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sorella on
Dic 30, 2014; 5:02pm
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http://www.elcaminorubi.com/el-blog/descansar-es-de-ricas/DESCANSAR ES DE RICAS
Descansar es un lujo. Es un privilegio. Lo es. Me revienta escribirlo pero es así. Por mucho que me duela dejarlo prendido de la pantalla, esto es así. Y este dolor de hacerlo palabra, no es más que la señal inequívoca de que la realidad, la cruel ficción-realidad, es ésta: No todas podemos descansar. Cierto es que las que podríamos no sabemos ni cómo empezar y nos lamentamos. Y nuestros lamentos no valen menos. También pesan y también tienen su espacio. Pero todo pasa por saber que es poco acertado decir: señora, descanse. Porque no, descansar no es lo que va a vestir a mis hijos ni a proveerlos de comida, ¿verdad?. Hemos participado activamente y hemos sostenido con nuestros cuidados y nuestro intelecto, este sistema en el que el descanso es un bien de lujo, un cheque en blanco de tiempo al que muy pocas podemos aspirar.
Mi madre no tiene tiempo para vivir su menopausia como sería lo deseado por su cuerpo. Trabaja, mantiene y soporta una casa, forzando su cuerpo al límite porque si ella se para, se para su pequeño- gran mundo. Y no sólo se para, si no que se precipita al vacío. Ella trabaja como una de 20- dice- porque las de 20 llegan pisando fuerte y ella, ella ha de hacer lo que está más allá de su cuerpo de 51 (esto lo da la experiencia). Cuando yo le decía a mi madre: ama, descansa. Tu cuerpo te lo está pidiendo. Ella me miraba con sus enormes ojos azul cielo. No le salían las palabras. Sonreía como la que observa, divertida, a una niña dar sus primeros y torpes pasos. Un día se atrevió a llevarme la contraria (en mi casa, esto es un deporte de riesgo): Hija, yo no puedo descansar. Está muy bien que mi cuerpo pida esto pero el banco pide lo otro, y en la calle no nos vamos a quedar. Me asusté. Y lloré. Así es, creer que todas podemos descansar es no ser consciente de los privilegios que cada una podemos tener. Para que yo pudiera optar a un trabajo y una forma de vida en la
que el descanso estuviera incluido, mi madre puso su agotamiento perpetuo como moneda para que yo cruzase el río (lo duro de esto es que ahora ella no me deja acompañarla a cruzar la orilla). En el otro lado del río, a veces, se te olvida que hay orilla. Se hace difusa. Hace poquito me culpaba por ello. Me avergonzaba de haberme esforzado en nadar hasta esta orilla. Mi madre y mi padre, taladraron el dique para que pudiera llegar y yo puse todo mi empeño en nadar contracorriente para dar con mis huesos en este prado mullido en el que hoy vivo. Y a veces, pocas pero algunas, se me olvida que en este río hay dos orillas. Y no se me olvida la orilla de donde vengo ni lo que traje de ella a ésta, pero sí que hay cosas, pequeñas- grandes cosas que no recuerdo porque nunca llegué a verlas pese a haber sido las velas de este cascarón de nuez: el descanso es una de ellas.
Podría autoflagelarme por no haber caído en la cuenta. Podría llorar angustiada por haber basado parte de mi trabajo en recomendar hacer algo (descansar), que entendía que todas las mujeres, podían. Podría y lo he hecho. Me he maltratado y me he puesto a llorar de rabia y de vergüenza. Pero esto no me lleva a ningún lugar. Ninguno que sea fértil. He pasado demasiado tiempo sintiéndome culpable por haberme alejado (no mucho) de la precariedad (no hace más de 1 año que esto ha pasado). Mi conciencia de clase es uno de los mayores lastres que he tenido nunca. Jamás me ha liberado ni me ha ayudado a acompañar libertades ni personas (que las libertades sin personas son papel mojado). Todo lo contrario, me ha hecho clasificar a las personas por un filtro teórico. Filtro que me ha impedido Ver Más Allá. Filtro que me ha ayudado a señalar los privilegios de lxs otrxs pero no a ver y acoger los míos. Porque tengo privilegios, porque algunos los he conquistado a sabiendas para poder vivir más tranquila (no pocas de las personas que vivimos en situaciones económicas complicadas la teoría y el orgullo de clase nos suele resbalar porque lo que importa es comer, vestir y soñar que algún día saldremos de allí). Y ahora que los tengo, tras tanto esfuerzo, me sale avergonzarme, y arrepentirme y pienso, y también siento, que soy una desagradecida de cuidado. Ahora que tengo algunos de ellos, soy tan chula, que puedo arrepentirme y además rechazarlos si quiero. Después de que la rubia de metro cincuenta y siete, de ojos azules cielo trabaje de sol a sol, yo, YO, digo que no quiero disfrutar de mi derecho humano conquistado gracias a ella y a él y a la pequeña Erika que no dejaba de estudiar día sí y día también. No. Esto no puede ser así. Los privilegios existen y están para alcanzarlos y expandirlos y acompañar a otras a tomarlos y estas otras, como yo, ha de ser responsables de dinamitarlos y hacer entre todas, una lluvia de estrellas que empape a todas. Lo cruel de los privilegios, sí es su existencia, pero a la vez es guardarlos en una cajita. Si yo puedo descansar (y juro que me cuesta horrores hacerlo y creer que me lo puedo permitir) ¿Cómo puedo hacer que mi madre descanse? Y yendo más allá ¿Cómo podemos hacer las privilegiadas del descanso, para expandir este bien de lujo? ¿Cómo hacemos para generar este espacio? ¿Cómo nos organizamos para hacernos con el tiempo?
(El artículo sigue en el enlace arriba indicado)