POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

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POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Spengler
https://elsortintdelacuixa.blogspot.com.es/2017/08/heraldos-de-un-futuro-oxidado.html

 Heraldos de un futuro oxidado


Imagen: Fábrica abandonada en Chicago, parte del Rust Belt estadounidense.

En el anterior artículo dije que se estaba utilizando a los avances tecnológicos en robótica y en inteligencia artificial como cabeza de turco, responsabilizándolos enteramente del deterioro del mercado de trabajo en Occidente. No fue casualidad que las voces que alertaban del apocalipsis robótico se multiplicaran el año pasado en medio de una de las campañas electorales más entretenidas de los últimos tiempos. Durante dicha campaña, el pasado 28 de junio de 2016, en una fábrica de reciclaje de metales de Pennsylvania, uno de los candidatos pronunciaba el siguiente discurso:

“Nuestros políticos han perseguido agresivamente una política de globalización – moviendo nuestros trabajos, nuestras fábricas y nuestra riqueza a México y a ultramar. La globalización ha hecho muy rica a la élite financiera que hace donaciones a los políticos. Pero ha dejado a millones de nuestros trabajadores sin nada más que pobreza y angustia.

Cuando el acero extranjero subvencionado inunda nuestros mercados, amenazando a nuestras fábricas, los políticos no hacen nada. Durante años han observado cómo nuestros puestos de trabajo desaparecían y nuestras comunidades se hundían en niveles de desempleo propios de una depresión.

Muchas de estas áreas todavía no se han recuperado. Nuestros políticos han quitado a mucha gente los medios de ganarse la vida y de mantener a sus familias. Artesanos cualificados y comerciantes y trabajadores de fábricas han visto cómo los puestos de trabajo que amaban han sido enviados a miles de millas de distancia. Muchas ciudades de Pennsylvania, una vez florecientes y bulliciosas se encuentran ahora en estado de desesperación.

Esta ola de la globalización ha acabado con nuestra clase media".

Ese candidato es actualmente el Presidente de los Estados Unidos… y lo es gracias (entre otras cosas) a relatos como éste.

Donald Trump llegó a la Casa Blanca repitiendo hasta la saciedad en su ronda de mítines por la América interior que el libre comercio sin restricciones había dañado seriamente a las empresas americanas al exponerlas de lleno a la competición internacional, y que al dañar a las empresas, había dañado también a los trabajadores que se ganaban la vida en esas empresas. Como consecuencia, se hacía necesario tomar medidas para proteger a esas empresas y convencerlas de que no trasladaran sus actividades al extranjero en busca de sueldos más bajos y regulaciones más laxas, lo que podía ser una solución para éstas, al reducir costes y aumentar su competitividad, pero no para los trabajadores, que verían cómo sus puestos de trabajo se esfumaban. Durante la campaña electoral, el candidato republicano propuso varias medidas para proteger a las empresas y a los trabajadores americanos de los efectos del libre comercio, como la implantación de elevadas tarifas a los productos procedentes de China, las amenazas a las empresas estadounidenses que decidieran irse a otro país o el abandono de varios acuerdos de libre comercio.

Como no podía ser de otra forma, este punto de su campaña fue duramente criticado por los líderes de opinión, considerado la enésima locura del hombre más odiado del planeta. Se le reprochó que estaba engañando a la ignorante clase trabajadora con su discurso populista, al culpar injustamente a la globalización de todos sus males, cuando las culpas tenían que buscarse en otros factores, como la rápida automatización de los procesos productivos. La mayoría de críticos ni siquiera llegaron a valorar realmente la narrativa en sí: incurriendo en una clara falacia ad hominem llegaron a la conclusión que Trump sólo podía decir disparates, y por lo tanto sus críticas al libre comercio y a la globalización por fuerza tenían que ser un disparate.

Por su parte, muchos asociaron las críticas al libre comercio del multimillonario (junto con sus comentarios sobre los inmigrantes, todo sea dicho) con el retorno de los tiempos más sombríos del siglo XX. Tras las elecciones de noviembre, muchos quedaron convencidos de que estábamos viviendo una repetición de los oscuros años 30, con su proteccionismo y su nacionalismo, y esta vez a Estados Unidos le tocaba representar el papel de Alemania. Y es que hoy en día, la mayoría de veces que se habla de libre comercio no se tiene en mente el significado concreto de la expresión. Para muchos, ser favorable o contrario al libre comercio no es una cuestión económica, sino moral. Ser favorable al libre comercio indica que le das la espalda al pasado y que estás preparado para el futuro. Indica que estás a favor de la libertad, del progreso y de la modernidad. Al contrario, si eres demasiado crítico con el libre comercio, eres un conservador intolerante y cerrado que nada en sentido contrario al curso de la Historia. En este sentido, cualquier impedimento al libre comercio no es sólo primitivo y económicamente ineficiente, sino que además es propio de tiempos pasados e incluso moralmente reprobable. Es una “pantalla” que, se suponía, ya habíamos pasado.

Pero al fin y al cabo, ni los que criticaban la narrativa anti-globalización porque venía de quien venía, ni los que disfrazaban sus críticas mediante argumentos de lo más manidos y superficiales, llegaron hasta el fondo de la cuestión: ¿la narrativa del magnate tenía alguna relación con la realidad, o eran puras invenciones destinadas a recaudar votos?

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Antes de nada, creo necesario recordar el significado concreto de un término hoy día más utilizado que comprendido, el libre comercio. ¿Qué es exactamente el libre comercio? Idealmente, es un sistema en el cuál los bienes y el capital pueden moverse con total libertad a través de las fronteras nacionales, sin pagar ninguna tarifa ni satisfacer ninguna cuota; los gobiernos no establecen restricciones a los productos importados ni exportados, ni a las inversiones de empresas extranjeras, ni ninguna otra regulación que dificulte el movimiento de bienes y capital.

Hoy día, casi todo el mundo educado, más allá de unos cuantos radicales irredentos, conoce la superioridad del libre comercio (“y si dudas de esa superioridad, ¡aprende economía!”). La gran mayoría de economistas están de acuerdo en que el comercio internacional, cuantas menos restricciones tenga, mejor. Esta creencia se basa en el principio de la ventaja comparativa, que básicamente establece que cada uno debería especializarse en hacer lo que mejor sabe hacer. Si cada uno se especializa en lo que sabe hacer mejor, la producción total será la máxima posible, y por lo tanto, habrá más pastel para repartir. Cualquier desviación respecto a este escenario hace que la producción total sea inferior a la óptima y que los recursos de que disponemos no se aprovechen de forma eficiente, y por lo tanto deberíamos evitarlas. Por eso se dice que el libre comercio es el mejor camino para conseguir bienestar y prosperidad para los 7.500 millones de seres humanos que habitamos la Tierra. Es algo que en círculos educados se considera obvio.

Pero si el asunto es tan claro y sencillo, ¿por qué hemos tardado tanto en darnos cuenta? ¿Por qué los países les ponían trabas al libre comercio? ¿Tan estúpida era la gente en el pasado? El principio de la ventaja comparativa data de principios del siglo XIX; desde entonces todo el mundo debería haber sabido que el proteccionismo solamente podía dañar…

Obviamente, el asunto no es tan claro y sencillo. Para empezar, no sé yo si dice mucho a favor del libre comercio el hecho de que los economistas convencionales lo tengan en un pedestal. Y evidentemente, no todo el mundo está de acuerdo con esa superioridad del libre comercio.

En este sentido, existe una corriente de pensamiento, encabezada por economistas heterodoxos como el coreano Ha-Joon Chang, que afirma que el libre comercio sin restricciones provoca por sistema que los países ricos se vuelvan más ricos y que los pobres sigan siendo pobres. No es mi intención entrar a valorar aquí esta narrativa. Cuestiones como si el libre comercio es positivo o negativo para el mundo en su conjunto, si perjudica o ayuda a los países pobres, o si sirve para aliviar la pobreza o sólo para aumentarla son motivos de mucha polémica, pero eso es material para otro artículo. Pero en cualquier caso, no creo que el libre comercio sin restricciones sea la panacea universal que nuestros líderes de opinión nos aseguran que es. Puede que ayude a mucha gente, pero también genera perdedores e incluso puede tener efectos secundarios indeseados.

