El colapso Maya: Como resultado de un desequilibrio entre la productividad agrícola y la construcción de monumentos. Se produjo un notable incremento de la construcción en los centros mayas a finales del siglo VII y en el VIII, este fenómeno junto con el crecimiento poblacional, habría ejercido una presión sobre los suministros de alimentos. Sin embargo la causa del colapso fue un círculo cerrado de retroalimentación: la disminución de alimentos por persona fue contrarrestada por una mayor actividad constructiva para “aplacar” a los dioses; pero el trasvase de la mayor fuerza de trabajo agrícola hacia la erección de monumentos condujo a un descenso todavía mayor de la productividad agrícola, provocando así un rápido declive.
Algunos investigadores han considerado difícil creer que los mayas, frente a una escasez de alimentos cada vez más grave, hubieran continuado el trasvase de trabajo de la agricultura a los monumentos. Sin embargo, la sugerencia de que la sobreinversión en éstos constituyera el colapso maya es persuasiva y consta en otros modelos del mismo. Una de las simulaciones más recientes del colapso Maya clásico es la de John Lowe. Su trabajo se basa en el patrón cronológico del colapso, según se determina a partir de las fechas de la construcción de monumentos en los distintos centros mayas. Según esto, Lowe reconstruye un colapso que comenzó en las áreas periféricas y avanzó hacia el interior, siendo los yacimientos del noreste los últimos en sentir los efectos. Correlacionando este patrón con la densidad y jerarquía de yacimientos, Lowe llegó a la conclusión de que lo que precipitó el colapso fue la presión poblacional junto con un excesivo funcionariado de élite. El mecanismo básico fue la presión sobre el territorio que creó la necesidad de una agricultura más intensiva, lo que, a su vez, planteó mayores exigencias a las élites dirigentes respecto a la distribución de alimentos y al reparto de los recursos humanos. La rivalidad entre y dentro de las propias élites creó nuevas tensiones en el sistema, requiriendo crecientes inversiones de trabajo para la construcción de monumentos ceremoniales. Tal vez, como sucedió en la Isla de Pascua, los que talaran los últimos árboles consideraban valores de otra índole para hacer lo que hacían y, al igual que los mayas, la falta de consciencia de su fragilidad en la relación con su medio ambiente u otras prioridades más apremiantes para la élite, confluyeron en un conflicto de intereses entre el corto plazo (dar satisfacción a los dioses) y el largo plazo (cultivar tierras para alimentar a una población creciente) que causaron un fatal desenlace. El colapso de la isla de Pascua: El mejor relato de esta tragedia cultural se contiene en un libro de obligada lectura, Colapso (2005), del geógrafo evolucionista Jared Diamond, que la utiliza de pedagógica ilustración (entre otras extinciones análogas, como la de los mayas del Yucatán o los vikingos de Groenlandia) para explicar cómo la intensificación de la competencia por los recursos puede acabar con el suicidio colectivo de los competidores. Para ello Diamond recurre a la llamada “tragedia de los bienes públicos”, propuesta por el biólogo Russell Hardin en 1968 [que tratamos con anterioridad en Nobel para el Tribunal de las Aguas de Valencia], que predice el agotamiento de los ecosistemas a partir de un cierto umbral de explotación. Pero la originalidad de Diamond reside en que, pese a ser un ecologista reconocido, deduce que la causa última del colapso no es biológica sino social. Lo que hace al sistema inviable y le fuerza a colapsarse no es la escasez de los recursos (según el argumento maltusiano) sino el exceso de su explotación, como un efecto sólo derivado de la escalada social de la competición. Los diversos clanes de Pascua se embarcaron en un juego colectivo de prestigio ostentoso donde todos pugnaban por superar a los demás en la erección de moaís, para lo que no dudaron en agotar el bosque del que extraían la madera para transportar las piedras a edificar. Y al