Siguen los piquetes de camioneros en Brasil y generan subas en la soja
Protestan por los altos precios del gasoil. Y hay cortes de rutas que traban la cosecha. http://www.clarin.com/rural/agricultura/brasil-camioneros-protesta-soja-mercado_de_chicago_0_1311469142.html |
Aumentar el rinde en soja, más importante que nunca.
Con precios bajos y muchos problemas, como las malezas, obtener más kilos es clave para lograr rentabilidad. http://www.clarin.com/rural/agricultura/rural/agricultura/soja-_rinde-don_mario-adrian_rovea_0_1311469184.html |
Se derrumbó la molienda de girasol en 2014
Fue la más baja de los últimos 17 años. En la tendencia influyen los mayores costos del cultivo respecto de la soja. Esta campaña, además, volverá a caer la producción girasolera en el NEA. http://www.clarin.com/rural/agricultura/rural/agricultura/girasol-molienda-aceite-harina_0_1311469190.html |
Claros ejemplos de cómo hundir al productor más eficiente del mundo. Ya hemos hablado de las IDIOTECES como factor de pérdida fundamental.
Con Brasil sacando menos soja al mercado o, con la demanda que hay de aceite de girasol en el mundo, que haya que estar viendo todo venirse abajo es casi... como ver a Venezuela pobre siendo el mayor exportador de petróleo de Latinoamérica !! Todos locos. Todos idiotas. |
http://ecoinventos.com/como-cultivar-mas-de-2700-kg-de-alimentos-en-400-m2/
"" Los Dervaes cultivan su propia comida y todo lo que consumen en un año proviene de su propio hogar. La familia es propietaria de una propiedad de poco mas de 400 metros cuadrados donde se cultivan más de 400 especies de plantas diferentes, sus propias verduras, aves e incluso tienen su propia colmena. "" Ya será menos, pero suena bien.
Querido lector, si caíste por casualidad en este foro ya es demasiado tarde. No te molestes en entender el pico del petróleo, a partir de ahora podrás grabar con tu móvil secuencias terriblemente bellas de la Tercera Guerra Mundial. Sonríe!
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El video tienes razon no dice 400m2 dice 371.61 metros o 4000 pies cuadrados.
Respecto a que tengan una tienda, lo mas normal del mundo que vendan sus productos, y algunos accesorios. |
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Puede que todo lo fresco si lo que consuman pero un aporte importante de cereales, para los cuales necesitan si o si mínimo un par de hectáreas, seguro que lo adquieren de alguna de las maneras. Es uno de los grandes obviados en las huertas ecológicas, como mucho se siembran algunas mazorcas pero es que comemos mucho cereal y lo necesitamos, tanto nosotros como casi cualquier animal de granja, desde las gallinas hasta una vaca.
Asi que en dos palabras Ton-go.
Preparándose para lo inevitado.
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Cierto, normalmente nos olvidamos de los cereales, en el pan, galletas, pastas y similares que consumimos van una buena cantidad de cereales si a eso le sumo el maiz (transgenico pues no hay forma de conseguir otro) que consumen mis gallinas, significaria un buen pedazo de terreno para el cereal.
Pero hace menos de 40 años se cultivaba pues lo recuerdo en casa de mi abuela. Habra que volver ha hacerlo. De hecho tengo amigos que todabia lo hacen, se preparan su gofio con su cereal, en Lanzarote aun quedan un par de molinos donde puedes llevar tu cereal. |
El problema no es producirlos, sino como los repartimos
http://elpais.com/elpais/2015/04/27/planeta_futuro/1430150542_510116.html |
No no, el problema es producirlos.
En la producción ya va implícito el reparto. Lo dulce para los ricos, lo amargo para los pobres. Cuesta metabolizarlo, eh? http://www.carrodecombate.com/2012/12/24/la-industria-azucarera-mueve-los-hilos-de-la-esclavitud/?utm_source=ReviveOldPost&utm_medium=social&utm_campaign=ReviveOldPost ""Las tierras fueron devastadas por esta planta egoísta que invadió el Nuevo Mundo”¦”. Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina"" "" No es ninguna novedad que cortar caña de azúcar es uno de los trabajos más duros que existen. Ya era así en tiempos de la colonización americana, cuando los barcos negreros trasladaban al trópico americano la mano de obra de las plantaciones. Siglos después, hay cosas que no han cambiado tanto: en la América Latina de hoy, “el latifundio multiplica los hambrientos pero no los panes”, como escribió Maza Zavala hace cuarenta años. El repunte de la demanda de azúcar como consecuencia del auge del biodiesel convierte a la caña en uno de los cultivos al alza, que, junto a la soja y pocos productos más, se reparten el pastel de una tierra que, hoy como ayer, vive entre el latifundio y el monocultivo. Cada vez que se expande la frontera de estos cultivos, a menudo gestionados por capital extranjero, decenas, cientos o miles de familias campesinas son expulsadas de sus casas para habitar, casi siempre, las inmensas favelas de las grandes urbes. En Brasil, el mayor productor de azúcar del mundo, la industria azucarera lleva desde los años 70 anunciando la mecanización del sector; sin embargo, desde entonces la mano de obra no ha hecho más que abaratarse, desincentivando a las empresas a llevar a cabo esa inversión. En ese país, como en la mayoría de las plantaciones del planeta, el pago es por peso recogido, lo que obliga a extenuantes jornadas de trabajo por un sueldo de miseria, que a menudo no sobrepasa el salario mínimo (poco más de 200 euros al mes). Algunas estimaciones calculan que, para cortar una media de 12 toneladas de caña por día, el trabajador ha de caminar ocho kilómetros, dar 130.000 golpes de poda y perder ocho litros de agua. No extraña entonces que, en muchos casos, los cortadores consuman drogas, como crack y marihuana, para aliviar sus jornadas. Tampoco sorprende que, a los pocos años de trabajar en las plantaciones, desarrollen enfermedades por la dureza del trabajo, la exposición a agrotóxicos y quemas y las nefastas condiciones de higiene y seguridad laboral. Campesinos desahuciados En la otra esquina del mundo, en Tailandia, el segundo exportador mundial de caña de azúcar, la realidad no es muy distinta: jornadas de trabajo extenuantes se cobran, en función del peso recogido, a entre 2,5 y 7,5 euros al cambio. Aquí, a menudo se utilizan inmigrantes ilegales, venidos principalmente de Birmania: su vulnerabilidad los hace más dúctiles. En la