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Se ve que el milenarismo catastrofista está en alza. Conviene no dejarse llevar.
La historia nos muestra que el milenarismo puede convertirse en una profecía autocumplida. Particularmente instructivo es el caso de
Nongqawuse, una adolescente de 15 años que en 1856 convenció a la mayor parte de la tribu Xhosa de Sudáfrica de la realidad de sus visiones en que los ancestros le advertían que se acercaba el momento de la renovación que resolvería todos sus problemas, pero para llegar a él debían purificarlo todo, matando a todas sus vacas y quemando todo el grano almacenado, tras lo cual los espíritus expulsarían a los británicos y proveerían de nuevas vacas y grano.
Los Xhosa mataron a más de 300.000 vacas y destruyeron sus reservas de grano pero los espíritus no cumplieron su parte del trato. Por supuesto se culpó a la minoría Xhosa que no tuvo fe y rehusó matar sus vacas y destruir sus cosechas que fueron arrasadas y sacrificadas en el subsiguiente ataque.
En la hambruna resultante
murieron más de 40.000 personas, y los británicos lo aprovecharon para someter a los Xhosa, condicionando la ayuda a los que entraron a su servicio. Nongqawuse vivió tranquilamente hasta el final de sus días en una granja colonial y si expresó algún remordimiento no consta.
El mileniarismo que se extiende entre nuestros jovenes puede ser muy perjudicial. Nuestras acciones tienen que ir dirigidas a reducir el impacto de lo que se avecina, no a aumentarlo. El problema de nuestros combustibles fósiles puede ser como el de las vacas de los Xhosa que estaban enfermas de pleuroneumonía bovina, pero acabar con ellas porque lo dice una niña no va a ser la solución.