Los godos del emperador Valente
27 Ene 2017/ARTURO PÉREZ-REVERTE / Patente de corso Patente de corso de Arturo Pérez-Reverte Este artículo ha recibido el XIII Premio Don Quijote de Periodismo al trabajo mejor escrito en la XXXIV edición de los galardones Rey de España, concedidos por la Agencia EFE y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, el día 24 de enero de 2017. Esta «patente de corso» de Arturo Pérez-Reverte fue publicada en XL Semanal, el 13 de septiembre de 2015. En el año 376 después de Cristo, en la frontera del Danubio se presentó una masa enorme de hombres, mujeres y niños. Eran refugiados godos que buscaban asilo, presionados por el avance de las hordas de Atila. Por diversas razones -entre otras, que Roma ya no era lo que había sido- se les permitió penetrar en territorio del imperio, pese a que, a diferencia de oleadas de pueblos inmigrantes anteriores, éstos no habían sido exterminados, esclavizados o sometidos, como se acostumbraba entonces. En los meses siguientes, aquellos refugiados comprobaron que el imperio romano no era el paraíso, que sus gobernantes eran débiles y corruptos, que no había riqueza y comida para todos, y que la injusticia y la codicia se cebaban en ellos. Así que dos años después de cruzar el Danubio, en Adrianópolis, esos mismos godos mataron al emperador Valente y destrozaron su ejército. Y noventa y ocho años después, sus nietos destronaron a Rómulo Augústulo, último emperador, y liquidaron lo que quedaba del imperio romano. Y es que todo ha ocurrido ya. Otra cosa es que lo hayamos olvidado. Que gobernantes irresponsables nos borren los recursos para comprender. Desde que hay memoria, unos pueblos invadieron a otros por hambre, por ambición, por presión de quienes los invadían o maltrataban a ellos. Y todos, hasta hace poco, se defendieron y sostuvieron igual: acuchillando invasores, tomando a sus mujeres, esclavizando a sus hijos. Así se mantuvieron hasta que la Historia acabó con ellos, dando paso a otros imperios que a su vez, llegado el ocaso, sufrieron la misma suerte. El problema que hoy afronta lo que llamamos Europa, u Occidente (el imperio heredero de una civilización compleja, que hunde sus raíces en la Biblia y el Talmud y emparenta con el Corán, que florece en la Iglesia medieval y el Renacimiento, que establece los derechos y libertades del hombre con la Ilustración y la Revolución Francesa), es que todo eso -Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare, Newton, Voltaire- tiene fecha de caducidad y se encuentra en liquidación por derribo. Incapaz de sostenerse. De defenderse. Ya sólo tiene dinero. Y el dinero mantiene a salvo un rato, nada más. Pagamos nuestros pecados. La desaparición de los regímenes comunistas y la guerra que un imbécil presidente norteamericano desencadenó en el Medio Oriente para instalar una democracia a la occidental en lugares donde las palabras Islam y Rais –religión mezclada con liderazgos tribales– hacen difícil la democracia, pusieron a hervir la caldera. Cayeron los centuriones -bárbaros también, como al fin de todos los imperios- que vigilaban nuestro limes. Todos esos centuriones eran unos hijos de puta, pero eran nuestros hijos de puta. Sin ellos, sobre las fronteras caen ahora oleadas de desesperados, vanguardia de los modernos bárbaros –en el sentido histórico de la palabra– que cabalgan detrás. Eso nos sitúa en una coyuntura nueva para nosotros pero vieja para el mundo. Una coyuntura inevitablemente histórica, pues estamos donde estaban los imperios incapaces de controlar las oleadas migratorias, pacíficas primero y agresivas luego. Imperios, civilizaciones, mundos que por su debilidad fueron vencidos, se transformaron o desaparecieron. Y los pocos centuriones que hoy quedan en el Rhin o el Danubio están sentenciados. Los condenan nuestro egoísmo, nuestro buenismo hipócrita, nuestra incultura histórica, nuestra cobarde incompetencia. Tarde o temprano, también por simple ley natural, por elemental supervivencia, esos últimos centuriones acabarán poniéndose de parte de los bárbaros. A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar. Ya no se puede. Nuestra propia