vecina Camboya, el auge de la exportación azucarera ha significado un aumento de los cultivos y, con ello, un acaparamiento de tierras que ha supuesto el desahucio de cientos de familias campesinas. Varias ONG señalan como culpable al Everything but Arms (Todo excepto armas), un acuerdo comercial preferencial firmado entre Camboya y la Unión Europea que permite exenciones de impuestos a las exportaciones camboyanas; el supuesto objetivo es contribuir al crecimiento económico del país asiático, pero el acuerdo está provocando tales violaciones de los derechos humanos que el propio Parlamento Europeo ha solicitado una investigación sobre las consecuencias del tratado en Camboya. La localidad de Srae Ambel, en el sur del país, es un triste ejemplo. Allí, el gobierno camboyano otorgó a una compañía tailandesa la explotación de tierras donde hasta ese momento subsistían cientos de familias de pequeños campesinos. Desprovistos de su fuente de alimento, muchos de ellos se ven obligados a pedir trabajo en los cañaverales. “El trabajo es muy duro: apenas puedo hacerlo más de tres días seguidos”, asegura Chea Cheat, un robusto hombre de 38 años que cobra unos 5 dólares diarios si trabaja de sol a sol a pleno rendimiento. Hasta ahora, en esas mismas tierras, Chea Cheat cultivaba arroz; hoy carga tallos de caña unos quince días al mes, los que soporta, y se busca otros trabajos para redondear un sueldo de subsistencia. Chea Cheat es la excepción, pues la compañía prefiere contratar jornaleros de otras zonas del país por miedo al resentimiento de los locales. Los campos están vallados y sus entradas, vigiladas. “Sabemos que los trabajadores viven en condiciones de semi-esclavitud. Los reclutan en las zonas rurales de todo el país y se les impide salir de las plantaciones”, asegura Mathieu Pellerin, investigador de la ONG local de derechos humanos LICADHO. También ha habido indicios de trabajo infantil dentro de los campos. De hecho, 13 países en el mundo emplean mano de obra infantil en las plantaciones, según una investigación del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. El daño medioambiental Camboya y Brasil son sólo algunos ejemplos. 130 países en el mundo producen azúcar, y a lo largo y ancho del planeta se repiten las pésimas condiciones laborales de los jornaleros y las expropiaciones forzosas de tierras. Además de los efectos sociales, la caña de azúcar implica devastadoras consecuencias medioambientales, desde la deforestación al uso intensivo de pesticidas ““en Brasil, los cañaverales suponen el 13% de los pesticidas que se utilizan en el país-, pasando por las tóxicas quemas de caña. Y apenas aludimos al primer paso de la cadena productiva; al azúcar aún le queda un largo camino para llegar hasta nuestro café o nuestros postres: refinado, transporte, envasado, distribución y marketing. La pregunta es, ¿no hay una manera menos dañina, ambiental y socialmente, de producir azúcar? Obviamente, sí; pero dejaría menos márgenes de beneficios a los oligarcas productores y distribuidores. Desde el proyecto de consumo responsableCarro de Combate creemos que el cambio comienza por la concienciación sobre el problema, para buscar juntos soluciones que nos hagan el azúcar un poco menos amargo. Por eso buscamos financiación a través de una campaña de micromecenazgo para realizar una investigación en profundidad sobre la cadena productiva del azúcar. Porque, cada vez más, el consumo es un acto político. Nazaret Castro es corresponsal en América Latina y Laura Villadiego, en el Sureste asiático. Ambas fundaron el blog sobre consumo responsable Carro de Combate. ""
Querido lector, si caíste por casualidad en este foro ya es demasiado tarde. No te molestes en entender el pico del petróleo, a partir de ahora podrás grabar con tu móvil secuencias terriblemente bellas de la Tercera Guerra Mundial. Sonríe!
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http://elpais.com/elpais/2015/08/04/eps/1438698239_623902.html
Destaco este párrafo: A mediados de los noventa, Argentina adoptó la utilización de semillas transgénicas. Si la desventaja de la siembra directa es que no se eliminan las malezas de la cosecha anterior, las semillas transgénicas, al ser más resistentes, en parte la borran. El lado oscuro es que las malezas también se hacen más resistentes y, por tanto, la utilización de agroquímicos para combatirlas aumenta año a año: si en 1970 se usaban más de tres millones y medio de litros de herbicidas, en 2014 se usaron 369 millones. Solo la superficie sembrada con soja recibió más de 200 millones de litros de un agroquímico llamado glifosato, fundamental para combatir las malezas que la afectan. El mago de la soja Sobre el piso de listones anchos el pie izquierdo y desnudo de Gustavo Grobocopatel se yergue tenso, como si no fuera un pie sino un esforzado órgano de la respiración, algo que busca desesperadamente un poco de aire mientras él, los ojos cerrados, la voz entonada, canta: –¡Pa ofrecerle a mi dueña tengo un palacio, tengo un palacio…! Es un día feriado, pasadas las once de la mañana, y el departamento, en la zona de Puerto Madero, Buenos Aires, donde el metro cuadrado puede costar –y cuesta– más de 8.000 dólares, rebosa de una vitalidad optimista, deportiva. En la mesa, puesta para seis, hay fuentes con ensalada, vino. Gustavo Grobocopatel, acompañado al piano por un hombre de melena larga, canta una zamba, un ritmo folclórico, vestido con jeans, camisa oscura, descalzo, y, como si su pie izquierdo lo ayudara a respirar, se yergue sobre él en las notas altas y pisa con la planta llena en las más graves. Cuando termina, el rostro encendido, la barba corta y roja, los ojos celestes coronando un cráneo rotundo y una altura de más de un metro noventa, le dice al hombre del piano: –¡Muy bien! Bueno, compañero, ya estamos. Tomemos otro mate. –¿Tarea cumplida? –No. Nunca la tarea está cumplida. Un guerrero nunca descansa. Dentro de dos meses, Gustavo Grobocopatel ofrecerá un recital en el Centro Cultural Recoleta y esta mañana, antes de un almuerzo con amigos, ensaya. –Vamos a hacer el mate. Pronuncia las eses con la misma naturalidad con la que a veces, por ser un hombre del interior (tiene 53 años y nació y vivió hasta hace 5 en Carlos Casares, un pueblo de 20.000 habitantes de la provincia de Buenos Aires, a 300 kilómetros de la capital), las