Al exponer la narrativa con la que The Donald llegó a la Casa Blanca, quiero hablar de uno de estos efectos secundarios. Me refiero a un fenómeno que no es exclusivo de los Estados Unidos, sino que existe, en diferentes niveles y magnitudes, en la mayoría de países de lo que llamamos Occidente. Se trata del lento pero inexorable proceso de desindustrialización de estos países.

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En las últimas décadas del siglo XX, un porcentaje creciente de actividades industriales empezó a abandonar los países ricos de Europa occidental y de Norteamérica. ¿Cómo ocurrió eso? En primer lugar, la disminución de los costes de transporte posibilitada por la Era del Petróleo facilitó este proceso. Pero también influyó enormemente la competencia internacional: las nacientes industrias de algunos países no occidentales empezaron a quedarse con una cuota cada vez más grande del mercado occidental. Y de forma íntimamente relacionada, muchas empresas occidentales empezaron a trasladar parte de sus actividades hasta países donde los costes laborales fueran menores y donde los habitantes estuvieran acostumbrados a condiciones de trabajo más precarias, con el objetivo de reducir los costes de producción y aumentar con eso los beneficios de dichas empresas, ya fuera mediante la creación de filiales de la empresa principal en el país de destino o a través de la subcontratación de empresas ubicadas en dicho país.

Uno podría decir que esto era inevitable; a medida que los países no occidentales se fueran industrializando y que Occidente perdiera su liderazgo competitivo, las industrias emigrarían en busca de zonas del planeta más propicias para sus actividades. Pero tanto si era inevitable como si no, este proceso fue acelerado e impulsado por la multiplicación de los acuerdos internacionales de libre comercio firmados durante estas décadas, que iban dirigidos hacia la disminución de tarifas y de cuotas a la importación, la apertura de los mercados de capitales, y en general, a eliminar todo impedimento al libre tránsito de bienes y capital. Como ejemplos de estos acuerdos tenemos:

- las diferentes rondas del GATT y de su sucesora la Organización Mundial del Comercio,
- los diferentes acuerdos de integración europea que desembocaron en la Unión Europea,
- el NAFTA, que integra económicamente a los tres estados de Norteamérica,
- el Trans-Pacific Partnership (TPP), un acuerdo que Donald Trump probablemente haya asesinado antes incluso de que entrara en vigencia,
- el TTIP, de integración entre la Unión Europea y los Estados Unidos, que ha sido una gran fuente de críticas en el viejo continente.

Como consecuencia de estos acuerdos, las industrias residentes en los países ricos de Occidente quedaron cada vez más expuestas a la competencia de países como Japón, los Tigres Asiáticos y, más recientemente, China. De esta forma, el terreno quedaba bien abonado para la desindustrialización de Europa occidental y de Norteamérica.

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Si nos guiamos por la cantidad de gente empleada en la industria, concluiremos que el proceso de desindustrialización occidental está en un estado muy avanzado de gestación: la cantidad de gente empleada en la industria se ha reducido enormemente en las últimas décadas. En Estados Unidos, por ejemplo, en 2017 hay tanta gente trabajando en el sector manufacturero como en el año 1941, a pesar de que durante este tiempo la población se ha más que duplicado. En España, según datos del INE, en 2017, la cantidad de puestos de trabajo en la industria se ha reducido en más de un 25% respecto al año 1976, a pesar de que la población ha aumentado en casi un 30% durante este tiempo. En el Reino Unido la transformación ha sido aún más pronunciada, pues ha desaparecido un 60% de los puestos de trabajo industriales desde 1978, aunque durante este tiempo la población haya aumentado en más de un 15%. Evidentemente, la situación varía de país a país, y algunos como Alemania aún conservan un porcentaje relativamente elevado (aunque decreciente) de empleos industriales. Pero la tendencia general es innegable.

Como ya vimos en el artículo anterior, es muy popular entre la gente de bien decir que este descenso en el empleo industrial se debe enteramente al progreso tecnológico, que provoca que cada vez menos personas sean necesarias para producir cada vez más bienes. Según esta visión, no es que Occidente se esté desindustrializando (de hecho, según dicen, produce más que nunca), es que su industria se ha vuelto tan productiva y automatizada que casi no necesita trabajadores. ¿No es esto motivo de celebración?

Pero aunque ciertamente las mejoras productivas han tenido su papel en el descenso del número de trabajadores, negar que la competencia internacional y el libre comercio hayan tenido un fuerte impacto negativo en el empleo industrial occidental es cerrar los ojos ante una montaña de evidencias. Y es que no es sólo a nivel de empleo ha sufrido y está sufriendo el sector industrial, sino también a nivel de producción. Como los líderes de opinión se guían ingenuamente a partir de estadísticas tremendamente abstractas como el índice de producción industrial y prefieren ignorar completamente las evidentes limitaciones de estas abstracciones, actúan como alguien que decide no desplegar su paraguas bajo la lluvia porque su teléfono móvil le dice que hace sol, y no ven lo que está ante sus ojos: grandes sectores industriales que antaño fueron los puntales de las economías occidentales están muriendo lentamente, no sólo a nivel de empleo, sino a nivel de producción y de cuota de mercado internacional.

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Pongamos por caso la industria del acero. El acero es un material de suprema importancia en nuestra economía, con mucha diferencia el metal más utilizado en la industria. Está en todos sitios: coches, edificios, vías de tren, maquinaria pesada, embarcaciones, etc. Durante mucho tiempo la siderurgia fue uno de los principales pilares de la industria occidental. A partir de los años 1970, no obstante, empezó a languidecer.

Esto puede verse claramente en el siguiente gráfico, que muestra la evolución en la producción de acero en Estados Unidos y en las tres principales economías europeas, Alemania, Francia y Reino Unido, desde 1974 (gráfico de confección propia a partir de los datos de la World Steel Association):



Como puede verse, la producción de acero de las principales economías occidentales se ha reducido enormemente en las últimas 4 décadas (más de un 40% en Estados Unidos y Francia y más de un 50% en el Reino Unido; sólo Alemania ha perdido menos de un 30% de la producción). ¿Por qué ocurrió esto? ¿Ya no necesitaban tanto acero nuestras economías? ¿Quizá fuera una de las primeras señales de la tan cacareada desmaterialización de la economía? ¿O quizá el auge de materiales alternativos como el plástico hizo disminuir la demanda de acero? Según cuenta Tony Judt en su monumental libro Postwar (2006):

“No se trataba de que la demanda de acero se hubiera reducido tan drásticamente, puesto que, a diferencia del carbón, no podía sustituirse tan fácilmente. Lo que ocurrió es que, al ir entrando más países no europeos en las filas de los industrializados, la competencia aumentó, cayeron los precios y el mercado del acero producido con alto coste en Europa se vino abajo. Entre 1974 y 1986, la siderurgia británica perdió 166.000 empleos (aunque en ese último año la principal empresa británica del ramo, British Steel Corporation, tuvo beneficios por primera vez en más de una década)”.

Las fábricas de acero abandonadas del Rust Belt americano, de Inglaterra o del noreste de Francia son un recordatorio de lo que ha pasado con esta industria en los últimos 40 años. Ya entrado el siglo XXI, en una prolongación de la agonía de la siderurgia occidental, cantidades gigantescas de acero barato chino amenazan con inundar los mercados occidentales, obligando tanto a la Unión Europea como a los Estados Unidos a levantar tarifas y cuotas a la importación para proteger a sus propias industrias.

(Esto último, por cierto, demuestra que el “libre comercio” se usa como arma ideológica, pero que sus mismos defensores violan sus leyes cuando les conviene. El caso de la agricultura de los países occidentales, fuertemente protegida y subvencionada, es especialmente conocido).

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Imagen: Barco en proceso de producción, propiedad de una compañía de Guangzhou. China es el segundo mayor productor de barcos (en tonelaje total), sólo superado por Corea del Sur.

Otro sector industrial importante en tiempos pasados que ha sufrido un fuerte declive, aún más estrepitoso que el del acero, es el de la construcción naval. En el año 1960, los astilleros de los países de la Comunidad Europea producían la mitad de barcos del mundo. ¿Qué hay del año 2017? El mercado de la construcción de barcos se lo reparten básicamente Corea del Sur, Japón y China.