dinámica social, religiosa, política, lo impide. Y quienes empujan por detrás a los godos lo saben. Quienes antes frenaban a unos y otros en campos de batalla, degollando a poblaciones enteras, ya no pueden hacerlo. Nuestra civilización, afortunadamente, no tolera esas atrocidades. La mala noticia es que nos pasamos de frenada. La sociedad europea exige hoy a sus ejércitos que sean oenegés, no fuerzas militares. Toda actuación vigorosa -y sólo el vigor compite con ciertas dinámicas de la Historia- queda descartada en origen, y ni siquiera Hitler encontraría hoy un Occidente tan resuelto a enfrentarse a él por las armas como lo estuvo en 1939. Cualquier actuación contra los que empujan a los godos es criticada por fuerzas pacifistas que, con tanta legitimidad ideológica como falta de realismo histórico, se oponen a eso. La demagogia sustituye a la realidad y sus consecuencias. Detalle significativo: las operaciones de vigilancia en el Mediterráneo no son para frenar la emigración, sino para ayudar a los emigrantes a alcanzar con seguridad las costas europeas. Todo, en fin, es una enorme, inevitable contradicción. El ciudadano es mejor ahora que hace siglos, y no tolera cierta clase de injusticias o crueldades. La herramienta histórica de pasar a cuchillo, por tanto, queda felizmente descartada. Ya no puede haber matanza de godos. Por fortuna para la humanidad. Por desgracia para el imperio. Todo eso lleva al núcleo de la cuestión: Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Ni sabe, ni puede, ni quiere, y quizá ni debe defenderse. Vivimos la absurda paradoja de compadecer a los bárbaros, incluso de aplaudirlos, y al mismo tiempo pretender que siga intacta nuestra cómoda forma de vida. Pero las cosas no son tan simples. Los godos seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Están en su derecho, y tienen justo lo que Europa no tiene: juventud, vigor, decisión y hambre. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse. Eso nos mete en el cogollo del asunto: la instalación de los godos, cuando son demasiados, en el interior del imperio. Los conflictos derivados de su presencia. Los derechos que adquieren o deben adquirir, y que es justo y lógico disfruten. Pero ni en el imperio romano ni en la actual Europa hubo o hay para todos; ni trabajo, ni comida, ni hospitales, ni espacios confortables. Además, incluso para las buenas conciencias, no es igual compadecerse de un refugiado en la frontera, de una madre con su hijo cruzando una alambrada o ahogándose en el mar, que verlos instalados en una chabola junto a la propia casa, el jardín, el campo de golf, trampeando a veces para sobrevivir en una sociedad donde las hadas madrinas tienen rota la varita mágica y arrugado el cucurucho. Donde no todos, y cada vez menos, podemos conseguir lo que ambicionamos. Y claro. Hay barriadas, ciudades que se van convirtiendo en polvorines con mecha retardada. De vez en cuando arderán, porque también eso es históricamente inevitable. Y más en una Europa donde las élites intelectuales desaparecen, sofocadas por la mediocridad, y políticos analfabetos y populistas de todo signo, según sopla, copan el poder. El recurso final será una policía más dura y represora, alentada por quienes tienen cosas que perder. Eso alumbrará nuevos conflictos: desfavorecidos clamando por lo que anhelan, ciudadanos furiosos, represalias y ajustes de cuentas. De aquí a poco tiempo, los grupos xenófobos violentos se habrán multiplicado en toda Europa. Y también los de muchos desesperados que elijan la violencia para salir del hambre, la opresión y la injusticia. También parte de la población romana –no todos eran bárbaros– ayudó a los godos en el saqueo, por congraciarse con ellos o por propia iniciativa. Ninguna pax romana beneficia a todos por igual. Y es que no hay forma de parar la Historia. «Tiene que haber una solución», claman editorialistas de periódicos, tertulianos y ciudadanos incapaces de comprender, porque ya nadie lo explica en los colegios, que la Historia no se soluciona, sino que se vive; y, como mucho, se lee y estudia para prevenir fenómenos que nunca son nuevos, pues a menudo, en la historia de la Humanidad, lo nuevo es lo olvidado. Y lo que olvidamos es que no siempre hay solución; que a veces las cosas ocurren de forma irremediable, por pura ley natural: nuevos tiempos, nuevos bárbaros. