POST: John M. Greer –“A la Búsqueda Desesperada de un Plan Alternativo ”

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POST: John M. Greer –“A la Búsqueda Desesperada de un Plan Alternativo ”

Anselmo
Miércoles, 15 de agosto 2007



http://thearchdruidreport.blogspot.com.es/2007/08/scrabbling-around-for-plan-b.html

Aquellos de mis lectores que han estado prestando atención a las noticias financieras a lo largo de la última semana pueden haberse dado cuenta de  cierto debilitamiento de la jovial sonrisa con la a que a Wall Street le gusta epatar al mundo .Expertos de los medios de comunicación y financieros que estuvieron anunciando inmensos beneficios  y arremolinándose entorno a los nuevas cifras record del mercado de valores hace un mes están adoptando un estilo apreciablemente diferente mientras   intentan explicar porque tantos miles de millones de dólares invertidos en fondos de inversión y similares se han esfumado. La barróca arquitectura financiera de todavía otra nueva era económica ha resultado estar constituida mayormente por burbujas aún más tenues que aquellas a las que se refería Don Ho en su canción (N.T: Tiny Bubbles, canción en la que se ironiza sobre la inconstancia de los sentimientos amorosos inducidos por la embriaguez) , y los resultados , por decirlo de manera caritativa , no han sido Buenos.

La carnicería  comenzó con compañías hipotecarias, no hace tanto tiempo las preferidas de la prensa financiera. Ochenta y tantas de ellas han hecho implosión en los últimos meses, ya que descubrieron que si usted presta dinero a personas que no pueden devolverlo- ¿Quién lo hubiera pensado? – resulta que ahora esas personas no pueden pagarlo. A continuación fue el turno de los fondos de inversión que especulaban en la deuda hipotecaria, con los fondos de Bear Sterns a  la cabeza del pelotón en la carrera hacia la insolvencia. En los últimos días, los problemas han surgido en el mercado de papel comercial, ya que se apreció después el hecho de que varias firmas en ese sector de la industria financiera también tienen una buena cantidad de la deuda hipotecaria dudosa en sus libros, y en  los llamados fondos Quant- que especulan con acciones utilizando programas de ordenador –cosa que las tumbó sobre la lona cuando el mercado de valores no se comportó de la manera en que sus modelos decían que lo haría.
Mientras tanto, otros sectores del mercado de crédito están mirando nerviosamente por encima del hombro a sus equivalentes de lo que la industria hipotecaria ha tildado, inmisericordemente pero  con precisión, de "residuos tóxicos" - enormes volúmenes de préstamos hechos con poca atención a sus perspectivas de reembolso, y luego descargados  a compradores de todo el mundo cuya codicia por un punto porcentual adicional de interés les impidió darse cuenta de que los jugadores no siempre ganan sus apuestas. El crédito a corto plazo se redujo  de manera tan drástica la semana pasada, que los bancos centrales de todo el mundo tuvieron que volcar más de doscientos mil  millones de dólares en los mercados financieros para evitar un pánico de crédito. ¿A dónde va a conducir esta situación?, es algo que  nadie sabe, pero en este momento la posibilidad de una grave recesión es difícil de descartar.
Todo esto es bastante interesante por derecho propio. Como J.K. Galbraith señaló en su irónico clásico El Gran Crash de 1929 - lectura obligatoria para cualquier persona interesada en los vaivenes de la economía, por no hablar de que es la obra más divertida sobre la historia de la economía jamás escrita – que los pánicos económicos ofrecen una visión sin igual del enorme abismo entre las expectativas de  negocio y la realidad, abismo que se abre cuando las personas piensan que pueden conseguir algo por nada. También tiene implicaciones reales para el futuro de la sociedad industrial, ya que los recursos que se tiran por los auténticos escondrijos para ratones que constituyen las hipotecas de alto riesgo, fondos de cobertura especulativos, y similares no estarán disponibles para hacer frente a las urgentes necesidades de una civilización dependiente del petróleo y que, paso a paso, ya se está  viendo en lo que es el  otro lado del pico de Hubbert. Todo esto es relevante, pero el espectáculo de la oquedad rellena tan solo por el más tenue de los aires, que se abrió debajo del boom especulativo de ayer, también hace que sea oportuno  el poner de manifiesto  uno de los malos hábitos más generalizados del pensamiento contemporáneo.