La historia, muy similar a la del acero: a partir de los años 60, los astilleros europeos se vieron perjudicados por la competitividad de los asiáticos, básicamente japoneses y coreanos. Cuando las crisis del petróleo de los años 70 provocaron una gran cantidad de cancelaciones de pedidos, los japoneses se quedaron con un porcentaje mayor del mercado (ya en 1975 la mitad de las embarcaciones producidas a nivel mundial eran japonesas), y los astilleros europeos se vieron con un exceso de capacidad productiva. Así narraba la situación un artículo del New York Times de 1984:

“En los hangares de montaje de Howaldtswerke- Deutsche Werft, un astillero de Alemania Occidental, inmensas máquinas de soldadura automática cuelgan ociosas mientras los trabajadores sueldan partes de barco de forma manual. Las máquinas fueron instaladas en los embriagadores años 1970, cuando el arsenal se estaba expandiendo a un ritmo frenético para satisfacer una demanda aparentemente insaciable de superpetroleros.

Las cosas han cambiado mucho desde entonces. En un lunes reciente 4.000 personas, en su mayoría trabajadores, se manifestaron por la ciudad para protestar por lo que llaman el hundimiento de la industria de la construcción naval. Howaldtswerke es el mayor empleador privado de Kiel, pero la compañía ha eliminado 6.000 puestos de trabajo en doce años y podría eliminar completamente la construcción naval comercial.

Los problemas de Kiel son típicos de las ciudades de construcción naval en Europa. La disminución del comercio debido a los problemas de solvencia de Europa del Este y del Tercer Mundo, junto con la amenaza de exceso de capacidad y los altos costes de producción, sacude a la industria europea. Y reemplazar los puestos de trabajo perdidos se hace cada vez más complicado.

Los otrora poderosos constructores de barcos de Suecia, como Kockums, han vuelto a ser rentables, pero sólo después de recortar su fuerza de trabajo de 28.000 a 8.000 en los últimos 10 años. British Shipbuilding está tratando de vender su filial Scott Lithgow, y planea cerrar tres hangares pequeños. En Francia, el gobierno socialista planea reducir su capacidad de construcción naval en un tercio durante los próximos tres años, eliminando aproximadamente 5.000 de los 22.000 puestos de trabajo actuales de la industria”.

Posteriormente, en el año 1994 se acordó entre los principales productores (Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Noruega y Estados Unidos) la eliminación de todos los obstáculos a la libre competición entre las industrias navales de los diferentes países, en una medida que entró en vigor en 1998. ¿El resultado? En 2016, entre Corea del Sur y China fabricaron el 70% del tonelaje total construido, Japón otro 20%, y el resto del mundo un 10%. Hoy día incluso navíos de la venerable Royal Navy británica se construyen en astilleros coreanos.

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Imagen: Planta de confección de artículos textiles, ubicada en la India.

¿Qué hay del pionero de la Revolución Industrial, el sector textil? El relato ya nos debería sonar. La gran diferencia de salarios y condiciones laborales entre los países occidentales y los del Tercer Mundo provocó la emigración de la industria textil en grandes cantidades desde los años 70. Países como Hong Kong, Vietnam, Malasia, India, Bangladesh o Filipinas fueron algunos de los destinos preferidos. Los países occidentales retrasaron un poco el colapso de sus propias industrias textiles mediante acuerdos como el Multi Fibre Arrangement (MFA), firmado en 1974 y que expiró en 2005, que establecían tarifas, cuotas y demás protecciones a las industrias y los mercados occidentales. Pero la dirección estaba clara.

Así, mientras cientos de miles de personas en China, Bangladesh o Vietnam confeccionan la ropa barata que compramos en Zara o en Pull & Bear, a nivel de empleo, este proceso de globalización del sector textil tuvo resultados horrorosos en Europa occidental y en Norteamérica. En Alemania, por ejemplo, se pasó de 500.000 empleados en el sector en 1970 a 100.000 en 2004. En Estados Unidos, durante las décadas de 1970 y 1980, cerraron el 95% de los telares de Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia. Para pueblos enteros, que habían sido construidos alrededor de la fábrica, la situación se volvió desesperada. En otro artículo del año 1984:

“Ahora la fábrica va a cerrar. La Riegel Textile Corporation, cuyo fundador deseaba las fuertes caídas a lo largo del río Saluda en 1905 para hacer funcionar su fábrica para hilar el algodón y tejer la tela, anunció el mes pasado que cerraba sus operaciones en Ware Shoals. […]

Durante los últimos 11 meses, unas 50 de las cerca de 1.700 plantas textiles en Carolina del Norte y del Sur o han cerrado o despedido permanentemente a los trabajadores. Esto ya ha costado a la industria 12.000 puestos de trabajo, dejando el empleo en el sector textil en los dos estados a menos de 330.000 puestos de trabajo, la cifra más baja en casi cuatro décadas. Se espera que se pierdan más puestos de trabajo el próximo año.

Con el cierre de la fábrica de ladrillo rojo, Ware Shoals no sólo pierde su principal fuente de empleo y su mayor contribuyente, sino quizás también su fuente de abastecimiento de agua municipal: la compañía aún posee y opera la planta de tratamiento que suministra agua a la ciudad. […]

La industria afirma que cierres como el de Ware Shoals son el resultado directo de la incapacidad de los fabricantes textiles nacionales para competir con la inundación incontrolada de las importaciones extranjeras de bajo coste, que les han costado millones de dólares en ingresos potenciales.

El mismo día en que Riegel anunció el cierre de la planta, dio a conocer una pérdida de 16,1 millones de dólares para el año fiscal, que la compañía atribuyó a las importaciones baratas procedentes de países con bajos salarios”.

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Uno puede pensar que estos declives son naturales. Todos los sectores de los que he hablado hasta ahora son industrias viejas y es inevitable y hasta saludable que nuestra economía evolucione y se expanda hacia otros campos más modernos y high-tech, como la robótica, la biotecnología o el sector aeroespacial, a medida que los antiguos van desapareciendo. Esto es el progreso, ¿no? Es indudable que se ha producido en cierta medida esta transformación, sobretodo en algunos países concretos como Alemania o Japón. Pero creo que se ha querido exagerar enormemente la magnitud y los efectos de esa transformación. Se trata de una excusa más para disfrazar un simple proceso de decadencia con una narrativa más estimulante y positiva.

Y dejando de lado el hecho de que seguimos necesitando y consumiendo acero, barcos y ropa en grandes cantidades, y no sólo productos de alta tecnología (de hecho, se puede argumentar fácilmente que necesitamos más los primeros que los segundos) es algo innegable que la emigración de las actividades industriales ha afectado también a las industrias más “modernas”. Pensemos por ejemplo en las experiencias de off-shoring de Boeing, el mayor fabricante aeroespacial del mundo a nivel de ingresos. O en las experiencias de las compañías farmacéuticas y de biotecnología. O también el caso de las tan celebradas tecnologías de la información. Vamos a ver con un poco más de detalle este último caso:

Pocos sectores despiertan tantas expectativas, tantas pasiones y tanta obsesión como las tecnologías de la información. Gadgets electrónicos, internet, Big Data, realidad virtual… todas esas cosas son tenidas como prueba irrefutable de que el Dios Progreso sigue vivo. Nos dicen que estamos en la Edad de la Información, o en la economía de la información. Podríamos decir que este sector es el símbolo de la modernidad.

Pues bien, este sector ha sufrido uno de los procesos de deslocalización más rápidos y súbitos en las últimas dos o tres décadas, hasta el punto de que apareció una palabra inglesa para definir a los puestos de trabajo perdidos debido a la emigración hasta países del Tercer Mundo: Bangalored, de Bangalore, ciudad india donde fueron a parar algunos de los primeros trabajos deslocalizados. Este proceso ha afectado a todo tipo de tareas relacionadas con las tecnologías de la información, desde tareas de desarrollo de software, que fueron de las primeras en ser deslocalizadas debido a los virtualmente nulos costes de transporte correspondientes (generalmente hacia países como India o Irlanda), hasta la manufactura de la infraestructura física en que se basan estas tecnologías (cantidades ingentes de dispositivos electrónicos fabricados en enormes naves industriales ubicadas en el este de Asia, donde grandes masas de personas dispuestas a modo de máquinas en una cadena de montaje ensamblan los diferentes componentes en tareas sumamente monótonas).