aspira. Camina sin erguirse del todo, como si la altura lo hubiera acostumbrado a un leve encorvamiento que le confiere la actitud de quien se dispone a escuchar una confesión. Hace pocos meses se separó de Paula Marra, su esposa durante 25 años, con quien tiene tres hijos (Olivia, de 22; Rosendo, de 20, y Margarita, de 17), y desde entonces vive en este sitio que le presta su padre: dos habitaciones, living con cocina incorporada, dos baños. –Voy a mirar cómo se está haciendo el pollo. –¿Cocinaste vos? –Sí. Amo cocinar. En pocos días acudió a Dubái, invitado por el jeque de ese emirato a una reunión de negocios, y después en la cumbre de las Américas celebrada en Panamá, hace meses. Gustavo Grobocopatel es presidente del grupo Los Grobo, una empresa argentina de agronegocios que factura 800 millones de dólares al año, administra 150.000 hectáreas (repartidas entre Argentina, Uruguay y hasta hace poco Paraguay y Brasil, donde vendió sus activos) sembradas en un 60% con soja, el cultivo que alcanzó el récord de 600 dólares por tonelada en 2012 arrastrado por un aumento en la demanda, sobre todo del mercado chino, donde se utiliza como alimento para animales. En la última década, Argentina –que pasó de tener 14 millones de hectáreas sembradas con soja en 2004 a 20,5 millones en 2015– se convirtió en el principal exportador mundial de aceite de soja y está entre los tres mayores exportadores del grano. En ese panorama, Gustavo Grobocopatel es no solo uno de los más importantes empresarios del agro local –alterna el primer puesto con el grupo El Tejar–, sino la cara más visible, enérgica y convencida de un modelo de agronegocios que dio por tierra con el modelo tradicional, y que podría resumirse como agricultura sin capital, sin trabajo y sin tierras: el 90% de las hectáreas que cultiva no son suyas. Y es, también, el modelo de agronegocios que le dio un mote que detesta: el Rey de la Soja. –No me gusta. Porque no vivo como un rey, no me comporto como un rey. No soy un rey. Abraham Grobocopatel y su familia llegaron a Argentina en 1912 desde Besaravia, Rusia, gracias a una organización –la Jewish Colonization Association– que ayudaba a los judíos a establecerse en colonias agrícolas argentinas. Se instalaron en la zona de Carlos Casares y uno de sus hijos, Bernardo, comenzó a trabajar en el campo de un vecino haciendo parvas de heno que servían como alimento para la hacienda. Pasó de peón a administrador y llegó a ser propietario de algunas hectáreas que más tarde heredaron sus descendientes, entre ellos Adolfo, que se casó y tuvo, a su vez, cuatro hijos. El mayor –de tres mujeres– fue Gustavo, que a fines de los setenta se marchó a la capital del país a estudiar Agronomía. En 1984, cuando se graduó, volvió a Carlos Casares, pero continuó viajando una vez por semana a Buenos Aires, donde enseñaba manejo y conservación de suelos en la misma universidad en la que había estudiado, la UBA, y tomaba clases de canto. La vocación por la música había empezado en el colegio secundario, continuó con clases particulares en las que ya lleva treinta años, y se desplegó en la conformación de un trío folclórico, el Trío Cruz del Sur). Por entonces, la empresa de su padre constaba de cuatro empleados y 3.500 hectáreas de campo. Veinticinco años después, en 2008, bajo la conducción de Gustavo Grobocopatel, Los Grobo tenía 900 empleados y 255.000 hectáreas sembradas en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Gustavo Grobocopatel se mudó desde Carlos Casares a Buenos Aires cinco años atrás, pero su ritmo se mantiene inalterable: se acuesta a las diez, se despierta a las seis, tiene el día resuelto a las doce. Ahora son las nueve y media y está sentado en un sofá ocre, descalzo. –Yo soy judío. Errante. Hoy mi lugar es este. Durante años fue Carlos Casares. No soy nostálgico, apegado a las cosas. Tengo una enorme capacidad de adaptación. Si tengo que estar con un rey, estoy con un rey. Si tengo que estar con un tipo de la calle, también. Una trabajadora en plena siesta antes de volver a cosechar. / diego goldberg Además de ser presidente del grupo Los Grobo, es miembro del Consejo Económico y Social de la Universidad Di Tella, forma parte del Consejo Internacional de la Fundación Don Cabral, de Brasil, del Consejo Internacional del EGADE-TEC de Monterrey, México, tiene relación estrecha con algunos líderes sociales como Gustavo Vera, de La Alameda (una fundación que lucha contra la trata de personas), y se siente seguro navegando en aguas que otros empresarios evitan. En 2008, por ejemplo, Juan Carlos Alderete, dirigente de la Corriente Clasista y Combativa, una agrupación política impulsada por el Partido Comunista Revolucionario, lo invitó a su casa para hablar de la crisis financiera mundial de aquel momento. –Él pensaba que marcaba el fin del capitalismo, y yo le dije que a mí me parecía que era una adecuación del capitalismo, que lo que venía era un capitalismo más fuerte. En el segundo semestre de 1985, hacía un año que había regresado a Carlos Casares cuando la zona quedó arrasada por una inundación. Él, ingeniero agrónomo experto en suelos, creía que cuando el agua se retirara las tierras iban a producir igual que antes. Sus vecinos, agricultores tradicionales, opinaban que no. Entonces se le ocurrió alquilar un campo inundado con el siguiente trato: Los Grobo –por entonces una empresa familiar en la que participaban él, su padre, sus hermanas y su esposa– sembrarían girasol, lo cosecharían y, en vez de pagar el arriendo en dinero, dejarían sembrada una pastura. Lo hizo y no le fue mal. Poco después empezó a aplicar un método llamado siembra directa, que consiste en sembrar sobre los restos de la cosecha anterior, sin retirar los rastrojos. A mediados de los noventa, Argentina adoptó la utilización de semillas transgénicas. Si la desventaja de la siembra directa es que no se eliminan las malezas de la cosecha anterior, las semillas transgénicas, al ser más resistentes, en parte la borran. El lado oscuro es que las malezas también se hacen más resistentes y, por tanto, la utilización de agroquímicos para combatirlas aumenta año a año: si en 1970 se usaban más de tres millones y medio de litros de herbicidas, en 2014 se usaron 369 millones. Solo la superficie sembrada con soja recibió más de 200 millones de litros de un agroquímico llamado