Re: Coronavirus: ¿Colapso "controlado" del sistema?

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Sjursen: ¿Qué demonios está haciendo Estados Unidos al bombardear Somalia?

La administración Trump ha intensificado silenciosamente una campaña de bombardeos viciosos y asaltos encubiertos en Somalia en medio de una pandemia mundial de coronavirus. Ni la Casa Blanca ni el Pentágono han proporcionado ninguna explicación para la escalada mortal de una guerra que el Congreso no ha declarado y los medios rara vez informan. En juego hay muchos miles de vidas.

Las estadísticas públicas muestran un aumento considerable en los ataques aéreos desde la presidencia de Obama. De 2009 a 2016, el Comando de África del ejército estadounidense (AFRICOM) anunció 36 ataques aéreos en Somalia. Bajo Trump, llevó a cabo al menos 63 bombardeos el año pasado, con otros 39 ataques de este tipo en los primeros cuatro meses de 2020. El objetivo estadounidense aparente ha sido generalmente el grupo insurgente islamista al-Shabab, pero a menudo el real, o al menos consecuente - las víctimas son civiles somalíes en una larga batalla.

En cuanto a las víctimas más directas, queda claro que los oficiales de asuntos públicos de AFRICOM notoriamente conscientes de la imagen han contado y reportado durante mucho tiempo el número de civiles muertos en sus bombardeos aéreos en expansión. Según Airwars, un grupo de monitoreo de ataques aéreos con sede en el Reino Unido, las muertes de civiles, aunque bajas en relación con otras campañas de bombardeos en Irak, Afganistán o Siria, pueden exceder las estimaciones oficiales del Pentágono hasta en un 6,800 por ciento. Solo estas muertes no cuentan ni la mitad. Decenas de miles de somalíes han huido de áreas que Estados Unidos bombardea regularmente, filtrándose en campos de refugiados ya superpoblados fuera de la capital de Mogadiscio.

Hay aproximadamente 2,6 millones de desplazados internos (PDI) en Somalia que apenas sobreviven y que a menudo dependen de la ayuda humanitaria. Tan vulnerables son los refugiados en los campos de infectados de pandemia como placa de Petri, que una madre de siete describió sentirse "como si estuviéramos esperando la muerte". Sus temores pueden resultar justificados. Recientemente, los casos de coronavirus han aumentado rápidamente en Somalia, un país sin un sistema de salud pública, y debido a la disponibilidad de pruebas severamente limitadas, los expertos creen que el recuento real es mucho mayor de lo informado. No importa cómo AFRICOM lo haga girar, su guerra escaladora solo exacerbará la lenta crisis del país.

Una historia de fondo sórdida

Si bien un análisis exhaustivo de la sórdida historia de las operaciones militares de EE. UU. En Somalia llenaría múltiples volúmenes, vale la pena recordar los contornos básicos del registro de Washington. Durante la Guerra Fría, los Estados Unidos presionaron a las Naciones Unidas para que entregaran la región étnicamente somalí de Ogaden a Etiopía, y luego procedieron a armar y respaldar a este enemigo jurado de Mogadiscio. Eso fue hasta que los oficiales militares etíopes marxistas tomaron el poder en un golpe de estado de 1974, momento en el que Estados Unidos se volvió un centavo y cambió de bando. Washington luego respaldó a Somalia en la guerra que siguió sobre Ogaden. Durante la siguiente década y media, Estados Unidos apoyó al abusador y corrupto dictador somalí Mohammed Siad Barre.

Sin embargo, después de la caída del Muro de Berlín y Barre, un notorio violador de los derechos humanos, había sobrevivido a su utilidad de la Guerra Fría, el Congreso suspendió la ayuda militar y, lo que es más importante, económica. Barre pronto fue derrocado en un golpe de estado, y las milicias basadas en clanes dividieron los restos del estado somalí. La guerra civil se desencadenó y cientos de miles de civiles murieron de hambre en la hambruna que siguió. Gracias a la exitosa película de Hollywood de 2001 "Blackhawk Down", lo que vino después es un poco de la historia somalí que la mayoría de los estadounidenses conocen. En 1992, las tropas estadounidenses se infiltraron en Somalia para apoyar lo que comenzó como una respuesta humanitaria de las Naciones Unidas. Sin duda, eventualmente hicieron algo bueno.