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte. Quizá con el tiempo y el mestizaje otros imperios sean mejores que éste; pero ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima. En ese trayecto sólo hay dos actitudes razonables. Una es el consuelo analgésico de buscar explicación en la ciencia y la cultura; para, si no impedirlo, que es imposible, al menos comprender por qué todo se va al carajo. Como ese romano al que me gusta imaginar sereno en la ventana de su biblioteca mientras los bárbaros saquean Roma. Pues comprender siempre ayuda a asumir. A soportar. La otra actitud razonable, creo, es adiestrar a los jóvenes pensando en los hijos y nietos de esos jóvenes. Para que afronten con lucidez, valor, humanidad y sentido común el mundo que viene. Para que se adapten a lo inevitable, conservando lo que puedan de cuanto de bueno deje tras de sí el mundo que se extingue. Dándoles herramientas para vivir en un territorio que durante cierto tiempo será caótico, violento y peligroso. Para que peleen por aquello en lo que crean, o para que se resignen a lo inevitable; pero no por estupidez o mansedumbre, sino por lucidez. Por serenidad intelectual. Que sean lo que quieran o puedan: hagámoslos griegos que piensen, troyanos que luchen, romanos conscientes –llegado el caso– de la digna altivez del suicidio. Hagámoslos supervivientes mestizos, dispuestos a encarar sin complejos el mundo nuevo y mejorarlo; pero no los embauquemos con demagogias baratas y cuentos de Walt Disney. Ya es hora de que en los colegios, en los hogares, en la vida, hablemos a nuestros hijos mirándolos a los ojos.
La noche es oscura y alberga horrores.
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Creo que el individuo es un producto de la sociedad en la que vive, y que ésta evoluciona con la historia. En consecuencia vemos , por ejemplo que en la sociedad romana ( otra de romanos . Je! Je! , Por cierto acabo de venir de Pompeya ) Se encontrabam unos tipos de personalidades muy distintos a lo largo de los siglos. Desde el pequeño propietario agrícola de los primeros tiempos pasando por el proletario del principio de la época imperial, hasta llegar al plebeyo frumentario que sólo estaba pendiente de las subvenciones de las que vivía y de los espectáculos gratuitos que le regalaba el erario público. Este último tipo humano era el necesario para un imperio que se juzgaba carente de amenazas externas y preocupado tan sólo de garantizar la paz social.
El rearme espiritual que propones para nuestros jóvenes, les llevaría a ser un tipo opuesto al de imbéciles cosmopolitas , consumistas y amorales que la globalización requiere. |
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Gran texto de Reverte pero, si leyera a Greer hubiera visto esta misma nota escrita hace... cuánto ?... 10 años atrás ?
En efecto, la Historia (o la Astrología según nos comentó Beamspot) tiene "ciclos". No siempre terminan igual pero, suelen ir por caminos parecidos. Europa sin duda, tras más de 70 años sin esas buenas guerras en las que solían degollarse a buen ritmo de modo periódico, da la sensación de estar cansada y aburrida... no hay "grandes sueños" por delante (la conquista del espacio parece que no va a ser) y sólo queda Instagram y discutir liviandades. Mientras tanto -y comparto lo de Reverte-, millones de desclasados y desafortunados de todo el mundo (en particular Africa y América Latina) ven con fruición la riqueza -y la pereza- de Europa y, como todo los desesperados de la Historia, corren el riesgo de ir allí a tratar de recoger las migajas -si son pocos- o directamente para quedarse con los Palacios y el Oro -si son muchos-. El proceso está en marcha. Ignoro si tomará 10 años o 50 años pero, cualquiera que haya leído la caída del Imperio Romano lo entiende como si estuviera leyendo las noticias. También puede que se dé una contrarreacción. Ha ocurrido antes también (recordar Viena o Navas de Tolosa) pero, para que ello