glifosato, fundamental para combatir las malezas que la afectan. Para 1992, Los Grobo ya era un pool de siembra –grandes extensiones cuya explotación se concentra en un solo dueño– y en 1996, con el modelo de tierras arrendadas, siembra directa y semillas transgénicas, había llegado a sembrar 70.000 hectáreas en el país. Hoy, además de estar enfocado en la producción agropecuaria, el grupo incluye otras empresas –como Agrofina, que desarrolla agroquímicos y fertilizantes; Frontec, que ofrece una plataforma tecnológica de agricultura de precisión– y provee consultoría y servicios a 3.000 productores que siembran, en total, un millón de hectáreas. –¿Cómo te ven en tu pueblo? –En los pueblos tenés a la mitad de la gente a favor y a la mitad en contra. Está la cosa de “Los Grobo te cagan, están con el Gobierno de turno”. Y los chupamedias. Pero antes, para acceder a la producción agrícola necesitabas ser hijo de un estanciero. Esto no es más así. Podés ser el hijo de un peluquero y dedicarte a la agricultura, porque no necesitás tierra, ni capital ni trabajo. Este modelo de negocios democratiza el acceso. La sociedad ya no segmenta entre pequeños y grandes, sino entre los que se adaptan y los que no se adaptan. Los que no se dan cuenta, pierden. –Pierden puestos de trabajo. –Vos quitás el puesto de tractorista, pero hay más puestos de trabajo de contadores, de abogados. En los pueblos tenés a la mitad de la gente a favor y la mitad en contra –El que perdió el puesto de tractorista no va a tener trabajo como contador. –No, pero los hijos del que manejaba el tractor sí. –Entre una cosa y otra hay un hiato complicado. –Sí, pero eso ha pasado en todas las industrias. ¿La opción cuál es: dejar de producir? Mientras tanto, vos seguís dándole de comer a más gente de forma cada vez más barata. Nosotros aprendimos a hacer agricultura fuera de nuestros campos como consecuencia de una inundación, y me di cuenta de que no tenía sentido tener tierra propia. Que podías crecer enormemente en superficie sembrada con poco dinero y muy rápido. Creo que ahí está la madre conceptual de nuestro modelo de negocios: se puede hacer agricultura sin tierras, sin capital y sin trabajo. Sin tierra, porque la alquilás; sin trabajo, porque lo tercerizás, y sin capital, porque te lo prestan. No sé si somos los creadores, pero somos los que más lejos hemos llevado esta idea. Que es el motivo por el cual, para muchos, Grobocopatel es una versión criolla de Satanás. Los cuestionamientos que se hacen a su modelo provienen de académicos, conservacionistas, asociaciones de pequeños y medianos agricultores, y tienen líneas definidas: el sistema de arriendo de tierras (sus detractores sostienen que concentra la explotación y que los pequeños y medianos agricultores se ven obligados a abandonar los campos); el uso de semillas transgénicas (quienes lo cuestionan piden que se aplique el principio precautorio, que consiste en la adopción de medidas protectoras ante la sospecha de que ciertos productos implican riesgo para la salud); el sistema de siembra directa (los que se oponen aseguran que los agroquímicos son peligrosos, a lo que se suma un comunicado reciente de la OMS que incluyó al glifosato como probable cancerígeno); y la poca rotación de cultivos (el monocultivo degrada los nutrientes de la tierra). Todos esos cuestionamientos tienen un protagonista casi excluyente: la soja. Si en 1980 representaba el 10,6% de la producción granaria total en Argentina, en 2008 –con los precios internacionales arañando los 600 dólares– pasó a representar el 50%: todos querían una porción del oro verde. Hoy ocupa el 53% de la superficie cultivada y, a diferencia del maíz o el trigo, que son de consumo interno, casi la totalidad se usa para exportación. Paula Marra, la exesposa de Gustavo Grobocopatel, vive con su hija menor, Margarita, en el departamento que fue, hasta hace poco, la casa familiar de los Grobocopatel en Buenos Aires, un piso alto en un complejo de edificios lujosos llamado Le Parc. La mañana es fría, pero ella viste una camiseta sin mangas, pantalones de gimnasia. Tiene el pelo corto y unos ojos pequeños, llenos de determinación. Desde 2011 no ocupa ningún cargo en Los Grobo, aunque durante 25 años fue parte fundamental de la empresa, y trabaja en Matriarca, un emprendimiento al que el grupo apoya y que se dedica a vender productos artesanales de mujeres de las comunidades indígenas q’om y wichi del Chaco y Formosa, dos de las provincias más pobres del país. Después de preparar mate en la cocina, hablando de un viaje a Boston que emprenderá en dos días para visitar a su hijo Rosendo, que estudia Ciencias Políticas, regresa a la sala, dispone la pava sobre la mesa. –Yo estudiaba Agronomía. Un día llegué tarde a la clase. Cuando abrí la puerta me sorprendió ver al profesor, un pibe joven, lindo. Gustavo. Un día me invitó a ir al cine, y bueno. Nos casamos, nos fuimos a Carlos Casares. Nuestro vínculo fue mejorando con el tiempo. Al principio tuvimos discusiones. Él no hablaba. Íbamos mil kilómetros en el auto para un campo, mil kilómetros para el otro, y nada. Fue difícil, porque la empresa empezó a crecer muchísimo y no teníamos estructura. Trabajábamos como locos. A veces siento que estábamos en la playa con una tablita de surf y de repente vino un tsunami y salimos volando. Yo admiro su capacidad de trabajo, su capacidad de hacer, que es infinita. –¿Lo viste afectado alguna vez por los cuestionamientos que se le hacen? –No, para nada. Él está convencido de lo que hace. Todos estamos convencidos. Si no, no lo haríamos. Siembra de soja en un campo de Coronel Dorrego, en Buenos Aires. / diego goldberg En 2014, en un artículo publicado por la revista virtual lavaca, Gustavo Grobocopatel decía: “(…) China consumía 7 kilos de carne por habitante hace 30 años, ahora consume 70. Los que dicen que no hay que venderle forrajes a los chinos piensan: que se caguen de hambre. No les importan los pobres del mundo. El que piensa así es un hijo de puta. Bueno: que permita que otros ayudemos a esa gente”. La voz del hombre llega por teléfono. Es académico y, aunque se lo sindica como un conservacionista moderado, dice: “No voy a participar en un artículo sobre Grobocopatel. Cuando uno se encuentra con gente que vive en pueblos fumigados, con tipos a los que se les murieron los hijos por un cóctel de