Sófocles escribía Edipo en Colono, una de sus numerosas célebres tragedias, a sus noventa primaveras, esto es, dos años antes de morir. Giuseppe Verdi compuso su gran Falstaff, sobre el clásico de Shakespeare –su última ópera–, a los ochenta. Ana María Matute escribió su obra maestra Olvidado rey Gudú con más de setenta. Igmar Bergman estrenó su último y magnífico filme Saraband a los ochenta y cinco.
La artista conceptual Louise Bourgeois seguía más activa y preclara que nunca a los ochenta y muchos. Lo mismo que Manoel de Oliveira, que era centenario cuando entre muchos otros filmes, adaptó para el cine Gebo en la sombra. Oscar Neimayer también había rebasado los cien cuando proyectó el Centro de Santander que lleva su nombre... ¿Más? John Lee Hooker dio lo mejor de su desarmante blues a los ochenta largos, la misma edad con la que Clint Eastwood se perfecciona aún hoy como actor/director... o la misma que tenía José Saramago cuando comenzó a recoger laureles, claro que en su caso tuvo mucho que ver el hecho de recibir el premio Nobel. La percepción de la vejez Esa eventual relación de destacados personajes de las artes y la literatura que alumbraron –y aún alumbran– obras maestras a una edad provecta podría ser infinita. Y a pesar de vivir en una sociedad en la que el progreso y la vejez se han democratizado, una sociedad de la información en la que la gente tiene presentes esos referentes culturales, la tendencia hoy es a construir la peor idea que sobre la vejez se haya podido perpetrar. ¿Por qué? “Para ser justos, nuestra percepción actual de la vejez tal vez tampoco sea la peor que hemos tenido en la historia; pero sí que es peor de lo que debería ser, a la luz de las condiciones en las que hoy podríamos vivir –aprovechar y disfrutar– esa etapa concreta de la vida”, apunta el escritor y helenista Pedro Olalla. El autor de De senectute Política (Acantilado), el libro en el que propone un diálogo profundo con Cicerón sobre la filosofía en el ocaso de la vida, responde a este diario desde Antenas, donde está afincado. Hoy disfrutamos de muchos más años de plenitud: nuestro reto, ahora, es dotarlos también de sentido” PEDRO OLALLA Autor de De senectute Política “En principio, el que la humanidad en su conjunto haya elevado muy notablemente la esperanza de vida, debería ser una noticia feliz –prosigue–; además, con ese logro, la vida no se ha alargado por la etapa de la vejez (entendida como decrepitud y dependencia), sino por la de la madurez (entendida como plena posesión de facultades); sin duda, hoy disfrutamos de muchos más años de plenitud: nuestro reto, ahora, es dotarlos también de sentido. No sólo dar más años a la vida, sino más vida a esos años”. “Y si, para muchos, la llamada tercera edad sigue siendo un territorio denostado, es porque nuestra sociedad sigue valorando la vida conforme a dos patrones que encierran gran peligro para nosotros mismos: el de la juventud como valor supremo y el de la productividad como criterio incuestionable”. Mal menor’ de la pandemia Lamentablemente la crisis sanitaria del coronavirus ha venido a confirmar esa realidad, pues más allá de que el Fondo Monetario Internacional considere abiertamente a las personas mayores como un problema y una amenza para la economía –vivimos demasiado–, se ha cruzado una frontera moral cuando dirigentes de algunos países europeos han valorado como un mal menor inevitable que la senectud perezca en esta epidemia. Sin atisbo de rubor, se ha puesto sobre la mesa una suerte de selección natural muy conveniente. “Sí, y si no hemos reaccionado con mayor contundencia –asegura el escritor ovetense– es porque, por desgracia, tenemos muy interiorizado el darwinismo, con su ley del más fuerte y su selección natural, como una mecánica de la naturaleza a la que no podemos oponernos. Y, sin embargo, la verdadera civilización es una creación contra natura, contra la natura tal como la entienden las ideologías sociales que tratan de justificarse desde ese darwinismo”. “No consiste en aceptar la ley del más fuerte –añade el escritor–, sino en ponerle límites para que pueda darse la justicia. No consiste en aceptar la competitividad sin ley para que opere libremente la selección natural, sino en fomentar la colaboración y refrenar el egoísmo para que los derechos y los bienes fundamentales puedan existir y alcanzar para todos. Lo que ese darwinismo llama naturaleza no es sino barbarie”, concluye. De ser considerada sinónimo de experiencia, templanza y sabiduría –aunque como bien añade Olalla, esta última no es una condición inherente a la vejez: “es una conquista conjunta del cultivo, de la voluntad, de la experiencia, de la actitud crítica y de la humildad”–, la senectud ha pasado a asociarse a conceptos como el de carga social –o parking social–, deterioro físico, inutilidad, aislamiento, dependencia, enfermedad, mala memoria, analfabetismo digital, bailes de salón... Ah, y nietos. Y acaso porque en sociedades como la Española la actual generación de nietos ha tenido amplio contacto con ellos –sus progenitores trabajaban infinidad de horas– ahora los jóvenes ser rebelan y desesperan ante la idea de que mueran por la Covid-19. Lucha contra el ‘viejismo’ Se trata de la generación que luchó por la libertad y la democracia, por la igualdad y contra el racismo. Y ahora se ve obligada a luchar contra el viejismo, rompiendo los estereotipos y los cánones que les rodean: “No queremos una segunda juventud, esa etapa ya esta superada”, alega el movimiento Stop Viejismo. Porque estar orgulloso de haber llegado a la vejez no es algo que encuentre su encaje en una sociedad que envía estímulos constantes en favor de la belleza y la juventud que construyen a fuego una imagen peyorativa de la vejez. El inconsciente óptico está educado por un régimen audiovisual, y ante él somos acríticos” “Ojalá abriéramos los ojos y valorásemos más a las personas por sus valores humanos y no por su apariencia”, añade Patrícia Soley, autora de ¡Divinas! Modelos, Poder Y Mentiras. (premio Anagrama de Ensayo 20159. “Analizar la construcción social de la belleza nos hace dar cuenta de cómo nuestro inconsciente óptico, educado por un régimen audiovisual ante el que permanecemos acríticos, filtra lo que consideramos hermoso y deseable. Promover la alfabetización visual procuraría también un consumo más responsable que eliminaría el consumo superficial”. |
Sin olvidar al gran rebelde Epicuro de Samos. Enfrentado a platónicos y estoicos, sencillo,humano,compasivo, frugal. Espíritu libre, independiente, honesto y crítico. Consideraba la vejez como la mejor etapa de la vida. En las "Máximas Vaticanas" afirma : "No es el joven quien debe considerarse afortunado sino el viejo que ha bien vivido, pues el joven en la flor de la juventud yerra guiado por sus ideas confusas, en tanto que el viejo ha arribado a la vejez como a un puerto seguro, habiendo protegido su verdadera felicidad"
Ole. Entre tantos senderos que se bifurcan, en éste también nos equivocamos como especie, despreciando y olvidando a Epicuro frente a sus rivales filosóficos. Elegimos brumas,fríos, miedos y nieblas del espíritu. El sol de Samos, el sol de La Toscana, los rayos del sol poético de Castilla es lo que tienen. Invitan a tener una visión decente de la vida. |
Free forum by Nabble | Edit this page |