escasear la madera dejaron de producir canoas con las que pescaban su principal fuente de proteínas. Pese a lo cual siguieron erigiendo moaís cada vez mayores hasta que ya no pudieron hacerlo más. Entonces los golpistas tomaron el poder, estalló la guerra civil y la isla de Pascua se desangró hasta extinguirse. La opinión de Jared Diamond: Ahora imparto un curso de grado en UCLA, sobre estos colapsos sociales. Lo que más incomoda a mis estudiantes de grado en UCLA es: ¿Cómo es posible que estas sociedades no se dieran cuenta de lo que estaban haciendo?, ¿Cómo pudieron los habitantes de la Isla de Pascua deforestar su entorno?, ¿Qué dijeron mientras cortaban la última palmera?, ¿No vieron lo que hacían?, ¿Cómo es posible que las sociedades no percibieran sus impactos en el medio y se detuvieran a tiempo?. Y yo esperaría que si nuestra civilización humana continúa, entonces quizá en el siglo que viene la gente se preguntará: ¿Por qué demonios estas gentes del 2003 no vieron las cosas tan evidentes que estaban haciendo y las corrigieron?. Parece increíble en el pasado. Y en el futuro parecerá increíble lo que estamos haciendo hoy. Por eso he estado tratando de desarrollar un conjunto jerárquico de consideraciones que explique por qué las sociedades fracasan en resolver sus problemas. ¿Por qué fallan al percibirlos o, si los perciben, por qué no los enfrentan?. O, si los enfrentan, ¿por qué no lograron solucionarlos?. Sólo mencionaré dos generalizaciones en esta área. Un esquema que hace el colapso probable, es la existencia de un conflicto entre el interés a corto plazo de las élites gobernantes y el interés a largo plazo de la sociedad en su conjunto, especialmente si las élites logran aislarse de las consecuencias de sus acciones. Donde lo que es bueno a corto plazo para la élite es malo para la sociedad en su conjunto, hay un riesgo real de que la élite haga cosas que puedan derrumbar a la sociedad en el largo plazo. Por ejemplo, entre los escandinavos de Groenlandia, una sociedad de estamentos competitivos, lo que los jefes realmente querían era más seguidores y más ovejas y más recursos con los que superar a los jefes vecinos. Y eso empujaba a los jefes a lo que se llama fustigamiento de la tierra: la sobreexplotación de la tierra, condenando a los agricultores arrendatarios a la dependencia. Y eso hizo a los jefes más poderosos a corto plazo, pero encaminó a la sociedad hacia su colapso a largo plazo. Esos mismos problemas de conflictos de intereses son agudos en los Estados Unidos de hoy. Especialmente porque los gobernantes de los Estados Unidos pueden aislarse a menudo de las consecuencias viviendo en complejos amurallados, bebiendo agua embotellada y demás. Y durante el último par de años ha resultado evidente que la élite del mundo empresarial percibe con acierto que puede satisfacer sus intereses a corto plazo haciendo cosas que son buenas para ellos pero malas para la sociedad en su conjunto como extraer unos pocos miles de millones de dólares de Enron y otras compañías. Aciertan al pensar que esas cosas son buenas para ellos a corto plazo, a pesar de ser malas para la sociedad a largo plazo. Así que esa es una conclusión general sobre por qué las sociedades toman decisiones erróneas: los conflictos de interés. Y la otra generalización que quiero mencionar es que es particularmente duro para una sociedad el tomar, entre comillas, buenas decisiones, cuando hay un conflicto que implica valores fuertemente arraigados que son buenos en muchas circunstancias pero resultan pobres en otras. Por ejemplo, los escandinavos de Groenlandia, en este entorno tan difícil, se mantuvieron juntos durante cuatro siglos y medio por su compromiso religioso compartido y por su fuerte cohesión social. Pero esas dos cosas -su compromiso religioso y su fuerte cohesión social- también les hicieron difícil cambiar al final y aprender de los inuit [más adaptados al entorno]. O en la actualidad, Australia. Una de las cosas que permitió a Australia sobrevivir en esta remota avanzadilla de la civilización