pudiera ocurrir tendría que haber otra "fibra" en el cuerpo social que, al menos hoy no parece ser evidente AUNQUE, la existencia de un Orbán, de un Salvini, Le Pen o VOX podrían ser embriones de algo así. Me sorprende -o no, dependiendo cuál sea el "gran plan" detrás- la actitud de EE.UU. en esto. "Volar por los aires" los limes europeos (Gadafi, Al-Asad) para quien entiende las grandes corrientes de la historia es abrir la puerta a los bárbaros y, Europa como un todo no deja de ser un "lime" de los propios EE.UU. ¿ Por qué EE.UU. hizo -o fomenta- ésto ? Dos posibles respuestas: 1) Ignorancia e idiotez pura y dura... la pretensión de "dominar" la zona del petróleo en Medio Oriente lo llevó a tomar medidas ingenuas e inocentes pensando que la gente piensa igual en Siria que en Oklahoma. Se pegaron un tiro en el pié sin darse cuenta. Debilitar Europa es debilitar al principal aliado y su propio "lime" a escala global. 2) Acción Bizantina. Esto habla de algo más inteligente (y perverso e imperial). Hay que dividir y debilitar cualquier centro potencial de poder que pueda cuestionar al "Imperio" y, tras debilitar a Rusia tocaba el tiempo de Europa para evitar que se convirtiera en un centro de poder unificado. En este caso, tras debilitar Europa, el siguiente es China -poder emergente- y, si lo consiguen, habrán conservado el poder por otros 100 o 200 años. === Cualquiera sea la respuesta esto no quita la propia responsabilidad que tienen los europeos sobre su propio destino y, si están tan aburridos, aburguesados y frágiles como para darse por vencidos y querer suicidarse de modo colectivo... nadie va a impedírselo. El Mundo es un sitio muy cruel donde, cada quien, primero se mira su ombligo antes de ocuparse de los temas de otro. No deja de ser una pena porque... fue muy lindo mientras duró ! |
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Buen articulo: sin embargo Kafka lo dijo primero ...y mejor.
EL VIEJO MANUSCRITO Franz Kafka Podría decirse que el sistema de defensa de nuestra patria adolece de serios defectos. Hasta el momento no nos hemos ocupado de ellos sino de nuestros deberes cotidianos; pero algunos acontecimientos recientes nos inquietan. Soy zapatero remendón; mi negocio da a la plaza del palacio imperial. Al amanecer, apenas abro mis ventanas, ya veo soldados armados, apostados en todas las bocacalles que dan a la plaza. Pero no son soldados nuestros; son, evidentemente, nómades del Norte. De algún modo que no llego a comprender, han llegado hasta la capital, que, sin embargo, está bastante lejos de las fronteras. De todas maneras, allí están; su número parece aumentar cada día. Como es su costumbre, acampan al aire libre y rechazan las casas. Se entretienen en afilar las espadas, en aguzar las flechas, en realizar ejercicios ecuestres. Han convertido esta plaza tranquila y siempre pulcra en una verdadera pocilga. Muchas veces intentamos salir de nuestros negocios y hacer una recorrida para limpiar por lo menos la basura más gruesa; pero esas salidas se tornan cada vez más escasas, porque es un trabajo inútil y corremos, además, el riesgo de hacernos aplastar por sus caballos salvajes o de que nos hieran con sus látigos. Es imposible hablar con los nómades. No conocen nuestro idioma y casi no tienen idioma propio. Entre ellos se entienden como se entienden los grajos. Todo el tiempo se escucha ese graznar de grajos. Nuestras costumbres y nuestras instituciones les resultan tan incomprensibles como carentes de interés. Por lo mismo, ni siquiera intentan comprender nuestro lenguaje de señas. Uno puede dislocarse la mandíbula y las muñecas de tanto hacer ademanes; no entienden nada y nunca entenderán. Con frecuencia hacen muecas; en esas ocasiones ponen los ojos en blanco y les sale espuma por la boca, pero con eso nada quieren decir ni tampoco causan terror alguno; lo hacen por costumbre. Si necesitan algo, lo roban. No puede afirmarse que utilicen la violencia. Simplemente se apoderan de las cosas; uno se hace a un lado y se las cede. También de mi tienda se han llevado excelentes mercancías. Pero no puedo quejarme cuando veo, por ejemplo, lo que ocurre con el