El caso más conocido en temas de deslocalización es Apple, la empresa con mayores ingresos del sector. Pocas empresas son más admiradas que Apple. Su modelo de negocio es estudiado en busca de su éxito. Sus productos son codiciados por una gran masa de fanáticos que hacen colas quilométricas cada vez que sale algo nuevo al mercado, y creo no hace falta hablar de la veneración que se le tiene al profeta Steve Jobs. Probablemente gran parte de su éxito se deba al buen uso que le ha sabido dar a la globalización. Una vez más, el New York Times lo explicaba en un artículo de 2012, cuando aparentemente aún no se había enterado de que culpar a la globalización por la pérdida de puestos de trabajo en Estados Unidos era propio de neo-fascistas, y que la gente de bien tenía que culpar a la automatización:

“Apple emplea a 43.000 personas en los Estados Unidos y 20.000 en ultramar, una pequeña fracción de los más de 400.000 estadounidenses que trabajaban en General Motors en la década de 1950, o los centenares de miles que lo hacían en General Electric en los 1980. Mucha más gente trabaja para los contratistas de Apple: 700.000 personas adicionales diseñan, fabrican y montan iPads, iPhones y otros productos Apple. Pero casi ninguno de ellos trabaja en los Estados Unidos. En vez de eso, trabajan para compañías extranjeras en Asia, en Europa y en otros lugares, en fábricas en las que casi todos los diseñadores de electrónica se apoyan para construir sus productos.

‘Apple es un ejemplo de por qué es tan difícil crear puestos de trabajo de clase media en los Estados Unidos ahora’, dijo Jared Bernstein, quien hasta el año pasado fue asesor económico de la Casa Blanca. […]

En sus primeros tiempos, Apple no acostumbraba a mirar más allá de su propio patio trasero para la fabricación de sus productos. Unos años después de que Apple empezara a construir el Macintosh en 1983, por ejemplo, Jobs se jactó de que era ‘una máquina fabricada en Estados Unidos’. En 1990, mientras Jobs dirigía NeXT, que más tarde sería comprada por Apple, el ejecutivo le dijo a un reportero que ‘estoy tan orgulloso de la fábrica como lo estoy del ordenador’. Aún en 2002, los altos ejecutivos de Apple ocasionalmente conducían dos horas al noreste de su sede para visitar la planta iMac de la compañía en Elk Grove, California.

Pero en 2004, Apple ya estaba recurriendo en gran medida a la fabricación extranjera. […] La mayoría de las compañías estadounidenses de electrónica ya se habían ido al extranjero, y Apple, que en ese momento estaba teniendo dificultades, sintió que tenía que aprovechar todas las ventajas. […]

‘La cadena de suministro en su totalidad está ahora en China’, decía un alto ejecutivo de Apple. ‘¿Necesitas mil juntas de goma? Es la fábrica de al lado. ¿Necesitas un millón de tornillos? Esa fábrica está a una manzana. ¿Necesitas ese tornillo hecho un poco diferente? Eso llevará tres horas’”.

Evidentemente, Apple no es una excepción. Actualmente no hay ninguna gran empresa del sector que no tenga la deslocalización de sus actividades como parte integrante de su modelo de negocio. IBM, Dell o Microsoft son sólo algunas de las empresas más conocidas del sector que han jugado esta carta.

La otra cara de la moneda la constituyen empresas como el gigante taiwanés Foxconn, que cuenta con “docenas de fábricas en Asia y Europa del Este, y en México y Brasil, y que ensambla aproximadamente un 40% de los productos electrónicos consumidos a nivel global, trabajando para clientes como Amazon, Dell, Hewlett-Packard, Motorola, Nintendo, Nokia, Samsung y Sony”.

 
Imagen: Trabajadores de una fábrica de Foxconn en Shenzhen (China), en 2010.

Hoy día, como resultado de este proceso de globalización, unos cuantos países asiáticos exportan entre otras cosas más del 80% de los circuitos integrados, más del 70% de los ordenadores, CPU, procesadores, etc. y más del 80% de televisiones, radios, equipos de sonido, etc. exportados a nivel global.

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Incluso en los sectores donde la industria ha mantenido más o menos el tipo, la cuota de mercado internacional se ha reducido enormemente, y en la mayoría de países la producción se ha reducido respecto a décadas pasadas. Es el caso, por ejemplo, del sector del automóvil, a pesar de ser una de las industrias más mimadas por los gobiernos, mediante rescates y subvenciones:
       
- Francia, por ejemplo, llegó a un pico de coches fabricados en 1989, con casi 4 millones de unidades producidas. Casi 3 décadas más tarde, apenas produce 2 millones.
- El Reino Unido, como de costumbre, lidera las estadísticas de desindustrialización, pues llegó a su máximo de producción hace más de medio siglo, en 1963, con 2,3 millones.
- En Estados Unidos, el pico fue en 1999, con más de 13 millones. Actualmente, la producción se mantiene relativamente elevada, en más de 12 millones, después de que la industria fuera rescatada por el gobierno en 2009, como si de un banco “Too Big To Fail” se tratara. En este caso, ha sido también muy importante la deslocalización dentro del país. Con el objetivo de aprovechar las grandes diferencias salariales y de condiciones laborales de las diferentes regiones y reducir así costes, gran parte de la industria (no sólo automovilística) ha emigrado desde las regiones industriales tradicionales, como Nueva Inglaterra y el Medio Oeste, con una clase trabajadora poderosa, fuertemente sindicalizada, hasta los estados del Sur, donde había mano de obra de abundante, en buena parte inmigrante, dispuesta a trabajar por mucho menos que los trabajadores del Norte. La ciudad fantasma de Detroit, que emergió gracias a la industria automovilística y que ha perdido casi dos terceras partes de su población desde mediados de siglo XX, ha sufrido de lleno este proceso.
- España tampoco es una excepción: llegó a su máximo en el año 2000, con más de 3 millones de unidades. No obstante, se ha recuperado en los últimos años y se espera que pueda superar esa cifra si sigue la tendencia actual. Sin embargo, el caso de España es un poco especial, pues ha sido tradicionalmente más un país de destino que de emigración de la industria, debido a sus sueldos relativamente bajos y a la cercanía con el enorme mercado europeo, lo que provoca que la mayor parte de sus coches fabricados sean exportados.
- Alemania, por su parte, la gran potencia europea en automóviles, no ha llegado aún a su pico previo a la crisis, en 2007, con 6,2 millones de unidades producidas, pero está cerca.

Mientras tanto, los países no occidentales se han ido quedando cada vez con más cuota de mercado. Aparte de Japón, que hace ya mucho tiempo que se convirtió en una superpotencia del sector del automóvil (es el tercer mayor productor a nivel mundial) y se encuentra en un declive relativo, y de Corea, que emergió unas décadas más tarde, en los últimos años han aparecido con fuerza en el mercado países como México, India y, sobretodo, China. Este último país, que en 2016 produjo más de 28 millones de coches, lo que le convierte con diferencia en el mayor productor mundial, aún no se ha expandido por los mercados occidentales, pero no sería de extrañar que lo hiciera en los próximos años.

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Es importante tener en cuenta que el fenómeno del que he hablado varía mucho dependiendo del país. Alemania, por ejemplo, se ha aprovechado de la existencia del mercado único y de la moneda única europeos para hacer valer su ventaja competitiva respecto a sus vecinos, que proporcionan de esta forma un amplio mercado para sus industrias, gracias al cual éstas se mantienen en general en muy buena forma (la otra cara de la moneda la representan países como Francia e Italia, cuyas industrias han sufrido enormemente la competencia germana, especialmente tras la introducción del euro).