europea durante 250 años fue su identidad británica. Pero hoy en día, su compromiso con la identidad británica les sirve de poco a los australianos para adaptarse a su situación en Asia. Así que es particularmente difícil cambiar de rumbo cuando las cosas que te meten en problemas son también las que están en el origen de tu fortaleza. ¿Cuál va a ser el resultado hoy?. Bueno, todos conocemos la docena de bombas con temporizador que existen en el mundo moderno. Bombas con temporizador que tienen fusibles de sólo unas décadas, todas ellas de no más de 50 años, y cualquiera de ellas puede acabar con nosotros. Las bombas con temporizador del agua del suelo, del cambio climático, de las especies invasivas, el techo fotosintético, los problemas demográficos, las toxinas, etc. etc. y así hasta cerca de una docena. Y mientras estas bombas de tiempo, ninguna de las cuales tiene un fusible mayor de 50 años, y la mayoría fusibles de sólo unas décadas... algunas de ellas en algunos lugares con fusibles mucho más cortos. Al ritmo al que vamos, Filipinas perderá todos sus bosques madereros en cinco años. Y las Islas Salomón están a sólo un año de perder su bosque maderero, que es su mayor producto de exportación. Y eso va a ser espectacular para la economía de las Salomón. La gente a menudo me pregunta: Jared, ¿cuál es la cosa más importante que necesitamos hacer sobre los problemas medioambientales del mundo?. Y mi respuesta es, la cosa más importante que necesitamos hacer es olvidarnos de que haya una sola cosa más importante que necesitamos hacer. En vez de eso hay una docena de cosas, cualquiera de las cuales podría eliminarnos. Y tenemos que acertar con todas, porque si solucionamos 11, si fracasamos el solucionar la 12ª, tenemos un problema. Por ejemplo, si solucionamos nuestros problemas de agua, de suelo y de población, pero no solucionamos nuestros problemas de sustancias tóxicas, entonces estamos en problemas. El hecho es que nuestro rumbo actual es un rumbo insostenible, lo que significa que por definición no puede mantenerse. Y el resultado se verá en tan sólo unas décadas. Eso significa que aquellos de nosotros que estamos en esta habitación menores de 50 ó 60 años veremos como se resuelven estas paradojas, y los que somos mayores de 60 puede que no veamos la resolución, pero nuestros hijos y nietos sin duda lo harán. La resolución puede presentar una de estas dos formas: o evitamos esos fusibles de tiempo insostenibles, poniéndoles remedio de una forma agradable y elegida por nosotros o esos conflictos acabarán de una forma desagradable y ajena a nuestro control, a través de guerras, enfermedad o hambruna. Pero lo que es seguro es que nuestro rumbo insostenible se resolverá de una u otra manera en unas pocas décadas. En otras palabras, ya que el tema de esta sesión son las opciones, tenemos una opción. ¿Significa eso que debemos sentirnos pesimistas y abrumados?. Yo extraigo la conclusión opuesta. Los grandes problemas del mundo actual no escapan en absoluto a nuestro control. Nuestra mayor amenaza no es un asteroide a punto de colisionar con nosotros, que es algo que no podemos evitar. Al contrario, todas las amenazas importantes a las que nos enfrentamos hoy en día son problemas creados completamente por nosotros. Y ya que hemos creado los problemas, también podemos resolverlos. Lo que significa que somos capaces de lidiar con estos problemas. En particular, ¿qué podemos hacer todos nosotros?. Para quienes estén interesados en estas opciones, hay muchas cosas que pueden hacer. Hay muchas cosas que no entendemos y que necesitamos entender. Y hay otro montón de cosas que ya entendemos pero que no estamos haciendo y que deberíamos estar haciendo.
La noche es oscura y alberga horrores.
|
Fleischman eres una mala persona, nos enseñas partes de las joyas pero no el joyero, pero gracias, he encontrado esta charla TED donde sale parte de lo que nos ha regalado Fleischman
Fuente |
En respuesta a este mensaje publicado por Fleischman
Quizá otra forma de responder la misma pregunta.