En el caos, la ONU y especialmente Estados Unidos tomaron partido en la guerra civil. Luego, después de que operadores especiales estadounidenses mataron a numerosos civiles en la búsqueda de un señor de la guerra en particular, miles de somalíes enojados se volvieron contra un grupo de guardabosques del ejército y comandos de la Fuerza Delta durante otra incursión fallida. En la batalla de un día que inspiró la película, 18 soldados estadounidenses y, mucho menos reportados, unos 500 hombres, mujeres y niños somalíes fueron asesinados. Sin el estómago por la mala presión de las bolsas de cadáveres que se llevan a casa, el presidente Bill Clinton retiró a las tropas en cuestión de meses.

Durante varios años, Washington volvió a ignorar en gran medida la tragedia somalí en curso. Eso es hasta que los ataques terroristas de 2001 en Nueva York y Washington, DC, colocaron a la región, y cualquier cosa vagamente islamista, en la mira del Pentágono. No había habido mucha presencia de al-Qaeda en Somalia en ese momento, por lo que Estados Unidos básicamente "inventó" una. En 2006, después de que un movimiento imperfecto pero popular de los tribunales islámicos aportó cierta estabilidad al capitolio, Washington alentó, respaldó e incluso participó en una invasión etíope.

Esto también fue contraproducente. La línea más dura de al-Shabab fue empoderada, catalizada en gran medida y creció en popularidad a través de su resistencia a la ocupación ilegal de Etiopía y a los corruptos gobiernos provisionales respaldados por la ONU y los Estados Unidos que siguieron. Lo que el director de operaciones de AFRICOM llamó la "enfermedad" de al-Shabab ahora se utiliza como una vaga justificación de la última escalada en los ataques aéreos estadounidenses.

LA Inercia del AFRICOM

¿Cuántos estadounidenses saben que unos 500–800 soldados estadounidenses tienen su base en Somalia en un momento dado? Es probable que menos personas tengan la menor idea de que tres estadounidenses fueron asesinados en la vecina Kenia hace solo unos meses, cuando al-Shabab casi invadió una base aérea que albergaba a algunas tropas estadounidenses.

La apatía y la ignorancia son lo suficientemente preocupantes, pero como ha sido el caso de casi todas las intervenciones recientes en el Gran Medio Oriente, la agresiva política de Somalia de Washington ha resultado contraproducente. Cuanto más intensos y abiertos sean los ataques militares y la presencia de los EE. UU., Al Shabab se empodera más, ya que el grupo es tan resistente al movimiento nacionalista como el grupo terrorista. Si bien esta tripulación ciertamente aborrecible mata y oprime a los civiles somalíes tanto o más que las bombas estadounidenses o las fuerzas de seguridad del gobierno respaldadas por los EE. UU., El auto-sabotaje de Washington es real. Como concluye un informe del Proyecto Costes de Guerra de la Universidad de Brown: "Al-Shabaab es impulsado, en parte, por la guerra de los Estados Unidos contra él". Aunque afiliados a al-Qaeda, los reclutas, la experiencia y las quejas de al-Shabab son principalmente locales. La mayor parte del financiamiento proviene de la piratería y otras empresas criminales.

Las Naciones Unidas, con el apoyo tácito de incluso los aliados de la OTAN de Estados Unidos, han pedido un alto el fuego mundial durante la pandemia de coronavirus. El equipo de Trump solo ha intensificado las acciones militares en varios puntos críticos, especialmente en Somalia. Esto no sentará bien a los aliados, adversarios o naciones neutrales por igual. En todo caso, lo llevará a los brazos de Rusia o China. Ante tal inercia estratégica, uno no puede evitar desear que el ejército de los Estados Unidos preste atención a su propia doctrina.

Podría comenzar con el número cuatro en su lista de las ocho "paradojas" de la contrainsurgencia: "No hacer nada es a veces la mejor acción".