Por el contrario, los países que más han sufrido han sido los que más han apostado en las últimas décadas por el libre comercio, es decir, el Reino Unido y los Estados Unidos. No en vano, en comparación con éstos la Unión Europea y sus antecesores han tenido tradicionalmente la fama de proteccionistas. Ya hemos visto en varias ocasiones que el Reino Unido lidera el proceso de desindustrialización; es un hecho bien conocido y apenas discutido. Pero Estados Unidos no le va mucho a la zaga. Este último hecho normalmente se niega, aduciendo a las estadísticas oficiales. Pero claro, “hay mentiras, hay mentiras jodidas, y luego hay estadísticas”. Otra cosa no, pero la manufactura de estadísticas con el propósito de respaldar las narrativas preferidas es una especialidad de Estados Unidos. Por eso, datos oficiales como el índice de producción industrial indican que la industria americana está en muy buena forma, mientras que si paramos la atención en la evolución de los diferentes sectores industriales americanos, veremos un panorama de lo más deprimente, lo que provoca que Estados Unidos sea con mucho el mayor importador del mundo, que sea el país con un déficit comercial mayor, y que no haya tenido que declarar la bancarrota por el simple hecho de ser los Estados Unidos.

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Tampoco conviene exagerar la situación. La industria occidental está en decadencia, pero ésta aún a día de hoy sigue teniendo grandes dimensiones, y sigue liderando el mercado en algunos sectores, como la industria química o la farmacéutica. Las economías europeas, por ejemplo, realizan más del 70% de las exportaciones de medicinas, antibióticos, etc., lo que contribuye enormemente a equilibrar sus balanzas comerciales (no así Estados Unidos, que es importador neto de este tipo de productos, lo cual contribuye a hacer que su déficit comercial sea un poco más astronómico si cabe).

Pero una cosa es no exagerar el proceso de desindustrialización, y otra muy diferente negar que este proceso exista. Occidente se está desindustrializando; eso, me parece, es un hecho indiscutible.

Como se podía esperar, esta decadencia industrial se ha querido vender como un proceso natural y en gran medida positivo: se supone que a medida que las economías se desarrollan cada vez va obteniendo más peso el sector servicios y aparecen cosas como la llamada economía del conocimiento. Al hablar de esta cuestión, por ejemplo, Kevin Hassett, del American Enterprise Institute, dice: “cualquier economista puede decirle que esta disminución (en el sector manufacturero) no es necesariamente una causa de preocupación… Nos hemos convertido en una economía de ideas”. Similar opinión tiene Larry Summers, hombre fuerte en los primeros años de gobierno de Barack Obama: “El papel de Estados Unidos es alimentar una economía global basada cada vez más en el conocimiento y en los servicios en vez de hacer cosas” . En esta fase del desarrollo las sociedades se convierten en sociedades de la información, donde ya no prima la base material de la economía, sino cosas más intangibles como la innovación o el conocimiento.

Hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que esta narrativa ha aparecido para disfrazar el evidente declive de la industria occidental, y para vender este declive como algo positivo. Por mucho que esté de moda la desmaterialización de la economía, las economías dependen de una base material. Los humanos necesitamos comida, agua, un sitio donde vivir y otros bienes materiales para subsistir. Y esto lo proporciona la naturaleza, en parte directamente, y en parte mediante la agricultura y la industria (es decir, los procesos por los cuales convertimos los recursos de la naturaleza en bienes aptos para nuestro consumo). Todo lo demás, todos los servicios, toda información, toda riqueza, reposa sobre esa base. Así, aunque en los países occidentales nuestra economía se vuelva una “economía de servicios”, seguiremos necesitando los productos de la industria. Y si nosotros no fabricamos esos productos, tendremos que importarlos del exterior, a costa de la riqueza del país.

*****************************************

En este sentido, conviene no olvidar que fue la industria la que otorgó la supremacía económica mundial a Europa occidental y a Estados Unidos durante el siglo XIX y durante gran parte del XX. De hecho, los grandes imperios europeos del momento querían a sus respectivas colonias como fuentes de materia prima y como mercados para sus productos manufacturados. Por eso les impedían regular por sí mismas el comercio internacional: les impedían levantar tarifas aduaneras, les impedían comerciar con otras potencias europeas, les impedían industrializarse, etc.

En palabras pronunciadas en 1721 por Robert Walpole, considerado el primer Prime Minister que tuvo Gran Bretaña, al presentar unas medidas destinadas a proteger y promover la industria textil, “es evidente que nada contribuye tanto a promover el bienestar público como la exportación de bienes manufacturados y la importación de materia prima extranjera”.

Incluso a los países que no eran colonias de facto, se les obligaba mediante la amenaza de acción militar a suscribir tratados desiguales de libre comercio, estableciendo unas tarifas aduaneras muy reducidas para permitir a las metrópolis europeas inundar los mercados pseudo-coloniales con sus productos. En este contexto encontramos un gran número de conflictos militares, quizá el más famoso de ellos las Guerras del Opio, causadas por el deseo de los británicos de contrarrestar el déficit comercial con China mediante la introducción de opio en el mercado chino, y que dieron como resultado la apertura de dicho mercado inmenso a las potencias europeas.


Imagen: Fumadores de opio chinos en la década de 1880.

Por su parte, los países independientes que pretendían industrializarse hacían todo lo posible para proteger a sus industrias adolescentes de los efectos del libre comercio. El motivo era claro: si una industria salía al océano del mercado internacional sin estar preparada, los peces más grandes se la comerían enseguida. Sin tarifas aduaneras, sin subvenciones gubernamentales, o sin medidas similares, las industrias de otros países podrían vender sus productos a menor precio, quedándose con el mercado potencial de la industria adolescente, y abocando ésta a la bancarrota.

Por ejemplo, los Estados Unidos, hoy día el gran adalid del libre comercio, fue uno de los países más proteccionistas del mundo hasta que tuvo una supremacía industrial indiscutida al final de la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, la guerra que más sangre estadounidense ha derramado nunca, la Guerra Civil Americana, que normalmente asociamos con la abolición de la esclavitud, se debió en gran parte a disputas sobre tarifas aduaneras entre los estados del Norte industrial y los del Sur agrario y esclavista. Simplificando un poco el asunto, los yankees norteños necesitaban establecer elevadas tarifas de importación de productos manufacturados para proteger a sus industrias de Nueva Inglaterra, que aún no podían competir con la industria británica; por su parte, los sureños querían exportar su algodón al mayor precio posible e importar los productos manufacturados lo más baratos posible de esa misma industria británica, por lo que deseaban tarifas de importación reducidas (no tenían industrias que proteger). De este modo, el Norte quería proteccionismo y el Sur libre comercio. Centenares de miles de muertos después, el proteccionismo norteño prevaleció.

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Como ya hemos visto varias veces, se está culpabilizando al progreso tecnológico por el alto desempleo, por los salarios estancados o decrecientes y por la pérdida de poder de negociación de los trabajadores, en un intento de absolver a la globalización de toda responsabilidad. Pero estamos ante un claro ejemplo de pensamiento binario. No es una cuestión de Tecnología o de globalización. Ambos factores se compenetran para destruir los nichos ecológicos de la población occidental, para reducir la necesidad de trabajo humano y para aumentar el poder de negociación de las empresas: mejor no quejarse y esforzarse más en el trabajo, no sea caso que decidan cerrar la fábrica y llevársela a la otra punta del mundo; mejor no quejarse y esforzarse más en el trabajo, no sea caso que me sustituyan por un robot.

Es más, dudo mucho que sea una buena estrategia seguir recurriendo a la carta de la Tecnología. Cuando a un trabajador que haya experimentado en sus propias carnes los efectos de la deslocalización de empresas le insisten en que la Tecnología es la auténtica destructora de puestos de trabajo y que los tratados de libre comercio no tienen nada que ver, le parecerá que le están tomando por estúpido y le irritará aún más.

Me viene a la mente aquí un video grabado con teléfono móvil que apareció a principios del año pasado, en el cual un portavoz de la empresa americana Carrier, fabricante de equipos de climatización, anunciaba a los trabajadores que la empresa iba a trasladar sus actividades de Indianapolis a Monterrey (México), junto con sus 1.400 puestos de trabajo. Cuando el tipo en cuestión dice: “I want to be clear, this is strictly a business decision”, los gritos y los abucheos se multiplican. Ciertamente ahí el portavoz podría haber estado más acertado.

Cuando los medios de comunicación insisten en negar que esto esté ocurriendo, lo único que hacen es aumentar la ira de los afectados, incrementando de esta forma las tensiones políticas y sociales. Y luego se sorprenden cuando Donald Trump gana las elecciones.