E.M Cioran..."Rostros de la decadencia" "...Una civilización comienza a decaer a partir del momento en que la Vida se convierte en su única obsesión. Las épocas de apogeo cultivan los valores por sí mismos: la vida no es más que un medio de realizarlos; el individuo no sabe que vive, él vive, esclavo feliz de las formas que engendra, mima e idolatra... ... Montesquieu sostiene que al final del Imperio, el ejército romano no estaba formado más que por la caballería. Pero descuida indicarnos la razón de ello. ¡Imaginemos al legionario saturado de gloria, de riqueza y de desenfreno después de haber recorrido innumerables países y perdido su fe y su vigor al contacto de tantos templos y tantos vicios, imaginémosle a pie! Conquistó el mundo como infante; lo perderá como jinete.En toda blandura se revela una incapacidad fisiológica de adherirse por más tiempo a los mitos de la comunidad. El soldado emancipado y el ciudadano lúcido sucumben bajo el bárbaro. Cuando todo un pueblo, en diferentes grados, está al acecho de sensaciones raras, cuando por las sutilezas del gusto complica sus reflejos, accede a un nivel de superioridad fatal. La decadencia no es más que el instinto tornado impuro por la acción de la conciencia. Así, no puede sobrestimarse la importancia de la gastronomía en la existencia de una colectividad. El acto consciente de comer es un fenómeno alejandrino; el bárbaro se alimenta. El eclecticismo intelectual y religioso, el ingenio sensual, el esteticismo y la obsesión experta de la buena mesa, son los signos diferentes de una misma forma de espíritu. Cuando Gabius Apicius peregrinaba por las costas de África para buscar langostas, sin establecerse en parte alguna porque no las encontraba a su gusto, era contemporáneo de las almas inquietas que adoraban multitud de dioses extranjeros sin encontrar satisfacción ni reposo. Sensaciones raras, deidades diversas, frutos paralelos de una misma sequedad, de una misma curiosidad sin resorte interior. El cristianismo apareció: un solo Dios, y el ayuno. Y la era de lo trivial y lo sublime comenzó... Un pueblo se muere cuando no tiene fuerza para inventar otros dioses, otros mitos, otros absurdos; sus ídolos palidecen y desaparecen; busca otros, en otra parte, y se siente solo ante monstruos desconocidos. También esto es la decadencia. Pero si uno de esos monstruos adquiere primacía sobre él, otro mundo se pergeña, tosco, oscuro, intolerante hasta que agota su dios y se libera de él; pues el hombre sólo es libre -y estéril- en los intervalos en que los dioses mueren; esclavo -y creador- cuando, tiranos, prosperan. Meditar las sensaciones -saber que se come-, he ahí una toma de conciencia gracias a la cual un acto elemental rebasa su objetivo inmediato. Junto al asco intelectual se desarrolla otro, más profundo y más peligroso: proveniente de las vísceras, desemboca en la forma más grave de nihilismo, el nihilismo de la plétora. Las consideraciones más amargas no podrían compararse, en sus efectos, a la visión que sigue a un festín opulento. Toda comida que supera en duración los escasos minutos y en manjares lo necesario, desarticula nuestras convicciones. El abuso culinario y la saciedad destruyeron al Imperio más implacablemente que lo hicieron las sectas orientales y las doctrinas griegas mal asimiladas. Sólo se experimenta un auténtico estremecimiento de escepticismo en torno a una mesa copiosa. El «Reino de los Cielos» debía ofrecerse como una tentación después de tantos excesos o como una sorpresa deliciosamente perversa en la monotonía de la digestión. El hambre busca en la religión una vía de salvación; la saciedad, un veneno. «Salvarse» por medio de los virus y, en la indistinción de las oraciones y los vicios, huir del mundo y revolcarse en él por el mismo acto... esto es sin duda el summum de las amarguras del alejandrinismo. Hay una plenitud de disminución en toda civilización