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Como seguidor de la obra de J. M. Greer, he ido recopilando sus posts traducidos al castellano, y he encontrado uno que aún no está en este foro. La traducción apareció hace unos años en la web www40.brinkster.com/celtiberia (la copia la tenía guardada en mi ordenador, pero ahora resulta que dicha web ya no existe). Creo importante que la traducción de este post figure en este foro, pues creo que su tema -la fe en el progreso, como religión no declarada de occidente- es el más importante descubrimiento de J. M. Greer.
http://thearchdruidreport.blogspot.com.es/2007/01/this-faith-in-progress_10.html 10 enero 2007 Nuestra fe en el progreso John Michael Greer (*) Cada cultura tiene algún lugar distante en el tiempo o el espacio donde destellan sus sueños de un mundo perfecto, y la nuestra no es una excepción. Los devotos cristianos en la Edad Media imaginaron un cielo en algún lugar más allá de los confines de la esfera de los cielos, donde los ángeles y las almas bendecidas cantaban en perfecta armonía bajo la presencia de Dios, lejos del bullicioso mundo terrenal y su modesto mundo material. Algunos siglos antes, los antiguos Griegos también cantaban a la edad Dorada que se dio en algún momento del lejano pasado cuando de los campos brotaban las cosechas sin necesidad de intervención humana y el mundo estaba en paz bajo el dominio del antiguo y sabio dios Kronos. Nosotros también tenemos nuestro cielo y nuestra Epoca Dorada, pero a diferencia del resto de culturas la situamos en el futuro, y nos creemos que nos estamos moviendo cada vez más hacia el Paraíso con cada día que pasa. Otras culturas depositan su fe en los dioses, las estrellas o los ciclos cósmicos; nosotros tenemos fe en el progreso. No creo que esté exagerando, si denomino a la creencia en el progreso como la religión dominante del mundo moderno. Para la mayor parte de la gente de hoy en día, lo que importa del pasado es que es una historia del progreso, un vasto movimiento ascendente desde la brutal miseria de un pasado primitivo al esplendor Prometeico de un futuro de ciencia-ficción entre las estrellas. En el imaginario moderno, el presente es por definición mas grande y mejor que el pasado, de igual forma que el futuro será por definición más grande y mejor que el presente. Para los creyentes en el progreso, denominar a algo "nuevo" es definirlo como "mejor", mientras que lo que es viejo es por definición insuficiente. La intensidad de nuestra fe en el progreso se puede medir por la forma en que restamos importancia a los logros de las civilizaciones pasadas para hacernos ver a nosotros mejor y más inteligentes; por ejemplo, los libros de historia al uso todavía insisten en que la mayoría de los contemporáneos de Colón creían en la tierra plana, aunque esta fábula ha sido desacreditada incontables veces. El futuro está aun más sujeto a distorsión en nombre del mito. Incluso aquellos que creen que la historia del progreso llegará a su final insisten en que el final de nuestra civilización llegará con mayor espectacularidad y eco que cualquiera otra pasada. Utilizar la palabra "mito" para nuestra fe en el progreso, puede llevar a equívoco, ya que la mayor parte de la gente piensa hoy en día que un mito es una historia sobre el mundo que no es cierta. Otras culturas tenían mitos, asegura el moderno saber, pero no nosotros; nosotros tenemos hechos. Puedes encontrar libros que insisten en que el mundo moderno sufre de "amitismo", una falta patológica de mitos. Nuestra palabra "mito", sin embargo, viene de "muthos", una palabra griega que originalmente significa "relato". Desde temprano se empezó a usar para contar los cuentos más importantes, los que usaba la gente para explicar quienes son, de donde vienen, adonde van, y los poderes que los guían en su recorrido vital y los que dan un sentido a ese itinerario. Los mitos griegos hicieron esto por los antiguos griegos, la teología cristiana lo hizo para la Edad Media y la fe en el progreso lo hace por nosotros. El hecho de que un puñado de países hayan experimentado un gran progreso en los últimos siglos no nos previene de que el progreso cumpla