¿Cuántas veces hemos oído "debemos preservar esto, defender aquello, conservar esto otro"? Miles. Pero ¿cuántas hemos oído "hagamos esto, recuperemos aquello, inventemos esto otro"? ¿Acaso somos incapaces, con todo el Progreso y tecnología de la que fardamos, de crear nuevas formas de vida y nuevos conceptos, obras, edificios, bosques, tecnologías, comunidades y asambleas?
La cosa llegados a este punto no es defender, es inútil actuar de forma reactiva. El asunto ya pasa por ir al ataque. Vivir en el monte no es tan dificil. ¿No te dejan construir porque es no urbanizable? Plantas una yurta que no tiene cimientos (corríjeme Kambei si estoy errado que creo que eres arquitecto) y vives ahí. Pero la solución no solo pasa por eso. Hay que volver a crear de cero la libertad, los usos, costumbres y modos de vida que el Estado y el Progreso han robado al pueblo. Nuestro objetivo no es quejarnos de que todo va mal, ni mirar que desastres ocurren, es pensar en la ofensiva. ¿De verdad es tan difícil? Dejo un post de FRM para que se vea como debe ser el futuro por el que luchar, fijándonos en lo que fue el pasado. ARBOLES JUNTEROS Buceando en olvidadas carpetas he reencontrado el nº 64 de la “Revista de Estudios Monteños”, 1993, portavoz de la Asociación Cultural Montes de Toledo. En ella un artículo de V. Leblic, “El culto al árbol en los Montes de Toledo”, emplea la expresión que da título a este trabajo. Cita como ejemplo de grandes árboles que han sido utilizados para celebrar juntas, reuniones, asambleas y encuentros concejiles el olmo, u olma, de Layos (Toledo), un copudo ejemplar situado en la plaza del pueblo que, según me dicen, continua aún hoy resistiendo con éxito parcial a la grafiosis, infectado y enfermo pero no muerto. En otros lugares de la comarca de los Montes ha sido el aliso el que ha ejercido de árbol juntero, añade Leblic. Puntualiza que en las alisedas del rio Estena diversas hermandades y asociaciones comarcanas celebraron sus encuentros anuales. Serían lo que otros autores califican de bosque sagrado, en el que se unifica el amor por la naturaleza, la inexpresable grandiosidad del árbol[1] y el espíritu democrático. Los árboles junteros por excelencia han sido, y en algunos casos son todavía, el roble, el olmo, el tejo y la encina, pero también, aunque menos, el tilo, el castaño, el abedul, el moral, el fresno, el pino silvestre, el haya, el aliso y el nogal. No han cumplido esa función, según parece, el quejigo, la sabina, el enebro, el plátano de sombra, el sauco, el acebo, el olivo, el alcornoque, el almendro, el naranjo, la palmera, etc. Nunca los frutales han sido árboles junteros. El motivo de que sea así se nos escapa. Bajo majestuosos robles, tejos, olmos o encinas se reunía, y en algún caso sigue haciéndolo, la asamblea soberana, o cuasi soberana, de los vecinos para deliberar, tomar decisiones y hacerlas cumplir. De pie bajo el gran árbol totémico, el vecindario ejerce la soberanía popular, evitando caudillismos, practicando el postulado de que “nadie es más que nadie”, materializando la libertad de expresión en tanto que prerrogativa universal, votando a mano alzada, sirviéndose del mandato imperativo (lo que impide que los portavoces se hagan representantes, o sea, nuevos déspotas), designando tareas y responsabilidades transitorias a personas o grupos, de cuyo cumplimiento han de rendir cuentan ante el concejo, vigilando el cumplimiento de lo acordado y sancionando a los contraventores, si los hubiera. Así pues, los árboles junteros son, en primer lugar, árboles de la palabra, dado que sus copas delimitan el espacio en que el pueblo, constituido en comunidad política que se autogobierna, dice y expone, parla y se comunica. Son también árboles judiciales, pues a su sombra se administra la justicia popular y se formalizan compromisos, lo que hace de ellos árboles juraderos. Y no deben olvidarse sus funciones económicas, pues el complejo manejo colectivo de los bienes comunales se efectúa debajo de ellos. La vida toda de la participación política, económica y social local transcurre entre sus copas y raíces. También cumplía funciones privadas, propias de la libertad civil popular. Por ejemplo, los tratos entre vecinos, o entre éstos y forasteros, solían cerrarse bajo sus ramas, con un apretón de manos ante testigos, lo que tenía más valor que cualquier documento. Pero sus decisivas funciones no terminan ahí. Los árboles junteros son la verde techumbre de la fiesta popular, la música, y el baile[2]; el lugar adecuado para el cortejo y el