carnicero. Apenas llega su mercadería, los nómades se la llevan y la comen de inmediato. También sus caballos devoran carne; a menudo se ve a un jinete junto a su caballo comiendo del mismo trozo de carne, cada cual de una punta. El carnicero es miedoso y no se atreve a suspender los pedidos de carne. Pero nosotros comprendemos su situación y hacemos colectas para mantenerlo. Si los nómades se encontraran sin carne, nadie sabe lo que se les ocurriría hacer; por otra parte, quien sabe lo que se les ocurriría hacer comiendo carne todos los días. Hace poco, el carnicero pensó que podría ahorrarse, al menos, el trabajo de descuartizar, y una mañana trajo un buey vivo. Pero no se atreverá a hacerlo nuevamente. Yo me pasé toda una hora echado en el suelo, en el fondo de mi tienda, tapado con toda mi ropa, mantas y almohadas, para no oír los mugidos de ese buey, mientras los nómades se abalanzaban desde todos lados sobre él y le arrancaban con los dientes trozos de carne viva. No me atreví a salir hasta mucho después de que el ruido cesara; como ebrios entorno de un tonel de vino, estaban tendidos por el agotamiento, alrededor de los restos del buey. Precisamente en esa ocasión me pareció ver al emperador en persona asomado por una de las ventanas del palacio; casi nunca sale a las habitaciones exteriores y vive siempre en el jardín más interior, pero esa vez lo vi, o por lo menos me pareció verlo, ante una de las ventanas, contemplando cabizbajo lo que ocurría frente a su palacio. —¿En qué terminará esto? —nos preguntamos todos—. ¿Hasta cuando soportaremos esta carga y este tormento? El palacio imperial ha traído a los nómades, pero no sabe como hacer para repelerlos. El portal permanece cerrado; los guardias, que antes solían entrar y salir marchando festivamente, ahora están siempre encerrados detrás de las rejas de las ventanas. La salvación de la patria sólo depende de nosotros, artesanos y comerciantes; pero no estamos preparados para semejante empresa; tampoco nos hemos jactado nunca de ser capaces de cumplirla. Hay cierta confusión, y esa confusión será nuestra ruina.
Ahora tiro yo , porque me toca. (El Indio Solari)
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Lo que se está cayendo a pedazos es la idea de nación y de fronteras.
Esas unidades y herramientas de negocio que hacen agua por todas partes. La globalización de las pérdidas y del mercado consumidor están bien, así como de las consecuencias ambientales de la producción y extractivismo. Eso si, las ganancias y ventajas son NACIONALES. ¿Cuando dejamos de ser foráneos? ¿Una generación? ¿Dos? Todos somos extranjeros... Y todos somos, hemos sido o seremos godos. ¿De que lado estás? ¿Del imperio o de la horda? Abrazo |
En respuesta a este mensaje publicado por Dario Ruarte
Así es, por qué volar Siria y Libia? Pero no fueron solo los yankis, algunos europeos también participaron. Tan problemáticos podían ser Kadafi y Al-Assad?
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A ciertos grupos les podía molestar Gadaffi ya que el hombre tenía sus ambiciones y estaba abriendo su país a los chinos. También puede que el proyecto del Mar Verde no fuese visto con buenos ojos.
Siria , era el talón de Aquiles de Rusia, además de plantear problemas para el trazado de un gaseoducto que iba a transportar gas de Katar a Europa. |
No sé qué es todo eso de Kadafi. En cuanto al gasoducto, Irán, Iraq y Siria firmaron un convenio para llevar gas a Europa, y me imagino que iban a contratar a Rusia para que lo construya. Eso hubiera sido viable. Pero parece que Occidente tenía planes de llevarlo desde Catar... No hacía falta pasar por Siria para llegar a Europa, podían cruzar por Iraq-Turquía o por Israel; no veo cómo podían molestar los rusos
Como fuere, Europa se quedó sin el pan y sin la torta (pero con los refugiados) |
Lo cierto es que los chinos tuvieron que evacuar precipitadamente a veinte mil de sus compatriotas cuando se inició la guerra civil en Libia. Lo del Mar Verde era un proyecto para convertir Libia en un vergel, aprovechando un inmenso acuífero fósil existente en su subsuelo.
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