una función mítica. Lejos de ello, el mito del progreso, como cualquier mito, tiene poder sobre la mente humana porque sus creyentes pueden señalar ejemplos donde está funcionando de hecho. Cualquier mito lleva aparejado sus propios valores y su propia agenda, y el mito del progreso no es una excepción. Pero creer en el progreso, en el sentido moderno de la palabra, es creer que la historia tiene una dirección predeterminada que nos ha de llevar hacia él. Prestad atención a la forma en que la gente utiliza los periodos históricos como una forma de clasificar las culturas de otros pueblos como inferiores; por ejemplo, cuando decimos que los pueblos cazadores y recolectores del Tercer Mundo aún se encuentran en la Edad de Piedra, o que el mundo musulmán está aún en la Edad Media, mientras que solo los países industrializados se encuentran en el siglo XXI. Por supuesto que esto es un sinsentido, pero es un sinsentido que tiene un objetivo. Admitir que los cazadores-recolectores y los musulmanes forman parte del siglo XXI como nuestras sociedades industriales, puesto que de hecho lo son, desmonta al mundo industrializado su reclamo de ser la lógica culminación de la historia. Se podría decir que los cazadores-recolectores del Kalahari suponen la culminación de la historia, y hasta cierto punto lo es, ya que su modo de vida es mucho más sostenible que el nuestro. Creer en el progreso, es por tanto, creer que cualquier trayectoria que nuestra civilización ha podido seguir es la correcta, ya que es la más avanzada y por tanto mejor que la seguida por sociedades menos evolucionadas, y por esa misma razón deberemos seguir haciendo como lo hemos hecho hasta ahora. La fe en el progreso nos proporciona fuertes justificaciones para mantener el status quo, cualquiera que sea, y permite que cualquier intento de elegir una trayectoria diferente para nuestra civilización sea calificada de "regresiva", que para los creyentes en el progreso es un pecado imperdonable. El mito del progreso también implica que cualquier cosa que nuestra civilización industrial haga bien es lo más importante que puede hacer la humanidad, y cualquier cosa que no se haga bien en nuestra civilización entonces no cuenta. Esta creencia permanece anclada en nuestro imaginario aunque cambien los detalles. En el siglo XIX, por ejemplo, muchos creyentes en el progreso señalaban la literatura, la filosofía, la música y el arte occidentales como evidencias de que nuestro mundo era más avanzado y por tanto mejor que cualquier otro. La literatura, la filosofía, la música y el arte del siglo XX no alcanzan los niveles de calidad medios del siglo XIX, sin embargo la ciencia y la tecnología del siglo XX han sobrepasado con creces las marcas alcanzadas en el siglo que le precedió, así que inevitablemente nuestros contemporáneos señalan insistentemente a nuestra ciencia y tecnología como pruebas de lo que hemos avanzado y por tanto nos encontramos mejor que en cualquier otro momento. Es decir, que como ocurre con la mayor parte de creencias, sus creyentes eligen sus propias evidencias y ofrecen sus propias justificaciones. Todo esto cumple un importante papel que jugar a la hora de sortear los problemas que la sociedad industrial nos plantea, ya que para salir del callejón de la dependencia de los combustibles fósiles que se están agotando rápidamente, no podremos huir hacia adelante por el camino que hemos estado siguiendo. Casi sin excepción, el progreso tecnológico del último siglo se volverá hacia atrás ya que su pilar fundamental, el petróleo abundante y barato, se acaba, y casi todos los fenómenos sociales y culturales que crecieron al albur de la tecnología petrolífera también se esfumarán. Creo que tras sobrepasar el pico de Hubbert del petróleo será forzosa una vuelta a la tecnología del siglo XIX, y que el lento agotamiento del carbón y otras fuentes no renovables ayudarán a este proceso regresivo, devolviendo al mundo occidental a unas formas tecnológicas y sociales similares a las existentes para cuando comenzaba el proceso de revolución industrial. ¿Qué ocurrirá con la fe en el progreso en una época de evidente regresión tecnológica, cuando coches, computadoras