basa en la imposibilidad de conquistar un país de forma continuada. Se trata de una guerra de guerrillas, en la que los habitantes cada zona de la república están muy mentalizados con su idea de "patria" (válgame el uso de la palabra), y no aceptará una invasión. Esto ya existió con la invasión napoleónica en España, con la invasión de los rusos y luego los usanos en Afganistán, la de éstos en Vietnam e Iraq... Es muy seguro que cada uno de estos países sean considerados como zonas invadidas, pero de ahí a dominadas y/o controladas hay un largo trecho. Es por eso por lo que Kambei nos acercó en su personal hilo la noticia/reflexión sobre las próximas guerras. Yo no diría próximas, sino las actuales, en las que el campo de batalla no está tanto en los montes/ciudades sino en el cerebro de todos y cada uno de nosotros. Es ese campo de batalla el que los habitantes de cada zona de Lakeland es el que tienen bien fortificado y con las defensas al día gracias a las dos semanas de instrucción/mantenimiento que reciben anualmente. Un saludo a todos
Regla de oro:
trata a los demás como querrías que te trataran a ti
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Un gran trabajo Demóstenes,
ya me gustaría tener el libro impreso:) Pero me está decepcionando Lakeland. Empieza a parecerse a los estados rebeldes comandados por masones en los primeros tiempos de los USA. JMG va a resucitar al General Custer. Un cojonudo genocida, por cierto.
Querido lector, si caíste por casualidad en este foro ya es demasiado tarde. No te molestes en entender el pico del petróleo, a partir de ahora podrás grabar con tu móvil secuencias terriblemente bellas de la Tercera Guerra Mundial. Sonríe!
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En respuesta a este mensaje publicado por Bihor
Creo que lo que nos va a proponer en el próximo capítulo de Retrotopía es lo que ya nos presentó anteriormente y que acaba de traducirnos abadín en su último trabajo de traducción http://foro-crashoil.2321837.n4.nabble.com/Cronica-de-la-decadencia-del-Imperio-13-El-fin-de-la-Guerra-de-la-gasolina-tp29079.html.
Regla de oro:
trata a los demás como querrías que te trataran a ti
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