Al final, es una simple cuestión de oferta y demanda. Con la automatización y con la desindustrialización disminuye la oferta de trabajo. Si a eso le añadimos (y aquí heriré algunas sensibilidades) el efecto de la inmigración procedente de países con salarios menores en busca de mejores condiciones de vida, la cual genera un aumento en la demanda de trabajo (no es casualidad que Japón, con unos niveles de inmigración extremadamente bajos en comparación con los países occidentales, tenga también una de las tasas de paro más bajas del Primer Mundo, a pesar de llevar 25 años estancamiento económico), la diferencia entre oferta y demanda se expande aún más, y los trabajadores deben contentarse con unas condiciones laborales peores.

Y adicionalmente, los trabajadores del sector industrial, debido a su natural concentración y homogeneización, tienen mayor capacidad de negociación colectiva que los demás. Como resultado de eso, (aún) existen convenios colectivos que establecen unos privilegios laborales de los que los trabajadores no relacionados con la industria, al estar más dispersos y heterogéneos, no acostumbran a disponer. Por lo tanto, los empleos industriales que desaparecen acostumbran a tener mejores condiciones laborales que los empleos del sector servicios que vienen a sustituirlos.
 
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Sin que sirva de precedente, creo que Trump tenía gran parte de razón al culpar al libre comercio de muchos de los males de los trabajadores estadounidenses. De hecho, no fue el único en culpabilizarlo en campaña electoral; Bernie Sanders tenía una opinión parecida, e incluso Hillary Clinton se subió tímidamente al carro populista en los últimos meses de la campaña al darse cuenta de por dónde iba la opinión pública (aunque dudo que alguien fuera tan ingenuo para creerse ese cambio de 180º por parte de una mujer que había apoyado fervientemente casi todos los tratados de libre comercio firmados hasta el momento).

Pero evidentemente, hemos visto solamente una parte de la ecuación. La globalización no sólo ha supuesto la pérdida de muchos puestos de trabajo. También ha permitido mantener bajos los precios de los productos que consumimos. Evidentemente, si en Occidente tuviéramos que fabricar todo lo que consumimos, los precios de la mayoría de productos subirían enormemente. En este sentido, un economista decía en tono irónico:

“Podríamos simplemente fabricar todas las teles de pantalla plana aquí; el precio no se dispararía, la demanda no se desplomaría, la industria no sufriría una fuerte contracción, y de alguna manera todos esos puestos de trabajo se conservarían, a pesar de que costarían siete veces más por trabajador aquí que en China”.

Aunque no sé muy bien para qué necesitamos teles de pantalla plana, el argumento tiene su punto. Gracias a que algunos han perdido el trabajo en buenas condiciones que tenían, los demás nos podemos permitir un mayor consumo de productos. Alguien que crea de corazón en la superioridad del mercado considerará que este desempleo era un efecto secundario indeseable, que era a todas luces inevitable, y que dentro de lo malo era, por definición, la mejor situación posible. Además, según la teoría, el aumento en la competitividad de las empresas provocado por el libre comercio generaría mayor inversión y mayor actividad económica, lo que eventualmente absorbería a los desempleados. Pero no sé si este argumento les convencerá a los trabajadores de Carrier que vieron el año pasado cómo sus puestos de trabajo emigraban a México.

Es posible que a estas alturas de la película, volver a levantar barreras al comercio no sea una buena idea, por lo menos a corto plazo, y que acabara generando más problemas que los que resuelve, pero seguir escondiendo el problema bajo la retórica de la Tecnología, o aún peor, seguir culpando a los trabajadores afectados por no tener una buena educación, o por ser estúpidos, o por ser deplorables, seguro que no es una buena idea.

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No nos engañemos, nuestra industria siempre ha sido tremendamente insostenible porque no tiene en cuenta el papel de la naturaleza. Si hubiéramos aprovechado la desindustrialización para reducir nuestro impacto en el entorno, y para adoptar un estilo de vida más frugal, más acorde con lo que la naturaleza nos puede proveer, tal como muchos en los años 70 pensaban que estábamos camino de hacer, ciertamente esta desindustrialización hubiera sido algo positivo.

Pero nada de eso ocurrió. En vez de eso, aprovechamos la desindustrialización y el auge de Asia para permitirnos un mayor consumo de productos superfluos a bajo precio, para quedarnos atontados ante un torrente inacabable de juguetes electrónicos y pantallas que nos evitaran el mal trago de mirar la realidad a la cara.

Al fin, este proceso de desindustrialización no dejó de ser una huida hacia delante. A corto plazo pudo servir para mantener un flujo de bienes a precios razonables; pero a largo plazo, de seguir la tendencia actual, a medida que la población vaya quedándose sin nichos ecológicos y los países occidentales pasen a depender cada vez más de los bienes importados, se vislumbra una sociedad futura con una población ociosa, inútil y sin apenas capacidad adquisitiva, con una economía que apenas produce nada de provecho, y con una dependencia casi absoluta de los procesos hipercomplejos y ya de por sí tremendamente insostenibles de la economía globalizada actual. Aunque bueno, esto último ya es así actualmente.

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Por último, vale la pena decir que esta enconada persecución del libre comercio no vino sola. Estuvo acompañada de varias otras medidas cuya superioridad intrínseca era evidente, alrededor de las cuales se empezó a formar hace unas cuatro décadas un consenso entre las élites políticas y económicas que aún mantiene su vigencia. La próxima vez vamos a hablar de este consenso.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

hector77
Joer que cacho analisis¡¡
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Dario Ruarte
Está muy bueno sin duda pero está hecho desde una visión "occidental-primermundista" que, si bien es absolutamente entendible (lo escribe un europeo desde su visión e intereses), ni de lejos abarca la totalidad del problema.

Hay dos puntos aquí que deben ser correctamente integrados a la nota:

1) ¿ Cómo hay que jugar el juego para que dure más ?

La economía tiene sus puntos de saturación. Es claro que si fuera posible mantener un enfoque "colonial" donde, los televisores se hacen en Francia y lo compran los brasileros, la situación de los obreros franceses siempre será "próspera".

El problema que si lo único que pueden exportar los brasileros es CAFE (y alguna mulata) al final no tendrán dinero para comprar los televisores franceses.

El modo de "estirar" el juego es permitir que todos puedan "venderse algo" o la cosa no funciona.


2) El diseño del modelo... ¿ lo hacen las élites según sus intereses o se realiza siguiendo el "interés general" ?

Desde ya que sabemos que si esto lo diseñan las "élites" lo harán en su beneficio. Los ricos norteamericanos se benefician más vendiendo televisores chinos (que compran baratos y los venden caros) que si los hicieran en EE.UU. (los tendrían que comprar caros).

El problema es que no es tan sencillo encontrar un "interés general" para planificar esto de otro modo pero siempre es muy sencillo ENCONTRARSE CON ELITES QUE LO PLANIFICAN A SU GUSTO !!

===

Entonces, un tema que es NECESARIO para que el "juego se estire" (globalizar la producción y el comercio) puede derivar a formatos NO DESEADOS cuando el "diseño" lo hacen las élites para su beneficio y no el "interés general".

