Cómo encarar el colapso (III). El espíritu del descenso.

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Cómo encarar el colapso (III). El espíritu del descenso.

Didi Sóller
Al final se alargará y todo el asunto

Si toqué ya el tema del dónde y traté en buena parte el cómo, ahora debo adentrarme en el porqué y en el cuándo como siguientes pasos lógicos en el estudio de la propia respuesta ante el colapso.

Nuestra situación es la siguiente: Todos los que ya estamos aquí hemos visto en buena parte la naturaleza de nuestra sociedad, intrínsecamente autodestructiva, deshumanizante y caduca. Unos más que otros habremos visto holísticamente los problemas de nuestra sociedad, pero a parte de nuestro grado de rebelión interna contra la lógica de este mundo, todos hemos tomado o estamos tomando según nuestra perspectiva, medidas para el futuro que viene y ya está aquí.

Lo que ocurre es que mucha gente duda del cuándo dar el salto, temiendo que añoren, entre árboles, trabajo duro y ausencia de TV, su cómodo coche, su internet, su estabilidad laboral, y en definitiva, todo lo que les permitía vivir entre algodones, sin responsabilizarse de su propia vida, pagando con su sueldo el trabajo que uno mismo debería hacer. Entonces el problema no es del cuándo, es del porqué. ¿Porqué alguien va a perder su cómoda vida a cambio de libertad y riesgo? ¿Porque no intentar alargarlo hasta la última gota de petróleo, hasta la última subvención, hasta el último panem et circenses?

Lo más probable es que el test de Myers Briggs del que ya se ha hablado también pueda identificar personas que fácilmente darán el salto, personas que les costará y personas que nunca lo harán, pero ese test nos muestra actitudes, no leyes inmutables. No es innato el carácter y virtud de una persona, pues esta se autoconstruye para bien o para mal, y ser determinista con la conducta humana sería en este caso una actitud pueril, pues no nos responsabilizamos de nuestros actos porque "así somos y no cambiaremos".

Pero entonces, ¿cuál es la razón de dar el salto? ¿El colapso? En mi opinión, los peakoilers que realmente se lanzarán a la aventura son aquellos que lo hubiesen hecho igualmente sin conocer el Peak Oil, porque para el que desea arrancarse sus cadenas, vivir en el campo, el que ansía la libertad y el riesgo, componente fundamental de la vida, simplemente lo hubiese hecho igualmente y su cuándo es "lo antes posible". El colapso no es más que un Tic-Tac que se añade a la carrera por huir de su ciudad lo antes posible, avisándole de que no puede dormirse en los laureles.

Esto quiere decir que hay otro tipo de peakoilers, los que no lo ven como una carrera hacia el futuro, sino como la destrucción de su pasado. De un pasado de burbujas, buenos sueldos, subsidios, expediciones humanas a la Luna y viajes en airbus a Katmandú. Lo ven como el terremoto que sacude los pilares de su vida y del que huyen, intentando encontrar un lugar donde llevar cadenas aún sea agradable y esté perfumado de una falsa dignidad, que desaparece al pensar la situación en la que vivimos, mínimamente. Y esa no es la actitud, porque los algodones entre los que hemos estado viviendo un día desaparecerán, y quién no ha aprendido a manejar la libertad y el deber, el riesgo y la autosuficiencia, se encontrará, aunque tenga todos los recursos para dar el salto a mano, totalmente desorientado.

De esto se deduce que ser peakoiler y prepararse para el colapso no es aprender a hacer quesos y cultivar un huerto, o ver la producción de Bakken cada semana. Eso si lo dejásemos de monitorizar a cada segundo para saber cuánto tiempo de vida le queda a nuestro "querido" sistema no pasaría absolutamente nada. Prepararse para el colapso es prepararse mentalmente, darle un verdadero porqué a el "salto". La propia autoconstrucción conduce a hacer huerto y aprender a hacer quesos de por sí, pero sin una actitud adecuada, nada saldrá bien, querremos volver a lo que quede allí abajo en la ciudad, y abandonaremos nuestro intento a la primera. Por tanto, el peakoiler no solo debe buscar un buen lugar, ni encontrar su modo de sustento, sino que debe forjar un espíritu fuerte, virtuoso y con ansias de libertad para poder menospreciar los plazos, y traducirlos en un "ahora mismo", trabajando desde ya en salir de la ciudad.

En definitiva, antes de siquiera pensar en el cultivo de nuestras tierras, o construir la casita de barro y paja, debemos cultivarnos y construirnos a nosotros mismos para la aventura. ¿Cómo? Cada uno debe encontrar su modo, siendo siempre autocrítico, audaz y con aspiración a llevar consigo a los valores humanos más elevados.

Se que este post ha sido más metafísico, pero es lo que tienen las motivaciones humanas... Si sigo con la serie, próximamente trataré los siguientes temas: "cómo comenzar el proyecto" y "La Comunidad".

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Re: Cómo encarar el colapso (III). El espíritu del descenso.

Bihor
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Muy buenos tus comentarios, Didi.

Quisiera dar mi punto de vista a algunas de las cosas que en él has mencionado, y me han llamado la atención.