El lío de las hipotecas subprime es un buen ejemplo para empezar. Durante muchos años ha sido habitual en el sector bancario el justificar la concesión de hipotecas a personas que normalmente no serían calificadas como aptas para un préstamo hipotecario, el cobrarles una tasa de interés más alta que de costumbre. El ingreso adicional de los intereses compensa al banco por las pérdidas derivadas de los prestatarios que dejaron de pagar sus préstamos. Hasta ahora, todo bien, pero este impulso de interés extra atrajo dinero de fuera del sector bancario y los bancos descubrieron que podían empaquetar hipotecas en "obligaciones de deuda garantizadas" - CDO, por sus siglas en inglés  - y los venden por dinero en efectivo, desembarazándose del  riesgo,  a la vez que se embolsaban el producto de las ventas.

En un tiempo récord de bajas tasas de interés, la rentabilidad de los CDO subprime se veía bien, siempre y cuando no se pensase demasiado en el riesgo de impago. Los bancos pronto descubrieron cómo ocultar ese riesgo aún más mediante el troceado  de los paquetes de hipotecas en varios "tramos" que, al menos sobre el papel, tenían diferentes niveles de riesgo. El proceso fue empujado más adelante cuando las empresas inversoras  compraron  tramos de diferentes CDOs y los volvieron a montar en nuevos CDO, con sus propios múltiples tramos, que podrían ser comprados y vueltos a montar ad infinitum.
Debajo de todas estos artificios financieros, sin embargo, estaba el mismo conjunto de préstamos hipotecarios a personas que no reunían las condiciones para que se les concediera  una hipoteca ordinaria - una piscina que se hizo cada vez más arriesgada, ya que las ganancias del mercado de CDO incentivaron a los bancos y las compañías hipotecarias a la concesión de hipotecas con cada vez menos atención a la capacidad de los prestatarios para pagar. El fondo del barril se alcanzó con lo que se llamaban préstamos NINJA - sin ingresos, sin trabajo o activos - que combina una tasa de interés considerable en el papel con una certeza razonable que ni un solo  centavo de intereses o principal jamás sería devuelto.
En efecto, la idea de riesgo se había evaporado de las mentes de los especuladores. Es comprensible que los bancos y las compañías hipotecarias podían dejar de preocuparse por el riesgo, una vez que han aprendido a empaquetar sus hipotecas y venderlas a otras personas. Es menos comprensible que la gente que quería comprar casas, para vivir o (en número creciente a medida que nos adentrábamos en el boom) para vender con beneficios en unos pocos meses, perdió de vista el hecho de que si las cosas iban mal, podía ser dejada con deudas muy superiores a su capacidad de pago. Es aún menos comprensible que los inversores de todo el mundo llegasen a  perder de vista el hecho de que una alta tasa de interés que nunca se va a pagar en realidad no vale nada en absoluto.

Aun así, la misma miopía ha aparecido en el momento justo en todos frenesís especulativos anteriores, también. Los compradores de residuos tóxicos subprime ahora pueden unirse a la larga fila de corderos ilusos que se extiende desde quienes en 1999 compraron acciones de empresas puntocom ”evapórate de la noche a la mañana”, siguiendo todo el camino hacia el pasado, llegando hasta  los incautos que en la Holanda del siglo 17 gastaron cientos de florines en comprar ejemplares individuales de  bulbos de tulipán basándose en  la suposición de que serían capaces de venderlos por mayor importe en  unas pocas semanas. Se trata de  una afección endémica del capitalismo de mercado a lo largo de su historia, pero se convirtió en pandemia en los últimos años del siglo 20 y lo sigue siendo hoy en día - y no sólo en el mundo de la especulación económica.
Resulta oportuno sugerir, por consiguiente, que la ceguera al riesgo se ha convertido en uno de los hábitos mentales más extendidos en la sociedad contemporánea. Un montón de ejemplos podría ser citado, pero el discutido muchas veces en este blog - el cenit del petróleo – merece el puesto de honor en la lista. A lo largo de las controversias acerca de la cantidad de petróleo que el mundo todavía tiene, la rapidez con que se está agotando, y si es o no puede ser reemplazado por algún otro conjunto de recursos de energía. Un tema constante ha sido la negativa de la mayoría de la gente, con la excepción del sector supervivencialista del grupo de quienes están preocupados por el cenit del petróleo, a admitir que la civilización industrial podría terminar con serios problemas si las cosas van mal.