Obviamente la respuesta no es el proteccionismo masivo y sin tapujos (eso lleva a paralizar el juego) pero, si se requiere un planteamiento MAS INTELIGENTE del que hoy usamos si queremos que beneficie a más gente.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

hector77
En parte tienes razon, Dario, pero por otro lugar nuestro amigo plantea cuestiones de futuro ante las cuales no podemos escapar. Ante procesos de desindustrializacion (en el caso brasileño, por ejemplo, se puede traducir tambien por "en el caso de que ya no vendamos tantas materias primas debido a la desindustrializacion de una parte de los paises mas avanzados y una bajada en el consumo") reinventar la industria (no me pregunteis como) pàra crear una economia mas sostenible (Menos agresiva con la naturaleza ).
En cuanto a lo que planteas, Dario, a mi me comienza a parecer que lo que las élites quieren cada vez está menos claro. Creo que las principales elites mundiales lo que buscan es un control acerca de "sistemas impositivos" (el BEPS), gestion de deuda soberana (a traves de tipos de interes negativos y abolición del dinero en efectivo por dinero electronico), control de las principales fuentes de ingreso, produccion, etc etc etc. Seria demasiado largo de explicar, pero es evidente que la explosion financiera la tenemos a la vuelta de la esquina, y si cada vez vamos a tener mas problemas con la inversion en energia, entre otras cosas, me da a mi que nos vamos a ver abocados a escenarios muy diversos. ¿Guerras regionales, una guerra Estados Unidos-China?
Por otro lado hace tiempo que mantengo una hipotesis de trabajo en relacion con las elites nortemaericanas (es decir, no lo doy por hecho, pero considero que es fructifera para entender determinados aspectos actuales y futuros): que hay dos "familias" (no del tipo "Corleone", claro):
globalistas-liberales: mantener la ideologia del libre mercado, libre circulacion de capitales y libre circulacion de trabajadores a lo largo y ancho del globo. No nos engañemos: este planteamiento deriva de un ACTO DE FE.
Y nacionalistas. No me refiero a supremacistas blancos, raza aria, aislacionistas ni nada raro que es lo que se les suele achacar (incluso a mi se me achaca en relacion con España, yo, que no soy nadie) por parte de los mass-media afines al primer grupo. Me refiero a gente que se da cuenta que los intereses de su pais comienzan a verse menoscabados a causa de una apertura a capitales, mercancias y trabajadores, sin casi restriccion alguna.
Con el primer grupo no es posible razonar. Las ideologias cerradas de base impiden cualquier dialogo acerca de una serie de puntos que consideran irrenunciables. Pueden suspender algun tratado (en Europa el de Schengen, acerca de libre circulacion de personas por territorio comunitario) a causa de un evento importante (un atentado terrorista masivo), pero solo por un tiempo.
El segundo grupo (vamos a excluir grupusculos pintorescos) esta abierto por necesidad de sus planteamientos a un debate racional intensivo para maximizar los intereses del propio pais. Y asi, pueden autorizar parcialmente grandes movimientos de capital, importaciones de bienes necesarios -y exportaciones de propios, claro esta- y una mano de obra que complemente la necesidad de ella en algunos sectores (sin hablar de asilos  politicos justificados, intercambios de programas universitarios, etc etc).
En fin, que ya me he enrollado bastante cuando el ponente que abre este hilo planteaba el asunto desde otro punto de vista.
 (me refiero a las elites americanas, pero podria haber dicho lo mismo de elites francesas, -en el caso aleman esta diferencia no esta tan clara pues Alemania tiene una produccion orientada en buena medida a la exportacion, y de calidad- japonesas, y en el caso de las chinas......ya veremos lo que sale del Congreso del Partido Comunista en Noviembre, creo).
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Spengler
En respuesta a este mensaje publicado por Dario Ruarte
Está deliberadamente hecho desde una visión "occidental-primermundista", ya que esta serie de posts trata exclusivamente sobre la economía occidental y sus consecuencias en el panorama político occidental. En otro momento pienso hablar desde un punto de vista más global. Pero como bien dices, soy europeo y me interesa por encima de todo lo que pase aquí (aunque claro, lo que pase en otros sitios también tiene su influencia aquí).

Dario Ruarte escribió
1) ¿ Cómo hay que jugar el juego para que dure más ?

La economía tiene sus puntos de saturación. Es claro que si fuera posible mantener un enfoque "colonial" donde, los televisores se hacen en Francia y lo compran los brasileros, la situación de los obreros franceses siempre será "próspera".

El problema que si lo único que pueden exportar los brasileros es CAFE (y alguna mulata) al final no tendrán dinero para comprar los televisores franceses.

El modo de "estirar" el juego es permitir que todos puedan "venderse algo" o la cosa no funciona.
Durante los 60 y 70, cuando la actual ola de globalización aún estaba en pañales, los países del "Tercer Mundo" crecían en general más rápido que a partir de los 80, así que no estoy seguro que las políticas de libre comercio sean la mejor solución para ellos tampoco (pero puede ser, hay muchos otros factores que influyen). En cualquier caso, creo que el cambio de rumbo que vivimos a finales de los 70 tiene como objetivo esto, jugar el juego para que dure más.

Sobre si lo hacen por interés propio o porque piensan que son las mejores políticas, supongo que habrá de todo, pero teniendo en cuenta que estas políticas tienden a acumular riqueza en los sectores de por sí más ricos, me decanto por la primera opción... y de hecho, de momento la estrategia les ha salido muy bien.

Yo estoy de acuerdo con Greer en que los 70 eran el momento de hacer un cambio de rumbo de verdad hacia la sostenibilidad. El modelo keynesiano estaba agotado, se necesitaba una alternativa y había suficientes fundamentos teóricos para empezar a recorrer ese camino. Una lástima.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Spengler
En respuesta a este mensaje publicado por hector77
hector77 escribió
globalistas-liberales:

Y nacionalistas.
Creo que a día de hoy casi todas las élites norteamericanas forman parte del primer grupo realmente. A Trump lo atacó virtualmente todo el establishment debido a su retórica nacionalista. Aunque puede ser que el sector nacionalista esté creciendo. Y francamente, si apoyan abandonar su imperio global y dejar al resto del mundo a su aire, yo estoy con ellos.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Dario Ruarte
Guauu !!, era tuya la nota Spengler ?... EXCELENTE !

Pensé que simplemente linkeabas una nota de un blog y no que era tu trabajo porque, de haberlo sabido hubiera empezado por los correspondientes panegíricos (merecidos) y que obvié porque no sabía que estaba el autor en la sala.

La década de los 60s - 70s aún era una época de crecimiento (en todos lados) porque era el coletazo final de los "30 años de oro" que vivió el mundo "central" desde 1950 a 1980 -y que empezó a resquebrajarse y mostrar fisuras desde la crisis del petróleo de los 70s.

En esas décadas operaban fuerzas económicas formidables que tenían causas bastante claras y que no volvieron a repetirse:

1) El "baby boom" de la guerra produjo una expansión marcada en la población aumentando el consumo.

2) Los cambios tecnológicos y la "virginidad" del mercado, llevaron a su máxima fase expansiva la industria automotriz, de la construcción (viviendas) y todo el aparataje doméstico (refrigeradores, radios, televisores, cocinas, aspiradoras, tostadoras, etc.)

3) Los cambios tecnológicos en la producción de alimentos (la "revolución verde") expandió la producción y bajó los precios para el consumidor.

4) A la par, se desarrollan modelos comerciales que importaron más bajas en los precios (y mayor consumo y mayor empleo): el proceso de empaque (latas, cajas) y los supermercados.

5) Son los años de mayor desarrollo relativo de la tecnología médica y farmacológica con el nacimiento de la "industria de los medicamentos" y la venta de los mismos, no por necesidad sino por publicidad.

Y podría seguir la suma de factores IRREPETIBLES que dieron pie a ese momento maravilloso donde, en casi todos los países había elevados ingresos (el sueldo de padre alcanzaba para todos, la mamá se ocupaba de la casa, ahorrando se pagaba la hipoteca y quedaban ganas y tiempo para encarar la compra del auto y la segunda vivienda vacacional).

Las cajas de jubilaciones aún estaban repletas de dinero (había más aportes que jubilaciones) y, quienes se jubilaban recibían pagos razonables y a tiempo.

Como digo, eso posiblemente sea IRREPETIBLE.

Suma que en el 'tercer mundo' estaba de boga la teoría de la "sustitución de importaciones" donde se buscaba disminuir la importación de productos industriales aumentando la producción local y, por si fuera poco, en algunos países (España por caso) el naciente fenómeno del TURISMO DE MASAS empezaba a traer "dinero del cielo" que se sumaba a la economía.

===

Cuando hay tantas cosas favorables hasta los errores salen bien !!

===

El asunto fue, a partir de los 90s como resolver el problema de mercados saturados, su impacto sobre el trabajo y el riesgo de una naciente inflación -a la par de algunos excesos en las "conquistas sociales" que hicieron muy caro el proceso-.

