Supongo que no queda mucho más que interpretar, procesos desatados, relojes rotos, corrientes interrumpidas... Ahora falta sentarse y esperar, buscar un rincón bonito, con bonitos atardeceres y vivir cada día como el regalo que siempre fue. Quizá en la espera tengamos suerte, puede que mientras vamos reaprendiendo a vivir lo hagamos en un lugar válido, un entorno que sin saberlo esté protegido, resguardado, benigno, y en ese entorno se nos permita pasar el ciclo, el tránsito. Y, subsistiendo de manera más o menos digna, pasadas varias generaciones, salir a ver lo que quedó del mundo. Ha llegado el momento de no esperar, no esperemos a ver el dato definitivo, no pretendamos ser empíricos y si hemos de mover ficha hagámoslo por convencimiento interno, casi visceral y sin más confirmación que la de una naturaleza muriendo y desbarajustada.
Si por el contrario necesitamos esa última gráfica, ese último pistoletazo para comenzar a creernos lo que tantas veces hemos descrito aquí... puede que no nos dé tiempo a echar los últimos dados,
alea iacta est, y sólo hace falta una última tirada al todo o nada. El todo al poner toda nuestra existencia en manos de la naturaleza y esperar que esta siga siendo onmipotente y magnánima a la vez o la nada por confiar en nuestra capacidad de lo único que realmente hemos sido capaz de generar en 200 años, las mayores masacres (humanas y no humanas) las mayores fechorias, el mayor daño inimaginable que haya podido contemplar Gaia.
Ninguna gráfica te servirá hasta que no veas algo, con un significado real para ti, roto y despedazado por las cuatro costuras. Necesitamos que sea personal, que nos afecte en lo íntimo y cotidiano y eso hoy es demasiado dificil, demasiada profilaxis, demasiados algodones y juguetes como para creer que algo malo está a punto de sucedernos.
La cornucopia continua fuerte y constante, los excedentes se amontonan y queman cada día, la enésima técnica se sucede para solucionar el enésimo problema. El trigo se hibrida y el excedente de cereal no cesa, los acuiferos son explotados, centralizados y se estudia su capacidad hasta la última gota y es esa última gota la que acaba, sin desperdicio alguno, en la manguera del riego por goteo y la fruta no cesa, los animales son drogados, mutados y alimentados con lo que antes era un residuo pero ahora pueden consumir sin problemas y la carne llega puntual al super. El BAU y su cornucopia menguante se están volviendo extraordinariamente eficientes espoleados por una naturaleza que solo ha mostrado sintomas, todavía no enfermedad, y hemos necesitado agudizar nuestro ingenio hasta límites insospechados, antinaturales. Para, lo que pensabamos era, salir adelante cuando en realidad es una última huida a nuestros problemas.
Y el repertorio, el solucionario no se detiene aquí, quedan muchas otras cartas en la mano y muchas de ellas son verdaderamente dantéscas, demoniacas, inhumanas en el sentido más primigenio de la palabra. El BAU es capaz de comerse los pies para seguir creciendo y llegarán los tiempos (si es que no los estamos viviendo ya) de la gran exclusión, de los expulsados y represariados, los genocidios, la era de los parásitos y los parasitados, el tiempo de culpar a la propia humanidad de la imposibilidad de sobrevivir, de crecer.
La fé en el BAU es tan grande, ciega y absurda que no son pocos los que piensan que si hay un futuro, este pasa por reducir la población un 90% en una maniobra de evolución dirigida, una forma mortal de simplificación del problema que permita después retomar el solucionario de manera mucho más cómoda. Desprendidos de la moral, la ética y de nuestra humanidad habremos roto por completo los límites, si es que alguna vez los tuvimos.
Un saludo y suerte.
Preparándose para lo inevitado.
Cerrado