Tanto aquellos que argumentan que el mundo todavía contiene un amplio suministro de petróleo que no se ha encontrado aún, como aquellos que insisten en que la innovación se hará cargo del problema sacando algunos conejos tecnológicos actualmente desconocidos  de una chistera justo en el momento preciso , tienden a responder a preguntas como: "pero, ¿y si te equivocas?" en el mismo tono de superioridad irritada que un financiero de Wall Street podría haber empleado hace unos meses, si se le hubiera preguntado qué sucedería en caso de que la insolvencia de alto riesgo se saliese de madre. Hay una cualidad extrañamente encantadora en esta retórica de nada-puede-ir-mal, como si todo tuviera que salir tan solo por el motivo de  que todo el mundo estuviera  de acuerdo en ello.

A medida que la larga y sórdida historia de las crisis económicas pone de manifiesto que  el optimismo no siempre está  justificado, y que las cosas que parecen demasiado buenas para ser verdad generalmente no son demasiado buenas. En estos momentos la economía mundial se está recuperando y temblando, porque un gran número de personas inteligentes llegaron  a la conclusión de que nada podía ir mal con un nuevo conjunto de planes de hacer dinero que prometieran algo por nada. Las similitudes entre este pedacito de la ilusión y la fe aún más extendida de que la humanidad puede bombear una cantidad infinita de energía barata de un planeta finito me hace preguntar si la expansión exponencial de la sociedad industrial en los dos últimos siglos, puede ser vista, en  cierto sentido, como la mayor burbuja especulativa de todos ellas.
Las burbujas especulativas, después de todo, siempre se lanzan desde una base de hecho. Era cierto, en la década de 1990 que se hicieron enormes fortunas nuevas en Internet, y las inversiones en empresas de computación durante esos años rindieron sus frutos de manera espectacular. Era cierto, a principios de la presente década, que muchos estadounidenses deseaban comprar sus propias casas. Y las tasas de interés bajas y abundante capital proveniente del  extranjero hicieron posible que ese deseo se cumpliera. Igualmente, es cierto que la explotación de carbón, petróleo y gas natural, a través de un conjunto de cada vez más sofisticadas tecnologías, pudo permitir a las sociedades industriales de Occidente el disfrute, no ya de la madre, sino de la bisabuela de todos los auges económicos.

Así como cada orgía especulativa finalmente termina llevando a un exceso de optimismo, a su vez, la sociedad industrial ignoró y actuó justo al contrario de las advertencias que se dieron tan a tiempo sobre el agotamiento de los recursos en la década de 1970. Las pequeños pero constantes descensos en la producción de petróleo que han tenido lugar en los últimos dos años, a pesar de unos precios del petróleo por las nubes y de una pedrea de perforación de pozos que ha impulsado los costos de los equipos de perforación a niveles récord, sólo puede llegar a ser el equivalente al aumento de las tasas de morosidad en hipotecas de alto riesgo que dejaron a su paso la actual ruina económica. Por el momento, la civilización industrial está discurriendo por  en el mismo período de calma inquietante entre el comienzo del declive de precios y la llegada de pánico que llega finalmente en la historia de cada borrachera especulativa. En el ejemplo que ahora se desarrolla a nuestro alrededor, ese período de calma terminó hace unas semanas, cuando Bear Sterns admitió que dos de sus fondos de cobertura de mil millones de dólares ya no valían ni un centavo. ¿Cuánto va a durar el periodo de calma antes de la caída en la trayectoria de nuestra civilización es algo que todavía nadie lo sabe, y todavía pueden pasar años en el futuro antes de que se acabe.

Una vez que se desencadene el pánico, sin embargo, el problema central que tendrá que afrontar la civilización industrial será pues, el mismo problema al que los bancos, compañías hipotecarias, y la economía global están teniendo que hacer frente en estos momentos. Al ignorar la realidad de los riesgos, los administradores de dinero de los últimos años, quedan con muy pocas opciones en cuanto una situación económica que ha cambiado de una manera que ellos no habían previsto. De la misma manera, haciendo caso omiso de la posibilidad de que nos estamos quedando sin energía abundante y barata, la civilización industrial moderna bien podría verse acorralada. Sin preparativos, o incluso sin una idea de las opciones disponibles, todos podríamos encontrarnos rebuscando un plan alternativo desesperadamente cuando la ilusión de los suministros de energía sin fin explote  a nuestro alrededor como una burbuja - especulativa o de otra clase.

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Re: POST: John M. Greer –“A la Búsqueda Desesperada de un Plan Alternativo ”

Kanbei
Un gran trabajo Anselmo,
y muy oportuno, ahora que llega el 2º tsunami bursátil.

Un saludo.
Querido lector, si caíste por casualidad en este foro ya es demasiado tarde. No te molestes en entender el pico del petróleo, a partir de ahora podrás grabar con tu móvil secuencias terriblemente bellas de la Tercera Guerra Mundial. Sonríe!