demasiado madura. Los instintos se flexibilizan; los placeres se dilatan y no corresponden ya a su función biológica; el placer se convierte en fin en sí mismo, su prolongación en un arte, el escamoteamiento del orgasmo en una técnica, la sexualidad en una ciencia. Procedimientos e inspiraciones librescas para multiplicar las vías del deseo, la imaginación torturada para diversificar los preliminares del gozo, el mismo espíritu mezclado con un sector extraño a su naturaleza y sobre el cual no debería tener ninguna garra, son otros tantos síntomas de empobrecimiento de la sangre y de intelectualización mórbida de la sangre. El amor concebido como ritual hace a la inteligencia soberana en el imperio de la tontería. Se resienten de ello los automatismos; obstaculizados, pierden su impaciencia por provocar una inconfesable contorsión; los nervios se convierten en teatro de malestares y estremecimientos clarividentes y finalmente la sensación se continúa más allá de su duración bruta gracias a la habilidad de dos verdugos de la voluptuosidad estudiada. Se trata del individuo engañando a la especie, de la sangre demasiado tibia aún para aturdir al espíritu, es la sangre enfriada y aguada por las ideas, la sangre racional... "
Ahora tiro yo , porque me toca. (El Indio Solari)
|
En respuesta a este mensaje publicado por Fleischman
No tengo muy clara mi opinión acerca de la información que nos acerca Fleischman, pues no sé realmente si tiene una base sólida las afirmaciones que se hacen sobre el colapso de la civilización maya, no he visto por ninguna parte ningún dato concreto en el que pueda basarse semejante afirmación.
Esto mismo me pasa en un montón de afirmaciones que se hacen y que a día de hoy se toman por muchos como "dogma de fe". Aparte de eso, con respecto al párrafo final, lo suscribo cien por cien, pues los mayores problemas a los que nos enfrentamos son problemas creados por nosotros mismos, pero para poder solucionarlos, debemos dejar a un lado nuestro egoismo y pasar a funcionar como los animales sociales que somos, a nivel tanto local como planetario. P.D. Lo acercado por parroquiano me parece de una exquisitez mayúscula
Regla de oro:
trata a los demás como querrías que te trataran a ti
|
En línea de lo expuesto por Parroquiano, os acerco una noticia y destaco algunos párrafos:
http://www.elmundo.es/cronica/2017/05/12/590f150c22601d8b018b45eb.html Patirke, a decir de la sentencia y como ha confirmado Crónica, no acabó la Secundaria por propia voluntad. Dice el escrito legal que ella, además, "ha solicitado y obtenido dinero de parientes para la realización de diversos cursos de ofimática o enseñanzas relacionadas con la informática sin obtener resultado alguno, bien por no matricularse, bien por no asistir... a las clases". Pero el culpable, para la demandante, sigue siendo su padre que, tras el divorcio de su esposa, ya siendo Patirke adulta, se negó a darle dinero para sostener sus gastos. "Ha realizado diversos trabajos y en diversos lugares (Londres, Cádiz, Huelva, Castro Urdiales) sin aprovechar para el aprendizaje del idioma inglés o finalizando el trabajo por diversos motivos (excesivo esfuerzo, demasiadas horas, escasa retribución) y a su conveniencia, sin que... haya aprovechado el tiempo para aumentar o finalizar su formación" Resoluciones similares a las de Patirke se repiten en los últimos años, donde, según datos del Instituto Nacional de Estadística sólo el 16,5% de los menores de 30 años se ha independizado en España. La edad media de emancipación es de 29 años, la séptima peor de Europa (la media es 26)... Hay una sentencia del Supremo de septiembre de 2016 que muestra la evolución de los procedimientos contra estos hijos parásitos. Se exigía una pensión de 1.000 euros para un hombretón de 27 años.
Regla de oro:
trata a los demás como querrías que te trataran a ti
|
Free forum by Nabble | Edit this page |