agroquímicos, no hay manera de no ponerse en un extremo. Es mentira que hacen soja para alimentar a la gente. Yo acepto que me digan que enriquecerse es glorioso. Pero no voy a aceptar que me digan que lo hacen para alimentar a la gente”. Si los opositores a su modelo aseguran que el proceso de siembra directa degrada los suelos, él sostiene que “con la siembra directa se frena el proceso de erosión”. Si los opositores a su modelo aseguran que el glifosato afecta la salud humana, él responde que no hay evidencia científica pero que, si la hubiera, la decisión final debería ser del Estado. Si los opositores a su modelo afirman que los pooles de siembra han destruido el modelo agrario tradicional, él dice: “Hicimos la revolución agraria que democratizó el acceso a la tierra. La tierra no está en manos de los herederos, sino de los emprendedores profesionales que ocupan el espacio que tenían antes los herederos”. En el baño de visitas de la casa de Gustavo Grobocopatel hay tres objetos: una toalla, un jabón, un rollo de papel higiénico. La austeridad se replica en la sencilla oficina en la que trabaja, a pocas cuadras; en su auto, que es el mismo desde hace siete años; en su costumbre de usar el transporte público portando una tarjeta SUBE, que otorga descuentos a los usuarios. –Mi viejo siempre decía: “Si no cuidás lo poco, no cuidás lo mucho”. Pero me parece más importante no perder el entusiasmo por lo que hago que perder el dinero. –Pero si perdieras todo… El Estado debe promover la rotación de cultivos y no lo hace –No tengo problema con eso. No tengo chofer, no uso alhajas ni relojes. La primera pelota de fútbol que tuve me la gané con un álbum de figuritas, a los 10 años. Ahora viajo en business, no porque crea que me lo merezca sino porque no entro en turista. La plata la gasto en viajes. A mi mujer y a mí nos parecía que nuestros hijos tenían que mirar el mundo entero como un lugar de oportunidades, no solo el país o el pueblo. Hace un par de años, Los Grobo vendió sus activos en Brasil en 450 millones de dólares al grupo japonés Mitsubishi. Aunque eso retrasó un objetivo importante –la transformación de Los Grobo en una multinacional–, él lo cuenta con orgullo: “Me decían: ‘Lo que vos vendés no vale nada, vendés viento. No tenés tierras, no tenés maquinaria’. Y ahora les digo: ‘¿Vieron? Algunos están dispuestos a pagar muy caro por el viento”. Omar Príncipe, presidente de la Federación Agraria Argentina, que engloba a pequeños y medianos productores, dice por teléfono: –En mi pueblo, que tiene 3.500 habitantes, somos 350 productores que trabajamos 36.000 hectáreas. Vamos a comprar el pan al pueblo, cuando se rompe una máquina la llevamos al taller del pueblo, compramos gasoil y fertilizantes en el pueblo. Hace poco leía que un pool que sembraba 35.000 hectáreas se quejaba de la baja rentabilidad. Un solo pool siembra todas las hectáreas que sembramos 350 productores que generamos trabajo en un pueblo de 3.500 personas. Esa es la diferencia entre un modelo agropecuario y otro. Ayer en la noche fue al cine, solo, a ver una película turca. Al salir, Gustavo comió pizza en la avenida Corrientes. Hoy el departamento está como todos los días: tranquilo, solitario. –Si vos me dijeras cuál es el mejor momento de la historia y el mejor lugar para ser empresario de los agronegocios, te digo acá y ahora. Es la época del mundo donde uno puede ser más útil para la sociedad, donde está el desafío de alimentar, los temas ambientales. El país produce unos cien millones de toneladas de soja. Se habla de 160 millones para 2020. Y no hay agronegocios en el mundo que sean plataformas tan bien estructuradas como Los Grobo. Por eso le tengo mucha fe. En marzo de 2014, en Infobae, decía que “la producción agrícola de Argentina de los últimos siete años a esta parte se mantiene estancada (…) Estamos sufriendo las consecuencias de unas políticas equivocadas”, refiriéndose, entre otras cosas, a las retenciones impositivas del 35% que se hacen a las exportaciones de granos (en 2008 el Gobierno intentó aumentar esas retenciones y, después de un profundo conflicto con el campo, la subida no se aprobó). –Entre otras cosas, las semillas transgénicas que están usando son muy cuestionadas por grupos conservacionistas. –Yo creo que habría que poner el foco en los mecanismos de control, no en oponerse a la tecnología. Si no hubiésemos hecho desarrollos tecnológicos, el riesgo de contaminación hubiese sido menor, pero más gente se hubiese muerto de hambre. Fabio Quetglas es profesor de Desarrollo Local y Economía Social en la UBA y conoció a Gustavo Grobocopatel en 2008. Desde entonces son amigos y salen a caminar los domingos por la mañana. Grobocopatel y su exesposa trabajando en un hotel durante una visita a Venezuela. / diego goldberg –Yo doy clases en la Facultad de Ciencias Sociales. Hay 3.000 alumnos y 37 agrupaciones políticas. Les dije a mis alumnos: “Vamos a discutir el modelo agrario con Grobocopatel”. Para ellos, Grobo era el diablo. Pero se los metió en el bolsillo. Les dedicó cuatro horas de su tiempo. Un pibe le dijo que él era una bazofia, un estafador del futuro de la humanidad, y él escuchaba con paciencia y respondía. –¿No podría pensarse que es una manera de mejorar una imagen cuestionada? –El Estado tiene que ocuparse de promover la rotación de cultivos, reglamentar la zona de siembra, y no lo hace. Gustavo entiende que si la mayor parte de una sociedad se resiste a ciertas tecnologías, no hay que dar respuestas técnicas sino hacer pedagogía. Ahora, ¿lava la cara con eso? A mí me parece que lo hace de manera genuina. Pero si lo vamos a ver de forma descarnada, hay una cuestión de conveniencia: él no cree que sea sostenible un modelo de negocio cuestionado por la mayoría de la sociedad. Norma Giarracca y Miguel Teubal estaban, en marzo de 2015, en la casa que compartían desde hacía décadas. Teubal es economista, experto en sistemas agroalimentarios e investigador del Conicet. Giarracca era socióloga, profesora del Instituto de investigaciones Gino Germani, de la UBA, y falleció en junio pasado. –Lo que pasa –decía Norma Giarracca– es que el discurso de Grobocopatel es muy seductor, pero sus supuestos son falsos. Él dice que se necesita aumentar la producción de alimentos en el mundo. Falso. La producción basta para alimentar a la humanidad entera; el