estallido del amor; el toldo de la sosegada charla entre vecinos; el centro de los juegos infantiles; el espacio para el ensueño y la fantasía en la lentas tardes del estío; la privilegiada atalaya desde donde ver transcurrir la vida; el prodigioso lugar del silencio y la meditación; el observatorio para percibir con melancolía la llegada del otoño, la fría lluvia que retorna y el irremediable paso del tiempo; el palenque donde prepararse para bien morir. Los situados en lugares discretos eran asimismo marco para el amor, el sexo y la fecundidad. Eso hace de dichos árboles entes venerados, a los que se orna con el aura de lo sacro. De ellos, en especial de los tejos, se toman ramos a los que se atribuyen cualidades extraordinarias, mágicas, de protección contra los males y garantía de prosperidad. No olvidemos que, según algunos estudiosos, los primeros templos fueron los bosques y las selvas, en lo que fue una religión natural, sin sacerdotes ni dogma ni vinculación al ente estatal, que rendía culto al árbol. Esto aparece recogido en El Apocalipsis de San Juan, donde se cita “el árbol de la Vida” de la Jerusalén celestial, que da fruto doce veces al año, una cada mes, y cuyas hojas son medicinales. Recuperar la historia de los árboles junteros equivale a reescribir la historia de los pueblos de la península Ibérica, hoy manipulada y adulterada por el pseudo-democrático poder constituido. Para éste sólo cuentan las instituciones y las personalidades, reduciendo lo popular a nada o a casi nada. Pero la existencia de aquéllos otorga un sólido mentís a la noción central de la historiografía ortodoxa, a saber, que el pueblo no puede autogobernarse y ha de ser gobernado por un cada día más hinchado y caro aparato de dirección, coerción, aleccionamiento y nulificación, el ente estatal. Lo cierto es que el pueblo se ha gobernado a sí mismo bajo los grandes árboles[3]. Hoy el régimen de dictadura política constitucional, parlamentarista y partitocrática nos deja sin libertad, sin autogobierno y casi sin árboles. Todo ello tiene que ser recuperado. Hacerlo es una gran revolución. |
Me ha encantado Didi, por un momento el ruido del tráfico y de la muchedumbre apesebrada que me rodea han desaparecido y creido estar bajo la fresca sombra de una encina charlando con gente real en un sitio real sobre cosas reales e intensas.
Que algún dia sea Didi, que algún dia sea. Un saludo y gracias.
Preparándose para lo inevitado.
|
Me anoto en la felicitación por recuperar ese texto. Los árboles "junteros" sin duda son parte de la democracia en las pequeñas comunidades y, tiene un halo de magia y mística.
|
En respuesta a este mensaje publicado por Didi Sóller
Más sobre pasar a la acción, de recuperar, de avanzar y no solo evitar el retroceso. País Perdido, de la Ronda de Boltaña, oriundos de la comarca del Sobrarbe, vecina de la Ribagorza, que es mi comarca (o en camino de serlo )
https://www.youtube.com/watch?v=iyFTtmQG1xk Perdido debajo del monte perdido perdido estuviste pais. mi viejo condado, señor de los montes te estabas dejando morir. perdido el orgullo, perdido el futuro perdido, perdido pais. Pais de silencios, de ausencias y olvidos, tristes montes y soledad. pais sin historia, pueblo sin raices, carrasca que se secara: sobrabas pais, solo querian agua, montañas y electricidad. los mapas siguieron trayendo tu nombre ¡quien puede olvidarse de ti! tozales altivos y rios crecidos gritaban: "¡seguimos aqui!". pero divididos y sin dar batalla te fuimos perdiendo, pais. tal vez a trocitos se te fue llevando la gente que hicieron marchar, o bajo las aguas de un negro pantano reposas dormido y en paz, igual que a los pies de peña montañesa las ruinas de san beturian. ¡invoco tu nombre, pais del sobrarbe! ¡arriba, que hay que despertar!. invoco tu nombre, pais de mis padres, pais de mis hijos seras, si despierta el pueblo que escribio los fueros y que aragon supo crear. desde el pirineo a la sierra de guara, cada lugar es mi lugar: el ara y el cinca, el cinqueta y la fueva, sobrarbe entero eres mi hogar. casa dividida es casa caida, y juntos te vamos a alzar. ¡venid, dioses que dormis debajo un dolmen! ¡guerreros y santos venid!: hijos de la historia y de nuestras leyendas, ayuda os pedimos, ¡venid!. ¡cruzad ya los puertos, viejos guerrilleros, reconquistemos el pais!. bruchinas de enero, tronadas de agosto, ¡tocad el tambor sin parar! si vamos unidos a esta batalla los rayos de nuevo pondran uns cruz de fuego sobre la carrasca, y sobrarbe renacera. |
Free forum by Nabble | Edit this page |