y pisadas en la luna pertenezca ya a glorias del pasado?. Sin lugar a dudas que los más recalcitrantes dirán que cualquier cosa que la civilización desindustrializada haga bien es lo que cuenta, y por tanto es una evidencia más del progreso. Ya lo estamos viendo en esta primera ola de defensores de tecnologías verdes que afirman que sus tecnologías son más avanzadas y más progresistas que las alternativas hasta la fecha. La religión del progreso ha dominado durante los últimos tres siglos porque ha ido consiguiendo lo que prometía, llenando nuestras vidas con maravillas tecnológicas lo suficientemente asombrosas como para distraernos de lo que hemos tenido que sacrificar a cambio de nuestro mundo, de nuestras comunidades y de nosotros mismos. Cuando el desfile de maravillas termine, el impacto sobre la cultura industrializada podría ser dramático. Si, como sugiero, el progreso es la religión no reconocida del mundo industrializado, la incapacidad de sus profetas para seguir produciendo los milagros esperados podía hundir a mucha gente en una crisis de fe sin fácil salida. En el pasado, las gentes que se veían desprovistas de su vieja religión, han respondido de muy diversas maneras: algunos lanzaron movimientos de revitalización para renovar su vieja fe, otros abrazaron nuevas visiones del destino o importaron tradiciones del extranjero, y otros simplemente se retrajeron hasta la muerte. Sobre cual de estas reacciones resultará ser la más común puede que tenga importantes efectos para el desarrollo de la historia de la era desindustrial que se avecina. (*) John Michael Greer es Gran Archidruida de la Antigua Orden de los Druidas de América (AODA) y autor de una docena de libros. |
Administrador
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Gracias Pedro, ya lo he agregado a las traducciones.
Un saludo
Administrador
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Muchas gracias Pedro por esta traducción de gran calidad. Ya está incluída en el índice general del blog de JMG
Regla de oro:
trata a los demás como querrías que te trataran a ti
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¡Qué buena síntesis!
No sé en España, pero por estos lares se habla de partidos políticos "progresistas" a aquellos que tienden a la redistribución de los ingresos, que son más abiertos en torno a los debates (de género, sobre los medios de comunicación, despenalización de la marihuana, etc), y que en contrapartida de los Partidos políticos neoliberales, defienden la política sobre la economía. Al menos en las palabras. Lo raro, es que esa idea de "progresismo" va por otro camino que la idea de "progreso tecnológico". Será que en cierto punto ya se está modificando la asociación de progreso, dejando un poco de lado la cuestión material y vinculándolo a la libertad de decisión, a la autonomía (tanto individual como política)... ¿o es simplemente una palabra de moda, más bien vacía? |
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Realmente creo que esta idea de Greer es fundamental para entender la imposibilidad de la mayoría de la gente y de los políticos en occidente para hacer frente al Peak Oil y adaptarse a sus consecuencias. Son todos los aspectos de esta civilización los que están descomponiéndose, no sólo la abundancia de los combustibles fósiles.
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Esto me recuerda a uno de los apartados del manifiesto de Unabomber:
50. ¡Los conservadores son unos mentecatos! Se quejan de la decadencia de los valores tradicionales y sin embargo soportan con entusiasmo el progreso tecnológico y el crecimiento económico. Aparentemente nunca se les ha ocurrido que no puedes hacer cambios rápidos y drásticos en la tecnología y en la economía de la sociedad sin causar cambios rápidos en todos los otros aspectos de esta, y que esos cambios rápidos inevitablemente rompen los valores tradicionales. No le faltaba razón, yo no lo habría dicho mejor, pero le perdió las maneras (enviando explosivos)
El mundo está gobernado por personajes que no pueden ni imaginar aquellos cuyos ojos no penetran entre los bastidores.
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