problema es la distribución. Dice que la ciencia lo controla todo. Falso. La ciencia tiene, para controlarse, el principio precautorio. –¿Vos creés que, en el caso de que esos supuestos sean falsos, él lo sabe y los sostiene a pesar de saberlo? –No. Yo creo que es un problema ideológico. Que está convencido. Porque si no qué es, ¿un hombre muy malo que quiere que los chicos se enfermen? No creo. La mañana es gris, apelmazada. Grobocopatel camina hacia un café que queda a una cuadra de su casa y donde va a encontrarse con el periodista de un diario económico. Aunque faltan diez minutos para el encuentro, quizás conociendo la puntualidad prusiana de su entrevistado, el periodista ya está en la puerta. Grobocopatel se presenta y le pide que lo espere diez minutos. Entra al bar, se sienta. –Me quedé pensando en una pregunta que me hiciste. Si le tenía miedo a algo. Un miedo muy común es el miedo a la muerte, ¿no? Afuera, Puerto Madero parece una zona cubierta por capas de silencio y de inmovilidad. –Supongo que, si ahora me llevara por delante un auto y quedara tirado en el piso y tuviera un segundo para pensar algo, creo que sería: “Qué suerte todo lo que hice”. No le tengo miedo a la muerte. Hace una pausa, se reclina en la silla, se cruza de brazos. –¿Y a qué otra cosa podría tenerle miedo? No se me ocurre a qué. |
Mi amigo sojero lo conoce en persona a Gustavo y es su ídolo. Y no digo que sea mala persona ni que sus convencimientos no sean genuinos. En cualquier caso podría ser "hijo de las circunstancias" y simplemente haber tenido la inteligencia, viveza y cintura para acomodarse a la realidad actual, haciendo uso de las tecnologías, herramientas y conocimientos del momento.
Pero abundante he dicho que no comparto para nada este modelo agropecuario, aunque también soy consciente que mis propuestas son extremas o al menos lo parecen, considerando los parámetros actuales. Tampoco tengo ninguna certeza que con mis ideas sea posible alimentar a más de 7 mil millones de almas... lo más probable es que no. Pero es que ya es una anomalía enorme la sobrepoblación humana que hoy sufre el Planeta. Partamos de la base que nuestra alimentación es muy pobre desde el momento que se basa en unos pocos cereales y cada vez menos diversidad... cada vez más acotada a lo que es rentable. Digan lo que digan, tampoco pueden ser tan inócuos para la salud "agrocidas" que para ser efectivos tienen que tener poder residual y que para que no maten a la planta de interés hay que modificarlas genéticamente. Cada vez más se escuchan de problemas de salud de poblaciones que están en contacto directo con zonas fumigadas constantemente. La naturaleza también se vale de la química para contrarestar a sus enemigos... desde venenos mortales hasta sabores desagradables; pero ello ocurre en un complejo entorno de biodiversidad y dinámica de equilibrios. En nuestro caso son millones de litros por año y con un concepto grave a mi modo de ver... todo lo que no sea comercial y rentable es "malo" y hay que eliminarlo. Es cierto que los sistemas de laboreo de mínima labranza y siembra directa protegen el suelo de la erosión... ha sido un gran paso para evitar los efectos nocivos del arado de rejas y de las herramientas mecánicas para combatir las "malezas"; pero este manejo no es posible si no se aplican los millones de litros de herbicidas/insecticidas/fungicidas. El otro gran problema es que se siguen ampliando las fronteras agrícolas a costa de destruir riquísimos ecosistemas (claro... no son ricos desde el punto de vista comercial), avanzando sobre zonas de suelos y climas marginales, alejados de la infraestructura necesaria para su transporte, procesado, etc. Y hoy, con los aumentos de costos y dificultades económicas en general, son las primeras áreas en dejar de ser rentables o son las primeras en ser vulnerables a las variaciones climáticas. Y por último, tampoco me gusta la destrucción del tejido sociocultural que este modelo está causando. Producir alimento no es fácil, es sacrificado, requiere de un temple y una cantidad de conocimientos ancestrales relacionados con los ciclos naturales, que es peligroso perderlos en un par de décadas, porque las nuevas generaciones migran a las ciudades en busca de bienestar y diversión, para trabajar en actividades que no son realmente productivas, sino que solo sirven para hacer más elefantiásico este sistema burocrático y derrochador de recursos y energías... Jóvenes que van a sumarse a las hordas de gente detrás de mostradores y escritorios que no producen nada tangible ni realmente necesario para la vida. Al contrario, solo hacen aumentar la presión sobre el Bioma y el Sistema en general, porque ya no es gente autosuficiente, sino que se hacen dependientes de toda una estructura cada vez más cara y dificil de sostener. Una estructura que sostienen cada vez menos (con trabajo, impuestos, recursos, etc.) y que si hasta ahora lo logran, es porque hay energía que permite sostener el andamiaje. Sin energía estaremos forzados a tener que usar las manos... necesitaremos nuevamente de esa masa silenciosa de "brutos" del campo que con solo mirar al cielo y la tierra, saben que pasa y que hay que hacer para hacer crecer los alimentos. Gente con conocimientos y sabiduría acumulados a lo largo de miles de años. Hoy las Universidades no enseñan Sabiduría; y la sabiduría solo se desarrolla con la experiencia práctica. Ojo, no digo que no sirvan todos los conocimientos científicos actuales... pero eso sin sabiduría es vacío. Poco de lo actual es útil sin el contexto de energía superabundante y versátil, y sin el contexto económico que permita movilizarla y transformarla para nuestra utilidad. En este punto hay que leer a Gail Tverberg para comprender lo ligadas que están energía y dinero. Así que lo de Gustavo Grobocopatel es impactante en el contexto actual... pero no es sostenible ni sustentable de cara al futuro próximo. Saludos a todos |
Qué tal Gabriel?
Muy de acuerdo con tu comentario. De modo transversal a lo que decías sobre la juventud, te recomiendo que veas este anuncio publicitario, y observa los valores y la falta de sabiduría que trasmiten (y trasmitimos) a nuestros jóvenes en la actualidad. https://www.youtube.com/watch?v=YztAEp5F4_8 Esto no va a acabar bien... Se te echa de menos. Un saludo. |
Hola Crates, espero que te encuentres bien!