Dices, y me parece esencial: pagando con su sueldo el trabajo que uno mismo debería hacer.

Esto es la base de nuestra sociedad, yo hago esto por tí, o por otras personas, consigo un sueldo, y con él pago tu sueldo o el de otra persona para que hagas/haga un trabajo por mí.

Como idea base es genial, no todos tenemos las mismas aptitudes, y, mientras tú puedes ser bueno tallando, otra persona conoce muy bien como cultivar una huerta, otra es genial con los críos, y otra tiene las herramientas para llevarte la madera cortada por otra tercera persona en el monte para tus tallas... y así hasta el infinito, empleando todos su tiempo/habilidades/herramientas para llevar a cabo ciertas tareas que tú no puedes llevar a cabo por falta de tiempo/conocimientos/herramientas...

Quiero decir que este círculo es perfecto, siempre y cuando para incluirse uno en él se tengan bien claras las reglas del juego, todo el que se quiera sentar a esta mesa es bienvenido, por definición nadie es excluido, todos tenemos más o menos los mismos años de vida asignados, todos tenemos algo de valor que aportar a esta mesa, nuestro tiempo, trabajo y buen humor, para hacer más felices la vida de todos los sentados a la mesa.
El gran problema es cuando, en este círculo tan enorme y difuso, se empiezan a sentar personas que, aun sabiendo cuales son las reglas de este juego, no quieren seguirlas, quieren que los demás las cumplan pero ellos, con el 4 de oros quieren llevarse el 7 o el as. Estas patatas podridas son las que hacen que todo el saco hieda (he cambiado la palabra manzana, que es la habitual, por patata, pues cuando se pudre tiene un olor apestoso). Como cualquiera sabe, es mucho más fácil separar una patata podrida de una bolsa que tiene cinco kilos de patatas, mientras que separar una que esté en un montón de dos toneladas, es tarea titánica, pero ambas patatas, tanto la que se encuentra en un montón pequeño como en uno grande, tiene la capacidad de pudrir todas aquéllas que se encuentran en contacto con ella. Sólo existe una forma de evitar que cualquier montón pase a ser una pila de patatas podridas, y es revisar periódicamente ese montón y eliminar aquellas que pueden echar a perder toda una cosecha. Puede llegar a ser un trabajo titánico, casi sin fin, si uno se enfrenta a un montón enorme, pero realizable si se hace por varias personas y se lleva a cabo sobre muchos montones pequeños.

Con todo esto, quiero decir que, para mí, si queremos tener una sociedad viable, hemos de replantearnos el sistema educativo, hemos de inculcar, mejor dicho, convencer a todo el mundo, que lo mejor que podemos hacer, buscando nuestro propio beneficio, es el lograr que todos respeten las reglas de convivencia. Hace ya muchos años que tengo claro que esta sociedad ha puesto muchas, muchas reglas, pero, si empezamos a desplumar y quitar todo lo superfluo, nos quedamos con tan sólo una, mantenida por todas las corrientes ético-religiosas de todo tiempo y lugar:

                ----- No quieras para tu prójimo lo que no desees para tí -----

Ponedle a esa máxima el formato que querais, bajo el contexto que querais, que pienso que se mantendrá siempre vigente. Si queremos, ni tan siquera es una idea de altruismo, es una idea que puede ser vista desde un punto de vista completamente egoísta, pues siempre que hagas algo que tu desees por tu prójimo, generas una situación positiva en la que tú te mueves, mientras que cada acto negativo que llevas a cabo en tu entorno, hace que éste se degrade más y estará más cerca el momento en el que éste te devuelva a tí o a tu hijo el daño que le hiciste (quien siembra vientos, recoge tempestades).

Un saludo a todos, y más adelante haré mención a algún otro detalle que me ha llamado la atención, por el momento ya es bastante tocho lo que he escrito.

Regla de oro: trata a los demás como querrías que te trataran a ti
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Re: Cómo encarar el colapso (III). El espíritu del descenso.

Didi Sóller
En cuanto al trabajo especializado, tengo algunas reticencias. La hiper-especialización nos hace dependientes, pero tampoco vamos a obligar al cabrero a plantar patatas si lo que le gusta son las bellotas, el queso y la leche, ni al hortelano a irse al monte. Todo es cuestión de resiliencia. Además, cuanto más especializado un trabajo, más deshumanizante, porque cultivas solo una faceta tuya (¿acaso el oficinista hace ejercicio, o cultiva relaciones vecinales, como hacen el hortelano y el cabrero?¿Sabe procurarse su propio sustento por si mismo?). Si bien es cierto que la especialización aumenta la productividad, la mayor parte de las veces no necesitamos un aumento de esta.

Y en cuanto al trabajo asalariado, estoy totalmente en contra de él, pues es la esclavitud de la modernidad.

Por otro lado, yo más bien diría "ama al prójimo sobre todas las cosas", pero en general, concuerdo con lo que dices. Necesitamos un giro mental, de actitud y de valores de 360º, y esta frase podría ser la base sobre la que construir nuestro futuro.