Allí es donde arranca la "globalización" que forma parte de tu análisis y que, sin duda, sigue un diseño más de beneficio para las élites para que la sociedad como un todo.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

El Ultimo Argentino
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler
Excelente artículo Spengler ( Con ese nombre no podía esperar menos )

Y alucinante blog. Recomendado

Saludos
Porque á cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Spengler
En respuesta a este mensaje publicado por Dario Ruarte
Dario Ruarte escribió
En esas décadas operaban fuerzas económicas formidables que tenían causas bastante claras y que no volvieron a repetirse:
De acuerdo en todo Dario. De hecho en mi próxima entrada voy a hablar de eso precisamente: las políticas keynesianas (y las de sustitución de importaciones en el "Sur global") no eran ni de lejos los únicos factores que causaron la prosperidad, y por eso no se puede volver a esa Edad de Oro simplemente con volver a esas políticas. Lo de la "virginidad" del mercado, yo lo llamo nichos sin ocupar, pero es la misma idea.

....

Gracias, El Ultimo Argentino
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

hector77
Yo ya lo estoy esperando. Es decir, tu articulo "Oswald"
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Fleischman
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler
Al igual que Darío pensabas que estabas copipasteando un artículo, es una alegría tener por aquí tantos blogueros de nivel, me uno a los elogios
La noche es oscura y alberga horrores.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Parroquiano
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler
empiezas tu articulo con la foto de una fabrica oxidada  y luego lo terminas con fumadores de opio... es extenso no es un copy pste...¿pero  que mierda quieres decir?
Ahora tiro yo , porque me toca. (El Indio Solari)
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Fleischman
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler
Y un comentario después de leerlo: hay gente, como el coreano ese, que dice que el libre comercio vuelve más ricos a los países ricos y más pobres a los pobres.

Pero luego todos tus ejemplos son de deslocalizaciones en países ricos.

En qué quedamos? (Esperamos tu próximo artículo con los colmillos afilados ).

Podría ser que fuera malo para todos... Pero entonces, también sería malo el libre comercio entre comunidades autónomas? Y entre provincias? Etc.
La noche es oscura y alberga horrores.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Spengler
Fleischman escribió
Y un comentario después de leerlo: hay gente, como el coreano ese, que dice que el libre comercio vuelve más ricos a los países ricos y más pobres a los pobres.

Pero luego todos tus ejemplos son de deslocalizaciones en países ricos.

En qué quedamos? (Esperamos tu próximo artículo con los colmillos afilados ).
Verás que en ningún momento digo estar de acuerdo con el coreano. Pienso que los efectos del libre comercio son más complejos que el ricos más ricos y pobres más pobres, que depende de muchos otros factores aparte de la riqueza relativa de cada país, principalmente la rentabilidad de las actividades a que se dedique cada uno.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Fleischman


El malo el libre comercio?

1) sí
2) no
3) a veces
4) vete tu a saber
5) depende

Yo creo que es una mezcla entre 4) y 5)
La noche es oscura y alberga horrores.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

El Ultimo Argentino
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler



Spengler, hay un punto en tu artículo que olvide mencionar.

Como bien mencionaste en uno de los parrafos, Japón es uno de los países más industrializados y con mayor automatización robotizada del orbe.

Como es posible que puedan mantener tan bajo el desempleo laboral ??

Después de llevar 20 años de estancamiento económico.?

No olvidemos que es una nación/cultura muy cerrada a la inmigración, incluso algo racista.

Pero sobretodo es un país muy socialista, con una sólida clase media(una de las mayores del mundo) y una economía local no muy neoliberal que digamos.

Cuales son las respuesta a este Milagro japonés ??

saludos
Porque á cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

pablo de argentina
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler
CONTENIDOS ELIMINADOS
El autor ha borrado este mensaje.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

El Ultimo Argentino
En respuesta a este mensaje publicado por Spengler
Amigo Spengler, tus dos últimos artículos han sido verdaderamente geniales.
Concuerdo con todos tus argumentos, porque tengo las mismas ideas pero nunca podría haberl expresado tan bien como los hecho en tus publicaciones.

Lo que ahora me queda más claro es ver como las "elites" decidieron cambiar rotundamente el "Plan" que tenían hasta antes de 1970.

Ese sueño de un paraíso idílico de abundancia y felicidad no volverá jamás.

Ya han pasado casi 50 años desde esa fecha, y claramente podemos afirmar como han cambiado los sueños de la humanidad.

Ahora con respecto a tus próximos artículos(que espero sigan la misma linea) te hago una pregunta, o más bien unas dudas que tengo.

Si hoy en día se asume como una verdad indudable que los recursos físicos tienen una duración finita y que la producción de la mayoría están decreciendo (Peak everething).

Te pregunto, como piensas que los gobiernos (y las elites) van a manejar este panorama para lo que resta del siglo XXI ?

Si no me exprese muy bien, lo que quiero decir es como piensas que se van "arreglar" los desperfectos del sistema capitalismo sin que haya una merma notable en la calidad de vida de los "consumidores" en los países desarrollados ??

Porque (al menos en el primer mundo) no se puede seguir insistiendo con la baja de la natalidad(en muchos países ya se encuentra debajo de la línea de reemplazo), ni tampoco con la inserseción de la mujer al mercado laboral(casi total hoy día), ni tampoco se pueden implementar grandes reformas laborales que agraven las condiciones de los trabajadores y disminuyan su poder de consumo.

Yo no puedo ver por donde más se pueden recortar los "gastos" para seguir manteniendo un modelo económico que necesita ineludiblemente del crecimiento perpetuo para su existencia.

Porque si seguimos por el mismo camino trazado desde la década del 70, tarde o temprano los trabajadores(consumidores) van a despertar y se daran cuenta como son engañados y que su calidad de vida no mejora en el mejor de los casos.

Esto último explica tal vez la llegada de un personaje como Donald Trump a la presidencia,con la ayuda de millones de votantes silenciosos que fueron renegados por las políticas globalistas.


Saludos

Pd; spengler, sería bueno que postees tus artículo en el foro.
Porque á cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

magriver
El Ultimo Argentino escribió
como piensas que se van "arreglar" los desperfectos del sistema capitalismo sin que haya una merma notable en la calidad de vida de los "consumidores" en los países desarrollados ??

Pd; spengler, sería bueno que postees tus artículo en el foro.
Ya me gustaría equivocarme, pero no se van a arreglar. De hecho, entiendo que el proceso iniciado en los 80 por las élites sólo lleva a un camino: todo para ellos.


El Ultimo Argentino escribió
Porque si seguimos por el mismo camino trazado desde la década del 70, tarde o temprano los trabajadores(consumidores) van a despertar y se daran cuenta como son engañados y que su calidad de vida no mejora en el mejor de los casos.

Esto último explica tal vez la llegada de un personaje como Donald Trump a la presidencia,con la ayuda de millones de votantes silenciosos que fueron renegados por las políticas globalistas.
Ya me gustaría, pero todo el sistema está diseñado para evitar que la gente despierte. Lo que no entiendo es que dejen alegremente que la 2 (cadena de la tele) ponga determinados reportajes antisistema, que internet tengamos foros como este o que a Trump no haya tenido un "accidente" hace ya tiempo.


Quizá la olla a presión necesite válvulas de escape (¿somos eso?)
El límite en el que estamos inmersos nos va a acorralar ante la necesidad de elegir entre suicidio o consciencia.
El colapso no es el problema, es la solución.
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Re: POST: Heraldos de un futuro oxidado (Desindustrialización)

Spengler
En respuesta a este mensaje publicado por El Ultimo Argentino
Gracias Ultimo Argentino, espero que disfrutes de los siguientes (sí, seguiré en la misma línea).

Yo no esperaría cambios reales de parte de las élites actuales. Ellos ya han decidido el camino a tomar y no tiene pinta que vayan a reconsiderar la decisión. Con la crisis de 2008 tuvieron una gran oportunidad y la dejaron escapar. Seguirán con la situación actual mientras aguante, hasta que fuerzas mayores les quiten de en medio. Están demasiado desconectados de la realidad para cambiar de rumbo.

Como resultado de eso, lo que sí me parece que está pasando es el descrédito cada vez mayor de dichas élites. En mi opinión figuras como Trump podrían representar los primeros compases de una rebelión política contra estas élites que, aunque no tenga que estar necesariamente encaminada hacia direcciones útiles o mejores, sí podría acabar con el status quo actual.

De hecho hablé de eso hace unos meses:

https://elsortintdelacuixa.blogspot.com.es/2017/06/anos-de-furia.html