Además de alejarme del foro por cuestiones laborales y para darle un descanso a mi cabeza y a los demás (es bueno que se renueven las ideas), tengo algún problema con mi usuario y la clave, que solo me deja ingresar ni bien la cambio, pero luego ya no me deja ingresar más... desconoce la nueva clave o algo así. Así que aprovecho a extender el comentario al Administrador... Aprovecho para comentar que a pesar de lo mal organizado todavía, he cosechado 4 bolsas de papa de unos 30 kg cada una, con 3/4 bolsa de papas sembradas... es decir que gané 3 bolsas y 1/4 con una superficie sembrada de unos 200 m2. La producción de tubérculos de Topinambur ha sido excelente y todavía tenemos zanahorias cosechadas en el otoño. Pasamos el invierno sin comprar carne, con cerdo y gallinas y sin comprar huevos. Estoy achicando la cantidad de cerdos hasta hacerlos casi desaparecer, pues no me dan los costos. Dan trabajo, comen mucho, requieren de buenas instalaciones para tenerlos bien y no trabajar demasiado en vano. En resumen, estoy achicando todavía la escala. Las aves sí me andan muy bien. La relación entre lo que me producen de carne y huevos, lo que reqiueren de alimentos comprados y el trabajo que me dan, es más beneficioso... al menos en mi zona. Además carneo solo que voy a consumir y no requiero de sistemas de refrigeración y conservación. También se me simplica conseguir reproductores y transportando huevos fértiles y con la incubadora repongo/recambio sangres fácilemente. Trasladar cerdos es un incordio cuando no se está organizado y la burocracia no está preparada para hacer siquiera una guía de trasnporte para cerdos (no tienen los formularios que contemplan cerdos, entonces no se puede y hay que hacerlo a escondidas y por izquierda... increible, pero esto pasa en mi país). Un abrazo, |
Gabi:
Entro para saludarte porque, realmente se te extrañaba. Por lo que veo, para papas fritas no nos va a faltar. |
Jajaja! Un placer Darío!
...al rescoldo las papas, porque todavía no produzco aceite!! |
... cada vez que quiero comentar tengo que cambiar la clave
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Administrador
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En respuesta a este mensaje publicado por Gabriel A. Anz
Hola Gabriel, me sumo a la alegría de los demás de verte por aquí.
Respecto al problema con tu usuario no sabría decirte que puede ser. He comprobado que con Chrome el registro se pierde y hay que volver a logarse en la misma sesión, no se si me ocurre solo a mi o puede que sea un problema general. Si estás usando Chrome intentaría con Firefox. De persistir el problema te aconsejo dar de alta un nuevo usuario sin dar de baja el actual (para no correr el riesgo de perder todos tus aportes anteriores) y ver que ocurre. Lamento no poder ayudarte mas, si hay mas usuarios con el mismo problema, o si no se resuelve cambiando de navegador o usuario, dame mas detalles de lo que te ocurre para trasladarlo a la mesa de soporte de Nabble. Un saludo
Administrador
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No, Admin. Uso Chrome y desde luego ni siquiera me logueo, siempre estoy dentro, no sé por qué. Supongo que guardé la clave y no lo recuerdo.
El mundo está gobernado por personajes que no pueden ni imaginar aquellos cuyos ojos no penetran entre los bastidores.
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En respuesta a este mensaje publicado por Admin1
Gracias Administración por la bienvenida y por las sugerencias. Un placer para mí también.
Creo que no es Chrome el problema porque ocurre tanto en la PC como en el Smartphone con Android. Probaré registrándome de nuevo Un saludo cordial |
En respuesta a este mensaje publicado por Admin1
Creo que sería conveniente que Gabriel nos dijera si ese mismo problema lo tiene en otros foros, o sitios en los que esté registrado, incluso en el correo electrónico.
Yo le sugeriría que hiciese esa prueba, por que de "eliminarle el registro" en cada ocasión, tendríamos que el problema probablemente esté en la configuración de su navegador. Lo que es muy raro es lo que nos indica, que le ocurre en dos equipos diferentes, lo que nos haría pensar que es un problema de la configuración de este usuario en este foro. He revisado lo que nosotros podemos acceder y no he encontrado nada significativo que poder configurar. Bueno, es una idea, por si a alguno se le enciende la bombilla y da con el problema de Gabriel. Un saludo a todos, y quizás no estaría de más, como hay en otros muchos foros, un subapartado de consultas/problemas técnicos. Por cierto, que no se me olvide el darle de nuevo la bienvenida a Gabriel, pues sus comentarios me han parecido siempre muy interesantes.
Regla de oro:
trata a los demás como querrías que te trataran a ti
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En respuesta a este mensaje publicado por Gabriel A. Anz
Yo tuve problemas con chrome, no va, y ahor navego con mozilla.
Algo pasa con crhome.
Querido lector, si caíste por casualidad en este foro ya es demasiado tarde. No te molestes en entender el pico del petróleo, a partir de ahora podrás grabar con tu móvil secuencias terriblemente bellas de la Tercera Guerra Mundial. Sonríe!
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En respuesta a este mensaje publicado por Bihor
Gracias Bhior y a todos por las buenas ondas, porque parece haberse resuelto el problema!! Hoy ingresé sin problemas. Veremos que pasa de ahora en más.
Saludos |
En respuesta a este mensaje publicado por Admin1
Yo ahora estoy usando chrome y no tengo problema (tampoco los tengo con firefox). No sé si será el caso, pero puede ocurrir si el navegador está configurado por defecto para borrar todos los registros de navegación al salir.
La noche es oscura y alberga horrores.
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En respuesta a este mensaje publicado por Gabriel A. Anz
Estaba haciendo unos números muy rápidos que me resultaron divertidos al menos... pero les cuento como viene la historia.
