16 DE AGOSTO DE 2006, MIERCOLES (http://thearchdruidreport.blogspot.com.es/2006/08/managing-decline.html) Todas las culturas tienen sus puntos ciegos en su visión del mundo, la nuestra no menos que las otras y una de las más importantes de las nuestras justo ahora viene directo proveniente de la moderna mitología del progreso. La afirmación de que el progreso es inevitable y bueno está tan íntimamente embebida en nuestro pensamiento colectivo que mucha gente hoy día simplemente no puede abrir sus mentes en lo concerniente a las implicaciones del agotamiento de los combustibles fósiles, e igualmente ocurre con los otros factores análogos que están conduciendo la crisis contemporánea de la civilización industrial. Todos estos factores prometen un futuro en el cual la energía, las materias primas, y sus productos –incluyendo casi todos los de nuestra actual alta tecnología- estarán sujetos a siempre más estrechas restricciones que los harán menos y menos disponibles con el paso del tiempo. Así nos enfrentamos a un futuro de regresión, no de progreso. El problema aquí es que la regresión es casi literalmente un concepto impensable estos días. Sugiere a casi todo el mundo en el momento presente que el progreso pronto empezará a discurrir en marcha atrás, y que sus tataranietos emplearán tecnologías no muy diferentes a las empleadas por sus tatarabuelos, a medida que la era industrial dé paso a las sociedades agrícolas de un futuro des industrial . Sería como intentar decirle a un campesino medieval que el cielo con todos los santos y ángeles no existe. En las famosas palabras pronunciadas hace unos pocos años por Critopher Lasch, El progreso es nuestro “único y verdadero cielo”; es dónde casi toda la gente moderna puso sus sueños de un mundo mejor, Y ser privada de éste “cielo” corta hasta la médula la visión que mucha gente tiene de la realidad. No obstante nuestra moderna fe en el progreso produce sutiles puntos ciegos en nuestra visión del mundo igualmente. Demasiado del pensamiento que rodea los debates actuales sobre el cenit del petróleo está anclado a la asunción de que salvar el sistema industrial moderno es el único objetivo sobre el que vale la pena hablar, y que si esto no puede ser conseguido, entonces es tiempo de esconderse en una cabaña en las montañas y esperar a que los escombros terminen de chocar contra el suelo. No te preocupes por cuantos cartuchos de munición ni por cuantas raciones de previsión tienes escondidas allí, una cabaña en el monte no es una respuesta adecuada a un proceso de declive que promete alargarse un siglo o más, pero al menos hay otro serio problema para este tipo de pensamiento. Salvar el sistema industrial moderno puede no ser posible de ningún modo, e incluso si esto pudiera hacerse, puede no ser la mejor opción al final de la partida. Una metáfora que ya ha sido empleada en este blog puede ayudar a clarificar las disyuntivas a las que nos enfrentamos en el día de hoy. Imagina que tú sabes que mañana, vas a ser transportado en una aeroplano a una altura de 3000 m y arrojado a la fuerza fuera de la cabina, al vacío. Esta es una crisis real, y demanda una mente clara y una acción consecuente. Si la única opción que tú consideras, no obstante, es encontrar una manera de mantenerte a 3000 metros y evitar ser arrojado fuera de la cabina, tú estas limitando tus opciones y excluyendo al menos una opción-llevar un paracaídas- que puede resolver el problema definitivamente. La metáfora puede ser ampliada un poco más. El problema de ser arrojado fuera de un aeroplano a 3 000 metros no es que tu vayas a caer; Es que vas a caer a tierra con demasiada velocidad. Lo mismo se aplica con respecto al fin de la era industrial. Si la transición de la sociedad industrial a culturas des industriales sostenibles del futuro puede hacerse gradualmente, por etapas no más rápidas que las que trajeron la civilización industrial hasta ocupar el primer puesto, no habría demasiado de lo que preocuparse. En este punto que probablemente podría ser gestionado en una escala global o incluso nacional. No obstante, una vez que el problema al que nos enfrentamos