Hace unos meses me hice fabricar una especie de horquilla de 4 puntas con el acero de 1 espiral de suspención de automotor. El herrero hace trabajos artesanales con fragua. Le pedí que en 30 cm de ancho distribuya 4 puas de unos 30 cm de largo forjadas a martillo y yunque, cuadradas y afinadas hacia la punta. En el travesaño que soporta las 4 puas, le hice poner un tubo donde inserto un mango de 2 mt de largo, que hice con una vara de Acacia Blanca (robinia pseudoacacia), que es resistente para hacer cabos pero también es buena madera para postes, estacas y hasta para hacer arcos (y flechas). Con esta herramienta aflojo las camas de los caballos (logrando así piso blando, mayor absorción y ventilación) y preparo la tierra de la huerta. La herramienta no es precisamente liviana... pero se clava en la tierra de forma espectacular, le ayudo con el pie si está muy duro y con la palanca de 2 mt del mango, empujando en dirección al suelo, levanto la tierra aflojándola. La distancia de 8 cm entre púa y púa parece ser ideal, porque rompe y afloja la tierra sin atascarse y sin dejar terrones importantes. Tiene la gran ventaja de que no invierte el pan de tierra, no hago fuerza con la espalda (aunque me tengo que agachar), me afloja la tierra unos 25 cm mínimo de profundidad, corta raíces y me permite trabajar suelos vírgenes o pesados con facilidad. Me sirve para hacer canales de riego u otros movimientos de suelo, pues aflojo la tierra que suele ser lo más pesado de hacer. Incluso para alivianar el trabajo y acelerarlo, con un tronco de pino de 80 cm de largo por unos 18-20 cm de diámetro hago un cilindro sobre el cual al hacerla rodar, traslado la horca hacia atrás, con lo que evito tener que levantar la herramienta cada vez. Y con el pie o la misma horca voy guiando el cilindro para mantenerlo en la línea del surco. Y la cuenta que sacaba recién a modo de curiosidad, es que labro unos 30 m2 promedio de suelo en unos 15 minutos (a ojo… ya lo voy a medir mejor y hasta quiero subir un vídeo con la herramienta "en marcha"). Una herramienta muy simple, de bajo costo, muy durable y muy ecológica. Entonces, si hay en el mundo más o menos unos 1.200 millones de automotores que cuentan con 4 espirales de suspensión cada uno (grosso modo), resulta que puedo fabricar 4.800 millones de horcas… 4.800 millones de horcas multiplicado por 30 m2, me da que puedo preparar 144.000 millones de m2 en 15 minutos, lo que en hectáreas representan 14,4 millones de hectáreas. Si en el mundo se calculan aproximadamente 1.400 millones de hectáreas de tierras cultivables, pues necesito 24,31 horas de trabajo con éstas herramientas manuales para preparar todo el suelo cultivable del mundo, con la mano de obra de algo más de la mitad de la población mundial (4.800 millones de personas cada uno con su horca). Los datos de cantidad de automóviles y superficie cultivable los saqué de la WEB sin comprobarlos mucho. Cada persona estaría labrando en 24 hs aproximadamente 729 m2 de suelo. Mi huerta tiene unos 1000 m2 de superficie y con ésta herramienta ahora me facilita mucho el trabajo. De hecho la idea es hacer más surcos de “topinambur” (cultivo que se auto-renueva cada año) por curva de nivel, simplemente labrando la línea de sembrado y enterrando cada tubérculo en suelo más suelto. Tengo también un sector bastante nivelado donde puse avena y que quiero sembrar con más topinambur, para lo cual no me voy a preocupar por el cultivo de avena del año anterior (rastrojo), que desaparecerá solo bajo las plantas sembradas. Con las papas estoy haciendo más o menos lo mismo… aflojo la tierra solo en la línea a sembrarlas. Para el siguiente surco dejo un espacio de 1 mt (entre línea y línea) y así tengo espacio y tierra disponible para aporcar y desmalezar en el mismo acto (termino con las papas en camellones, que van creciendo en altura a medida que subo el camellón de tierra; ello permite la formación de los tubérculos), a la vez que construyo el canal de riego; "3 objetivos en 1 movimiento". Previamente puse abundante abono de caballos, gallinas, cerdos, vaca... sin enterrarlo, sino que solo lo esparzo por la superficie para que proteja el suelo, conserve la humedad y la descomposición sea aeróbica (microorganismos de superficie) como en la naturaleza. Tampoco hago compostaje previo. Dejo que se descomponga durante el invierno o mientras se desarrollan los cultivos, para promover un suelo con vida propia, que beneficia a los cultivos. Con estas herramientas es posible cultivar en lugares donde no se accede con máquinarias modernas y sin los impactos medioambientales que conllevan. Las malezas cortadas las dejo y distribuyo en el lugar para que cubra el suelo, conserve humedad y se reincorpore a la tierra. Algunas "malezas" -como lo quinoa no granífera- la consumimos en lugar de acelga o espinaca, así que bienvenida sea. Obviamente que esto es un bosquejo ilustrativo, pero que creo conlleva un mensaje;… la idea de lo que el hombre podría hacer con trabajo "hormiga" personalizado y localizado. La suma consciente y organizada de miles de manos, que con un objetivo claro y conociendo los ciclos y mecanismos naturales (usando las "fuerzas" de la naturaleza) podría revertir el proceso destructivo e insostenible de la actualidad, a la vez que localmente se estimula la producción de comida, para tratar de evitar "las guerras del hambre". En fin, solo quería compartir una curiosidad. |
Brillante!. Queremos fotos del artilugio.
No está basado en uno que vimos una vez en un vídeo ?... o la descripción es similar pero la herramienta no ? |
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Estimado Pablo, es así, la herramienta se llama laya... No lo mencioné por que creo que nuestros hermanos españoles no le llaman así; por eso hablé de horquilla /horca que me parece recordar es como lo mencionan (pero en rigor de verdad no lo he investigado y me puedo estar equivocando).
La diferencia que tiene la herramienta que hice construir, es que es más grande, fuerte y pesada. El cabo tiene 2mt de largo. Puedo hacer más palanca y romper suelos/raíces más duros/as. Sus púas son cuadradas porque al estar forjadas a mano, es mucho más difícil hacerlas redondas. Recordá que terminan en puntas afiladas, para lo cual el hierro se calienta al rojo vivo y se va estirando a golpes. El enfriado le pedí que lo haga en aceite mineral, para que el templado sea algo más blando. Si se enfría en agua el temple se hace mucho más duro y por ende más quebradizo. No quiero que se doble, pero tampoco que al hacer palanca se quiebre como un cristal. No creo que me haya salido más barata que las que muestras en las fotos... Me costó $a 1.500,00 (unos 120/130 dólares en su momento) y sin el cabo de madera. Un saludo |
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