es definido como controlar el declive de la era industrial, no evitarlo, dicho problema se hace mucho más manejable. Uno de mis lectores habituales señaló, en un comentario a mi post de la semana pasada, que una cosa es discutir sobre encontrar alguna manera de reemplazar el extravagante uso que se hace hoy de la energía fósil con energías renovables, y otra bastante distinta y mucho más sensata. Es hablar sobre el uso de la energía para atender los mucho más modestos requerimientos energéticos de una sociedad agraria. Concretamente en estados Unidos, reducir la cuestión de esta manera abre inmensas posibilidades. Muy poca gente dentro de nuestras fronteras por ejemplo, se ha dado cuenta de que son sólo nuestros estilos de vida extravagantemente despilfarradores de energía los que nos mantienen dependientes de las importaciones de petróleo con todas las indeseables consecuencias económicas y sociales que ello conlleva. Incluso pasados treinta y cinco años tras su pico de Hubbert. Los Estados Unidos continúan siendo uno de los mayores productores mundiales de petróleo. Si el estadounidense consumiera tanta energía por año como el europeo occidental medio, Los estados Unidos serían exportadores de petróleo en lugar de importadores. Solo nuestra insistencia en aferrarnos a vivir de acuerdo con estilos de vida disfuncionales mantiene fuera de la mesa de discusiones de nuestra política energética nacional tan obviamente constructivo objetivo. La misma lógica puede ser extendida mucho más ampliamente. La agricultura actual, por ejemplo, se hará completamente insostenible una vez las vastas entradas de combustible fósil que van a maquinaria agrícola, abonos y pesticidas químicos, redes mundiales de transporte, y todo lo demás no puedan ser mantenidas. Esto no significa lo que algunos de los más extremistas teóricos del cenit del petróleo sostienen, que una vez que los combustibles fósiles se hagan demasiado escasos y costoso para la actividad agrícola, todos nosotros moriremos de hambre. Esto simplemente significa que la agricultura del futuro tendrá que basarse en la energía proporcionada por el musculo humano y animal así como en compost y estiércol como fertilizante, al modo en que los agricultores trabajaron por milenios antes de la invención del tractor. Todavía vive gente que creció guiando máquinas agrícolas tiradas por caballos, cuando la agricultura estadounidense era lo suficientemente productiva para hacer de las Grandes Llanuras el granero mundial. Volver a una agricultura movida por caballos sería un desafío, pero queda dentro del reino de lo posible, y cambios relativamente pequeños en las técnicas agrarias, tasación, y política de uso del suelo pueden hacer mucho para acoger tal conversión. Con la intensa despoblación extendiéndose por gran parte del antiguo interior Agrícola de los Estados Unidos, acciones del Gobierno espectaculares como la renovación de la vieja Acta de las Granjas ,suplementadas por garantías de precios de las cosechas de grano (quizá vinculadas a un programa para una producción de etanol incrementada). Serían también muy oportunas. Si la mitología del progreso no motivara la ceguera de los diseñadores de políticas ante tales opciones, cualquier número de pasos podría ser dado para facilitar la transición de una sociedad industrial a una sociedad des industrial. Los pasos a dar probablemente permanecerán fuera del reino de lo concebible por un largo tiempo aún, si no en una gran escala, la misma lógica puede ser aplicada en las escalas local e individual. Individuos, grupos, y comunidades locales enfrentan el desafío de gestionar el descenso desde el pico de Hubbert. Cuanto más tiempo nos intentemos aferrar a su cima, más rápida y dura será la caída y menos posibilidades tendremos para sobrevivir a la misma. Aceptar que el descenso es inevitable e intentar realizarlo de una manera controlada, por otro lado, no sólo abre el camino a la mera supervivencia, si no a la supervivencia de una manera humana y creativa que preserve tantas cosas de valor como sea posible para el futuro. |
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